La escapada

William Faulkner

Fragmento



Índice

Portadilla

Índice

Nota del traductor

Dedicatoria

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Notas

Sobre el autor

Créditos

Nota del traductor 

Nota del traductor

Como todo el mundo sabe, cuanto más breve es un texto, más complicada puede resultar, en ocasiones, su traducción. Si se trata de un sustantivo, sin otro contexto que el artículo, como en el caso de The Reivers, título original de la novela de Faulkner que el lector tiene entre las manos, la tarea puede resultar casi imposible.

En su primera encarnación en castellano, hace ya unos cuantos años, The Reivers llevaba por título Los rateros. Según la definición del diccionario, ratero es «el ladrón que hurta con maña y cautela cosas de poco valor». Lo que roban los protagonistas de esta novela no es, desde luego, una cosa de poco valor. Aunque, en realidad, tampoco roban nada: más bien lo piden prestado, y utilizo la palabra en un sentido bastante más literal que Huckleberry Finn en sus famosas aventuras.

Reiver es una palabra poco utilizada en inglés. El vocablo corriente al que más se parece es raider, que viene de to raid, «hacer una incursión», «atacar por sorpresa». Raider suele traducirse por «invasor» y también por «ladrón». Raid, por «correría», «incursión», «ataque».

Me doy cuenta de que se me puede criticar por atreverme a cambiar un título consagrado, si no por otra cosa, al menos por los años que lleva vigente. Lo hago porque me parece que Los rateros da al lector una idea falsa. También se me puede criticar por haberme liado la manta a la cabeza y elegir un nuevo título que no es una traducción del original. Lo que tiene a su favor, creo yo, es que informa, hasta cierto punto, del contenido del libro, sin desinformar, como sucedía con Los rateros. Como los traductores somos (quizá porque no nos queda otro remedio) muy aficionados al diccionario (o a los diccionarios) añadiré que utilizo escapada en la acepción número dos del de la Academia: «Abandono temporal de las ocupaciones habituales, generalmente con objeto de divertirse o distraerse».

Sólo me queda por añadir que confío en que, de todos modos, el nuevo título no sea un obstáculo para que esta bildungroman, o novela de formación y aprendizaje, encuentre nuevos lectores «apasionados y regocijados» en el centenario del nacimiento de William Faulkner.

JOSÉ LUIS LÓPEZ MUÑOZ

Dedicatorias 

Para Victoria, Mark, Paul, William, Burks.

Capítulo 1. 

1.

EL ABUELO DIJO:

Así entenderás la clase de persona que era Boon Hogganbeck. Colgada de la pared, esta historia habría sido su epitafio, como un gráfico del sistema Bertillon o un cartel de la policía ofreciendo una recompensa por su captura; cualquier poli del norte de Mississippi lo habría detenido con sólo leer la fecha.

Era un sábado por la mañana, a eso de las diez. Tu bisabuelo y yo, los dos, estábamos en la oficina; mi padre, sentado ante el escritorio, contaba el dinero de la bolsa de lona para ver si se correspondía con la lista de facturas que yo acababa de cobrar en la plaza; yo, por mi parte, sentado en la silla junto a la pared, esperaba a que dieran las doce, momento en que recibiría mi paga semanal de diez centavos; después iríamos a almorzar a casa y a continuación quedaría en libertad, por fin, para incorporarme (estábamos en mayo) al partido de béisbol que había empezado a disputarse sin mí a la hora del desayuno: la idea (no mía sino de tu bisabuelo) era que a los once años un hombre debía llevar ya uno pagando por el espacio que ocupaba, por el sitio de que disponía en la economía mundial (al menos en la de Jefferson, Mississippi), además de asumir la responsabilidad ajena. Todos los sábados por la mañana yo salía de casa con mi padre nada más terminar el desayuno, cuando los otros chicos de la calle se estaban pertrechando de pelotas, bates y guantes, lo mismo que mis tres hermanos quienes, por ser más jóvenes y por tanto de menor tamaño que yo, eran más afortunados, dado que la lógica de mi padre y la premisa que servía de base a sus razonamientos era la siguiente: puesto que cualquier varón adulto merecedor de tal nombre estaba en condiciones de equilibrar o compensar a cuatro niños en materia de espacio económico, cualquiera de los niños, y con más motivo el mayor, bastaba par

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