La noche que nos escuchamos

Albert Espinosa

Fragmento

Prólogo

Prólogo

Cuando llevaba escrita la mitad de la novela, necesité hacer un prólogo, quizás porque sentí que debía contaros la importancia de escribir esta historia.

No lo había hecho nunca antes en una novela, pero si no lo hiciera sentiría que le falta algo a este libro. No habrá spoiler en este prólogo sino tan sólo entrañas para relataros de dónde nace. Quiero contaros, amigos lectores, por qué necesito escribir esta historia.

Supongo que era una asignatura pendiente. Después de escribir en cine historias como Planta 4.ª, series como Pulseras rojas, obras de teatro como Los Pelones, un día me di cuenta de que no había escrito una historia semejante en novela de algo que condicionó mi vida e hizo que fuera quien soy. Es verdad que existe El mundo amarillo, pero en realidad es una autobiografía, y deseaba contar una de esas historias que viví en tercera persona pero que me marcó en primera durante mi estancia en el hospital.

Y es que éste es un relato de hospital que escuché cientos de veces mientras estuve enfermo. Me contaron la historia de los gemelos desde tantos puntos de vista…

Nunca pensé mucho sobre qué parte era verdad y qué parte era invención. En la vida tampoco me lo planteo cuando conozco a alguien; sé que muchos fabulan y otros exageran, pero que al final, si has vivido suficiente, sabes extraer la verdad de las personas.

Deseo que améis esta pequeña historia sobre segundas oportunidades y, también, sobre el equilibrio entre los sueños y las promesas.

El título nace de algo que en todo momento me fascinó y que observé siempre en el hospital. Hay una noche que todos nos escuchamos, hay una noche en que sabemos para qué existimos en este mundo, y me parece tan mágico cuando eso ocurre… Aunque a veces esa noche se diluya, se pierda y se reinvente. Y todo a ritmo de bolero.

Ojalá disfrutéis de esta historia de dos gemelos que para mí son inmortales. Fue la primera que escuché en el hospital y sigue siendo algo que me había guardado para mí, aunque muchas noches de hospital se la conté a tantos chicos nuevos que llegaban y siempre me fascinaba cómo la disfrutaban, quizás porque tiene un poco de todo lo bueno que debe poseer un buen relato.

Por eso os la contaré yo al principio, pero luego debo dejar que sean ellos, su propia voz y la de otros que la vivieron, los que os la sigan relatando.

Nunca había escrito un libro tan especial a la hora de narrarlo, pero la magia de las historias que te regalan es que debes respetar mucho las voces de quienes te las contaron y de quienes las vivieron. Por ello a veces el narrador cambiará, quizás lo contamos desde fuera o desde dentro, pero es que ésta es una historia de tripas y sobre todo de corazón, y lo de menos es quién la pilota.

Escuché esta historia antes de operarme, antes de quimios, mientras vomitaba, cuando conocí a alguien que los conoció y más tarde yo la conté a amigos míos antes de que los operaran, antes de que les diesen la quimio, después de vomitar… Era nuestra historia, lo que soñábamos lograr en una noche. Nunca nos planteamos nada porque comprendíamos la moraleja del asunto.

Esta novela está dedicada a todos los que sobrevivieron, a aquellos que se sintieron extraños en un mundo de sanos y pensaron que jamás llegarían a vivir una épica igual y un día descubrieron que estaban vivos en este mundo por algo mucho más grande de lo que creían. Y eso lo descubrieron porque su niño interior nunca se marchó, jamás se suicidó y siguió recordándoles qué importa en esta vida y qué no tiene valor.

Y es que has de poder matar a tus demonios, ser implacable y también aprender a olvidar para poder continuar; si no, sería imposible seguir viviendo.

Creo que esta historia ha salvado muchas vidas, y cualquiera que haya pasado un tiempo en el hospital sabe qué significa cada personaje y cada trama. Nadie lo ve como «tristorias», sino como historias luminosas que te enseñan a luchar.

Y es que hay historias de niños que están en coma pero viven en piscinas, historias de jóvenes que se escapan y logran cumplir los deseos de otros, historias de adolescentes que aman su caos y viven en islas desiertas.

Todas son historias de la otra orilla, aquellas que cuando has sufrido son las que te salvan. Cuando enfermas, jamás es importante la inteligencia; lo que te salva es la imaginación.

ALBERT

Barcelona, septiembre de 2022

1. Párpados en la nariz y pestañas en los oídos

Jano despertó aquella tarde de la siesta entre sudores. No era la primera vez, esa semana le había ocurrido día sí, día también. Odiaba echarse siestas, pero la vida en el hospital te lleva a dormir entre horas para hacer más liviana la existencia allí.

Tardó en abrir los ojos, aunque sabía que estaba despierto. Muchas veces soñaba que no estaba en aquel hospital, aunque su olfato se lo confirmaba y no lograba taponar el olor de ninguna forma. Pensó que deberíamos tener párpados en la nariz para evitar que los olores delaten dónde nos encontramos y pestañas en los oídos para lograr filtrar los sonidos que le recordaban que estaba en aquella odiosa planta del hospital.

Llevaba allí desde los once años, entre tratamientos y operaciones. Y cuando vives tanto tiempo en un hospital, sabes que llegará un instante en que te enfrentarás a tu momento crucial, que definirá si seguirás con vida o morirás. La gente siempre dice que si mueres pierdes la batalla; yo siempre he creído q

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