Los viajes cotidianos

Luis Mateo Díez

Fragmento

cap-3

Pérdidas, extravíos

La ya clásica, y bastante repetitiva, figura del perdedor tiene muy variados alicientes literarios, también cinematográficos, y hasta conforma cierta herencia romántica en su identidad más contradictoria. No es nada extraño, ya que el perdedor ejemplifica destinos más acordes a la condición humana que el ganador. En la lucha por la vida hay más ocasiones de fracaso que de éxito, y en cualquier mirada dura o complaciente de lo que somos la comprensión y la complicidad nos acercan más a quien lleva las de perder.

A Sebastián Odollo, protagonista de esta novela, se le puede fácilmente fichar en la grey de los perdedores, y el tanto por ciento más elevado de mis personajes son parientes suyos, en esas vicisitudes de la pérdida y la ganancia.

Siempre he dicho que mis personajes obtienen la peculiaridad en el resplandor cotidiano, corren aventuras a la vuelta de la esquina, son dueños de una insondable vida interior, y es en el espejo de sus sueños y sus secretos donde intento conquistarlos, desvelarlos, respetando lo que ellos no quieren que muestre.

Sebastián Odollo podría ser un perdedor cabal, lleno de pérdidas y extravíos y, para mayor inri, transitando un camino de perdición, al que le ata su dedicación profesional, es viajante de comercio, desde la encomienda con que emprende la ruta que narra la novela: indagar el paradero de otro viajante que no regresó.

La verdad es que siempre me gustó considerar a mis personajes, más que perdedores, héroes del fracaso, aunque sea clara la correspondencia de lo que, en cualquier caso, sufraga la contingencia y la desgracia. La adversidad, la ruina, lo que se malogra en el intento de sobrevivir, o en esa lucha por la vida que no procura lo adecuado al esfuerzo, la propia constatación moral del vano intento, la asunción de la derrota, y el clima de melancolía que supura la madurez con que pueden paliarse las más rotundas contrariedades.

El hecho de que pueda existir una cierta heroicidad en el propio fracaso, y que esa heroicidad impregne y dé algún impredecible esplendor al relato de tal vicisitud, a la experiencia y destino de la misma, ayuda a que la identidad de los personajes pueda ser más arquetípica, y a que sus tareas, lo que hacen, lo que cumplen, en lo que se juegan sus existencias, nutran al menos su subsuelo de héroes, aunque en la apariencia sea la decepción o el desengaño lo que matice el rostro de su vencimiento.

Sebastián Odollo, como tal héroe y, además, con las reminiscencias míticas de un apellido que lo emparenta con Odiseo, al menos en las complicaciones de esos viajes de difícil regreso, está entregado a la aventura profesional con las armas del buen vendedor, pero adolece de su falta de voluntad. Las rutas de la vida y del comercio están, en su caso, llenas de compromisos, también de trampas, desengaños y huidas. Con frecuencia va y viene, le llevan y le traen, por donde no quiere, y en los destinos de su trabajo, las plazas comerciales, le aguarda quien menos espera.

Recuerdo que cuando escribí Camino de perdición tenía la conciencia de haber llegado a un punto de mi obra en que algo acababa y se iniciaba un nuevo despegue.

El escritor de proyectos que siempre me consideré percibía un horizonte distinto, más fabulístico, con una ascesis mayor en la escritura, siempre fundamental, y mayor complejidad en las significaciones y sugerencias de las tramas. La pauta se abría cada vez con más ambición hacia la encomienda de escribir con naturalidad las historias más complejas posibles.

La de Sebastián Odollo había ido creciendo en las notas de mis cuadernos, y la imagen poética que alumbraba su camino, y nunca mejor dicho, era la de su soledad en la Oruga, el coche que encierra sus quimeras, ensoñaciones y ensimismamientos, mientras la carretera se convierte en un hilo de Ariadna y las curvas son algo así como las esquinas todavía por doblar del destino de un hombre.

Ya sabemos que el viaje de la vida es, en muy importante medida, el viaje del comercio de la misma, y de ese viaje profesional que guía nuestra subsistencia y supervivencia todos somos protagonistas.

Luis Mateo Díez

Verano de 2008

cap-4

1. Bitácora de la Campiña

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