Oaxaca de mis amores

Guadalupe Loaeza

Fragmento

Una batalla entre caballeros

Una batalla entre caballeros

El 30 de abril de 2006, Fidel Herrera Beltrán, gobernador de Veracruz, presidió los festejos del 142 aniversario de la batalla de Camarón. En compañía del embajador de Francia, Richard Duqué, y de autoridades civiles y militares, el Ejecutivo Estatal depositó ofrendas florales en los mausoleos de los combatientes franceses y mexicanos de la batalla de 1863, cuando Francia intervino en México.

En esta ceremonia se recordó la fecha simbólica en la que un batallón de la legión extranjera francesa llevó a cabo una de las acciones más heroicas de su historia, cuando dos compañías del primer regimiento de la legión destacado en México, compuestas por poco más de sesenta hombres, confrontaron un ataque de dos mil soldados del Ejército mexicano.

¿Cuáles fueron los acontecimientos que desencadenaron dicha batalla? Recordemos los antecedentes: el 17 de julio de 1861, el presidente Benito Juárez, líder del Partido Liberal, decretó una moratoria en los pagos de la deuda externa mexicana. Las razones de esta medida eran consecuencia de la cruenta Guerra de Reforma entre 1857 y 1860, y que concluyó con la derrota de los conservadores. Aquellos recursos eran necesarios para la reconstrucción del país. Sin embargo, en octubre de ese año tres potencias acreedoras, Gran Bretaña, Francia y España, protestaron contra la medida tomada por Juárez. El emperador francés Napoleón III se comprometió con los monárquicos mexicanos, residentes en Europa, en el proyecto de instaurar una monarquía en México. Soñaba con construir un imperio latino que sirviera de muro de contención a la expansiva república de Estados Unidos, por lo que la suspensión de pagos le venía como anillo al dedo para intervenir y crear en México una monarquía al frente de la cual estaría un príncipe católico europeo. Napoleón III convocó a España y Gran Bretaña para llegar a un acuerdo. Se reunieron en Londres para asumir una posición conjunta con respecto a la decisión del gobierno mexicano. Los tres países firmaron una alianza y organizaron una expedición armada a México para obtener el pago de la deuda por la fuerza, sin intervenir en la política interna.

A fines de diciembre de 1861, las primeras fuerzas europeas llegaron a Veracruz. Se trataba de un contingente español al mando del general Juan Prim. En enero, arribaron los franceses y británicos, al mando de Dubois de Saligny y sir Charles Wyke, respectivamente. Juárez ordenó no oponer resistencia para evitar el estallido de una guerra y propuso negociaciones para buscar una salida a tan compleja coyuntura y consiguió, mediante los Tratados de la Soledad, que se retiraran los ejércitos inglés y español. Pero el francés, no. Francia se quedó sola, pero resuelta a imponer una monarquía en México. Contaba con un numeroso ejército expedicionario, del cual el general Charles Ferdinand de Lorencez, como comandante en jefe de las fuerzas francesas en México, declaró: “Somos tan superiores a los mexicanos por la raza, la organización, la disciplina, la moral y la elevación de los sentimientos que a la cabeza de seis mil soldados ya soy el amo de México”.

El general galo cometió un gravísimo error de apreciación. En la mañana del 5 de mayo de 1862, el mejor ejército del mundo fue derrotado en Puebla. El humillado Lorencez tuvo que solicitar refuerzos y más armamento a París. Entre las nuevas tropas que llegaron de Francia a Veracruz se encontraban tres batallones de la legión extranjera al mando del coronel Jeanningros, quien había participado en la batalla de Moulay-Ishmael en Argelia. Los mexicanos disponían de un ejército de veinte mil hombres en el norte, al mando del presidente Juárez, y otros veinte mil en el sur, comandados por Porfirio Díaz. Estas tropas ejecutaban constantes ataques a la línea de comunicaciones francesa entre Veracruz y las afueras de Puebla, por lo cual la legión tenía como misión asegurar la circulación y la seguridad del envío de provisiones y municiones.

Un convoy compuesto por sesenta y cuatro carretas que llevaban varios cañones destinados a demoler las defensas de Puebla, además del oro para pagar a los soldados, debía partir desde Veracruz. El coronel Jeanningros ordenó que la tercera compañía del regimiento extranjero fuese a la vanguardia con el capitán D’Anjou al mando. La inteligencia mexicana era buena y pronto tomaron conocimiento de la existencia de este convoy. Se desató una batalla feroz entre las tropas mexicanas y la legión extranjera francesa. De hecho, el 30 de abril de 1863, miembros del Ejército mexicano derrotaron a los legionarios franceses. Sobrevivieron unos cuantos, entre ellos un oficial francés. Imaginamos la carta escrita por uno de ellos a su hermano en Francia.

Veracruz, 12 de agosto de 1863

Querido Ferdinand

Te escribo después de haber salido de un caos, de las tinieblas del delirio y de la inconsciencia. Nunca podrás imaginar lo que he pasado. He vuelto a nacer. Apenas puedo detener la pluma para escribir estas líneas. Si no fuera por los cuidados que he recibido por iniciativa del capitán Talavera del Ejército mexicano, después de la derrota que sufrimos, ya estaría yo en el Valle de Josafat en espera del juicio divino.

Como recordarás, te anuncié en mi última misiva que Napoleón ordenó que se enviaran refuerzos militares para la conquista y regeneración de este país. Tuvieron que recurrir a la legión extranjera y por eso me encuentro aquí. Nuestra ayuda, en un principio, fue bienvenida, pues las tropas de infantería francesa habían sufrido muchas bajas. Después, como esperábamos, los franceses tomaron mucha distancia y si había algún trabajo sucio se lo confiaban a la legión. Nos mandaron a la zona más insalubre, la zona tropical de Veracruz, en donde reina la malaria. Un verdadero infierno. El calor es insoportable y los insectos son peores que un tigre al ataque. Para colmo de males, nos asignaron tareas menores como resguardar convoyes. Yo trataba de remontar la moral a todos esos pobres muchachos aislados de su hogar y que se sentían rechazados por la gente a la que venían a ayudar. A consecuencia de este rechazo, nos unimos mucho más y se creó un extraordinario esprit de corps entre nosotros. Los legionarios, como sabes, hemos servido a Francia desde hace muchos años, pero legio patria nostra, la legión es nuestra patria. Ya está probado que la legión es igual a cualquier cuerpo de infantería, pero déjame decirte que aquí, en México, probamos ser el mejor del mundo. Te cuento.

Para apoyar al general Forey, que se encontraba en Puebla el 15 de abril, los franceses mandaron desde Veracruz un convoy compuesto por sesenta y cuatro carretas con varios cañones, municiones, provisiones y cofres cargados de oro. Como la seguridad de este convoy era de particular preocupación para los franceses, nuestro comandante en jefe, el coronel Jeanningros, recibió órdenes el 29 de abril en su cuartel general en Chiquihuite (no trates de pronunciarlo) de escoltar el convoy mientras recorriera el área bajo su responsabilidad. El coronel decidió que la tercera compañía del

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