En agosto nos vemos

Fragmento

cap

Prólogo

La pérdida de memoria que sufrió nuestro padre en sus últimos años fue, como es fácil de imaginar, durísima para todos nosotros. Pero en particular la manera en que esa pérdida disminuyó sus posibilidades de continuar escribiendo con su rigor de costumbre fue para él una fuente de frustración desesperante. Nos lo dijo una vez con la claridad y la elocuencia de un gran escritor: «La memoria es a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada».

En agosto nos vemos fue el fruto de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea. El proceso fue una carrera entre el perfeccionismo del artista y el desvanecimiento de sus facultades mentales. El largo ir y venir de las muchas versiones del texto es descrito en detalle, mucho mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros, por nuestro amigo Cristóbal Pera en sus notas para esta edición. En su momento, sólo sabíamos de la sentencia final de Gabo: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo».

No lo destruimos, pero lo dejamos a un lado, con la esperanza que el tiempo decidiera qué hacer con él. Leyéndolo una vez más a casi diez años de su muerte descubrimos que el texto tenía muchísimos y muy disfrutables méritos. En efecto, no está tan pulido como lo están sus más grandes libros. Tiene algunos baches y pequeñas contradicciones, pero nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor. El amor, posiblemente el tema principal de toda su obra.

Al juzgar el libro mucho mejor de cómo lo recordábamos, se nos ocurrió otra posibilidad: que la falta de facultades que no le permitiero

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