Material de construcción

Eider Rodríguez

Fragmento

material-epub-1

I

5 de diciembre de 2018

Estoy al lado de papá, en una habitación especial de la unidad de ictus. Solo puede entrar una visita cada vez. Nunca le han gustado las multitudes, o sea que no le importará. A nosotras tampoco. Seguramente la única manera de hablarle sea estando los dos a solas, él inconsciente y yo aterrada. Antes, cuando he llegado, estaban la tía Lourdes y mamá. Excepcionalmente, nos han dejado entrar juntas a la habitación. No ha habido el más mínimo gesto de cariño entre nosotras, nada de besos, ni de abrazos, ningún contacto. Únicamente frases funcionales: qué habrá sido, hoy ha dormido en el sofá porque le dolía la espalda, por la mañana ha desayunado como siempre, ha salido de la oficina a las once, han llamado del taller, no quería subir a la ambulancia.

Nos hemos quedado calladas cuando el médico ha dicho que ha tenido un derrame y que las próximas horas serán decisivas. Ni llantos, ni manos temblorosas, ni melés; silencio. Una pregunta técnica:

—Al decir «próximas horas», ¿a qué se refiere exactamente? ¿Dos horas? ¿Veinticuatro? ¿Cuarenta y ocho?

No queremos molestar, una pregunta tonta para ahuyentar el silencio.

—Las próximas. Hay que parar la hemorragia. Pero con el problema hepático que tiene —la maravilla de la economía del lenguaje, más de treinta años comprimidos en dos palabras—, se complica lo que ya de por sí sería grave. Le quedan pocas plaquetas. Le vamos a poner más, pero el páncreas… Vamos a ver cómo responde su cuerpo.

Las piedras resuenan en el desierto.

La muerte empieza a alborotar.

—Una última cosa: esta unidad se rige por ciertas normas, el paciente ha de estar tranquilo, las visitas solo pueden entrar de una en una.

Mejor así; nos molestamos mutuamente, perjudicamos al grupo y a nosotras mismas cuando nos juntamos más de un miembro de la familia. Nuestra Constitución familiar no escrita es draconiana en el apartado referido a los afectos.

Artículo 18.2: No se llorará en público, a no ser que haya una muerte de por medio. En tal caso:

a. El llanto será usado para el drenaje emocional.

b. El llanto se limitará al inicio de la situación causante del impacto y de ninguna manera se prolongará en el tiempo.

Artículo 18.3: No se comerciará con el dolor.

a. No se permitirán exhibiciones de los procesos fisiológicos que puedan derivarse como consecuencia del dolor.

b. El dolor no será utilizado como instrumento de chantaje. Tan despreciable como hacer chantaje será someterse al chantaje fundamentado en el dolor.

Artículo 18.4: Situaciones de excepción:

a. Llorar a causa de una ficción es un derecho, siempre y cuando se retome la compostura una vez concluida la misma.

b. Se prohíbe toda expresión de amor, emoción, ternura y empatía. Están exentas de esta prohibición las relaciones con animales y con niños menores de seis años.

La intimidad es el único ámbito en el que se puede violar la ley sin consecuencias legales.

Papá y yo nos hemos quedado a solas. Es mediodía y por un momento he hecho algo inconstitucional: le he acariciado el pelo, le he tocado un brazo. Es suave.

Nunca lo había visto tan de cerca. No desde que tengo consciencia.

Es curioso: mamá y la tía no comparten la misma sangre, y sin embargo, en algún lejano momento, abrazaron la misma doctrina; mientras que mi padre, a pesar de ser el nexo que une a ambas mujeres, es el único de los tres que no posó la mano entera sobre aquella biblia. Cuesta decir quién es la oriunda y quién la extranjera que para naturalizarse ha claudicado y ha elegido vivir de acuerdo con estos valores, estos derechos y estas responsabilidades.

6 de diciembre, día de la Constitución española

«No consigo hacerme entender» ha sido la única frase que le hemos entendido en todo el día, después «barbarbar chocolate barbarbar chocolate».

7 de diciembre de 2018

Ha empezado a hablar. También a mover las extremidades. Le duele mucho la cabeza. Parece que ha estado en otro sitio y no en esta habitación del hospital. Parece que ha despertado en otro lugar. Estoy contenta.

Me dice que lo encontraron metido en el coche tras haber chocado contra un árbol, en la carretera que va de Oiartzun a Rentería, que venía de pagar una reparación en el taller y que lo trajeron al hospital rápidamente.

8 de diciembre de 2018

Le he dado de comer. Primero puré, después un yogur. Le he dado de comer con una devoción con la que nunca he dado de comer a mis hijos.

Hemos dejado el plato limpio.

He cogido uno de los pañuelos de tela que le ha dejado mamá en la mesilla, están al lado del frasco de Loewe. Con un extremo le he limpiado los labios, suavemente, despacio, como dando los últimos retoques a un cuadro que no se quiere terminar.

He colocado mis manos a ambos lados de su cara.

Te lo has comido todo.

Le he dicho.

Tenías hambre.

Le he dicho.

Te pondrás bien.

Le he dicho.

Le he hablado mirándole a los ojos por primera vez en mi vida. No sé si entiende del todo lo que digo, pero ha aguantado la mirada.

Me da vergüenza escribir sobre mi padre.

En la tradición labortana y bajonavarra, «miedo» se dice lotsa, «vergüenza». En México y en Colombia a la vergüenza se le llama «pena». En inglés, español y francés se asocia la vergüenza al embarazo, pero en euskera enbarazu significa «estorbo», «molestia» o «problema». Parece ser que el familiar más lejano de esta palabra es embaraçar, del portugués o asturiano, que equivalía a «cuerda». Más tarde significó «preñarse», tanto en portugués como en asturiano y en gallego. A esto en euskera también se le dice «llenarse», bete, o «cargarse», kargatu.

No creo en los sinónimos. No creo en las traducciones.

Necesito simular el silencio para que las palabras tengan algún significado, y aun así, el más verosímil de los silencios no asegura nada.

Quizá todo se deba a un problema lingüístico. Desde el principio.

19 de diciembre de 2018

Le han dado el alta, pero no puede volver al trabajo. Le han dicho que necesita descansar, quizá retirarse. Al salir de clase he pasado por su casa. Lo he encontrado dormido en la butaca, recostado, con las piernas estiradas.

Sobre la mesa, El Diario Vasco doblado por la página de los crucigramas, y al lado las gafas de leer. He cogido el periódico y he visto que las letras están colocadas fuera de las casillas correspondientes, aunque arman la respuesta correcta: «Voz de mando: ar», «Agarrar: asir», «Lesioné, laceré: lastimé». Nunca habría pensado que fuera a ser capaz de hacer crucigramas nada más salir del hospital. Le ha cambiado la letra.

Tiene el pelo de un niño, color tabaco, revuelto. Me da vergüenza mirarle mientras duerme.

Mamá le ha despertado gritando su nombre desde el umbral de la puerta, que se despierte, que est

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos