Demasiada nieve alrededor

Javier Marías

Fragmento

Contents
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Hacia el berrinche eterno
Sexo de colegio
El País de las Capulleces
Dejen de volvernos locos
Productos podridos
Ladrones de cenizas
Los países irreconocibles
Por arte de magia y de desvergüenza
Inermes
La plaga más extendida
Exijo el último momento histórico
Primero los miramientos
El peligro de engreimiento
Entérate
La temporada sádica
Añoranza del excéntrico
Pararlos o no pararlos
En la feria del chincha rabia
El objeto no permitido
Sufrir no da razón
La exasperación en seco
El escote escamoteado
Nombrar o negar
«Pero no soy yo»
La contrariedad y las prisas
La vergüenza de regresar
La lenta desaparición del mundo
Sablistas eclesiásticos y sablazos gubernamentales
Naturales muerte y vida
El desprestigio del desprestigio
Profesores desesperados
Y alumnos envalentonados
El Mau Mau pacífico
¿Mande?
Epidemia
Vida y muerte literarias
Las tiranías pequeñas
Los pantalones tiroleses
Serán sólo un par de años
La idiotez más idiota
Veredicto o vaticinio
No falla
Esta pueril tarea
La intromisión que no para
Instrucciones a los sirvientes
Individualistas unánimes
Huyamos nosotros
Un sueño prestado
Y el recuerdo largo
Ni siquiera se dan cuenta
Entérenlos
Tótem y tarea
Vóciféración
El peligroso placer de indignarse
Demasiada nieve alrededor
El Detector de Ficciones
Continuará el Capitán Trueno
El ruido en la imaginación produce monstruos
Los defensores contraproducentes
«Botellón» de encapuchados
Sermón del fantasma
Por qué no vuelven
Árboles y grosería
Una del corazón
Adiós a la educación
Decir feamente nada
El prolongado limbo del Limbo
Malas impresiones
El misterioso alivio del fútbol
Español cabal o rufián
Gañanes de espíritu
Como un caballero bueno
Un cuento para releer
Los villanos de la nación
Un país grotesco
Un hombre conforme
En busca de Conan Doyle
Decidir volverse loco
De hacer honor a hacer desdén
El viejo truco del grito en el cielo
Adicción e incontinencia
Saquear y vejar a los muertos
Los antiguos amigos
Esclavizados por las zarandajas
Lo infinitamente más dañino
Abajo la compasión y viva la ofensa
Siempre muy pocos
Arbitrariedades de escritor maniático
Narices con poco olfato
El perseguido espíritu de Conrad
Y el espíritu inverosímil de Benet
Vivir sin enterarse
El derecho a la impunidad
Un país demasiado anómalo
El comino de nuestra lengua
Los que aún están
Notas
Notas de la conversión
Sobre el autor
Créditos
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Este volumen reúne los artículos publicados en la revista El País Semanal entre el 13 de febrero de 2005 y el 4 de febrero de 2007. Se corresponden con noventa y seis domingos, es decir, dos años de tarea, con la excepción de los cuatro domingos de agosto de 2005 y de 2006, meses en los que libré o tomé y di un respiro.

Mis colaboraciones semanales en esta publicación se habían iniciado dos años antes, el 16 de febrero de 2003, y las correspondientes a ese periodo fueron recogidas en el volumen El oficio de oír llover (2005), editado por Alfaguara, al igual que otras recopilaciones aún más antiguas: Harán de mí un criminal (2003), A veces un caballero (2001), Seré amado cuando falte (1999) y Mano de sombra (1997). En estas últimas pueden encontrarse los artículos que vieron la luz en otra revista, El Semanal, a lo largo de ocho años, entre finales de 1994 y finales de 2002.

Quiere esto decir que, con breves pausas, llevo un total de doce años escribiendo una columna dominical de extensión no precisamente mínima (de hecho Julia Luzán, mi principal contacto en El País Semanal y la encargada de preparar mis textos —todavía no escribo con ordenador, sino a máquina—, me regaña a menudo por hacerlas siempre algo más largas de lo deseable, y obligar a empequeñecer el tamaño de la letra impresa).

Hace poco, una estudiante de periodismo me envió un cuestionario con un montón de preguntas sobre mi actividad articulística. Una de ellas era «¿Cómo escoge los temas?», a lo cual sólo se me ocurrió responder lo siguiente: «Buena pregunta. ¿Cómo, en efecto? Me asombra que aún me surjan a veces asuntos nuevos». Debo añadir aquí que todavía me asombra más la existencia de lectores —quizá no son demasiados— que no estén hartísimos de los viejos. Porque lo cierto es que, al releer estas noventa y seis piezas en la corrección de pruebas, observo que hay cuestiones sobre las que insisto, con las inevit

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