Santa Balbina, 37, gas en cada piso y otras novelas cortas

Camilo José Cela

Fragmento

cap

Nota sobre esta edición

«En él se aúnan el drama rural de Lorca, el testimonio político de Benito Pérez Galdós, la búsqueda de la luz de Salinas, la deformación de la realidad de Valle-Inclán o de Gómez de la Serna, la novela de Unamuno, Baroja y Azorín, el retrato de la calle de El lazarillo, el sentido patético de la vida del barroco de Calderón y la exaltación de los placeres de Lope de Vega.»

Fundación Charo y Camilo José Cela

Reunimos en este volumen, en orden cronológico ascendente, siete novelas cortas publicadas entre 1952 y 1965 tras el éxito de La colmena (1951). Los lectores que decidan leerlas de manera consecutiva apreciarán con claridad la evolución del estilo y de los intereses del autor, cada vez más inclinados hacia la experimentación, la predilección por las aliteraciones, los juegos de palabras, las estructuras circulares, las repeticiones, la caricatura y el humor ácido. Surge de la mezcla una obra difícilmente clasificable y única que vuelve una y otra vez a retratar a las clases desfavorecidas de la posguerra civil española y, en concreto, a uno de los tipos o caracteres favoritos de Valle-Inclán: el artista pobre inclinado por necesidad a la picaresca.

Santa Balbina, 37, gas en cada piso (1952) arranca el volumen con una sucesión vertiginosa de diálogos magistrales. El café donde se reúnen las gentes del barrio y los artistas es un escenario recurrente por el que pulula el sujeto devenido artista por obligación marital que encontraremos en Timoteo, el incomprendido (1952), y los personajes de Café de artistas (1953). A partir de El molino de viento (1956), en el que «el lejano y siempre ignorado mundo, con sus hombres y sus mujeres, sus señoritas que se han quedado para vestir santos, sus bigotudos carabineros, sus ansias y sus decepciones, sus pompas y sus vanidades» es el asunto que da pie a un prodigio que, cual las aspas del ingenio, da vueltas y revueltas sobre los mismos temas y tiene en la repetición el instrumento que marca el ritmo del estilo y la estructura. Historias de España (1958) es un adelanto de los apuntes carpetovetónicos y como en estos, la caricatura, las recapitulaciones y una estructura que no deja cabos sueltos, construyen «el ejemplo más claro en la obra de Camilo José Cela, de cómo el estadio popular del habla se convierte en noble arquitectura artística». La familia del héroe (1965) y El ciudadano Iscariote Reclús (1965) cierran el volumen. Ambas traslucen un deje irónico, agrio: en la primera, el «héroe» se acuarteló en Alboloduy, pequeño pueblo de las Alpujarras almerienses y es su nieto el que habla, no de su presunta hazaña, sino de su familia disfuncional, plagada de pícaros, tontos, pobres o funcionarios aprovechados; en la segunda, Iscariote es un soñador de utopías, barbudo, herbívoro, estudioso, polígamo, desnudista, gimnástico, espiritista, anarquista, filatélico, esperantista y franciscano.

Hemos utilizado los textos asentados por el propio autor en la edición de la obra completa publicada por Destino-Planeta de Agostini en 1990 y hemos conservado tanto los prólogos escritos o recuperados por Cela para la ocasión, aunque incluidos en el anexo que cierra el libro junto a una somera cronología cedida por la Fundación Charo y Camilo José Cela, como algunas notas a pie de página por considerarlas de interés para el lector actual que verá en ellas censuras y autocensuras publicadas en ediciones anteriores. La intervención en los textos no ha excedido la unificación y actualización de los criterios de edición, y la corrección de erratas, cuando se ha tenido la seguridad de que eran tales y no elecciones del autor.

A continuación, detallamos las primeras ediciones de los títulos que componen este volumen:

 

Santa Balbina, 37, gas en cada piso [s. n.], Melilla, 1952.

Timoteo el incomprendido, Rollán, Madrid, 1952.

Café de artistas, Tecnos, Madrid, 1953.

El molino de viento y otras novelas cortas, Noguer, Barcelona, 1956 (volumen en el que se incluyen las tres novelas anteriores).

Historias de España, Arion, Madrid, 1958.

La familia del héroe, Alfaguara, Madrid, 1965.

El ciudadano Iscariote Reclús, Alfaguara, Madrid, 1965.

LOS EDITORES

cap-1

SANTA BALBINA, 37,

GAS EN CADA PISO

cap-1

Deux étions et n’avions qu’un cœur.

FRANÇOIS VILLON

[el enamoramiento] es una especie de imbecilidad transitoria.

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

cap-1

I

Eso de que haya gas en cada piso es un adelanto muy conveniente. El gas es higiénico y económico. A veces, alguna mujer se atufa y casca. Pero eso, bien mirado, nadie lo puede evitar.

—Claro, eso está claro.

—Y tan claro, no le dé usted vueltas. ¿Que una señora se gasea? ¡Anda pues que se gasee! Pero, en cambio, las que no se gasean ¡hay que ver lo bien que están, con todos estos adelantos de la civilización moderna! ¡Lo que hubieran dado los fenicios y los cartagineses por tener gas! ¿Eh?

—¡Ya lo creo! Yo creo que hubieran dado cualquier cosa.

—A lo mejor hubieran dado hasta sus prósperas factorías de allende los mares.

—¡Quién sabe!

—O los ricos emporios con los que se desarrollaba su comercio, cada día más lozano y remunerador.

—¡También! A lo mejor también lo cambiaban por eso, no digo que no.

—Hace usted bien en no decir que no. El hombre tiene ansias de cultura y apetencias de adelantos técnicos; de gas, de luz eléctrica, de agua corriente, etc. Una humanidad sin apetencias de adelantos técnicos sería una mierda, ¿verdad, usted?

—Sí, señor.

—Claro. Los adelantos técnicos son la llave del progreso.

—Eso, eso.

—Pues, claro. Los adelantos técnicos son la llave, la mismísima llave del progreso. Lo que hay es que a los adelantos técnicos hay que camuflarlos para que la gente no los tome a mal. Si no, le pasa a usted como a Isaac Peral, el del submarino, que era un sabio de tomo y lomo y una resplandecedora mente de la humanidad y, sin embargo, la gente lo tomó a choteo y acabó con él.

—Ya, ya.

—¡Mire usted, en cambio, el de la penicilina, cómo se espabiló! ¿Y usted sabe por qué se espabiló? Pues porque era inglés, y los ingleses son unos tíos muy vivos y muy espabilados. Este de la penicilina se acordó de lo de Isaac Peral y se dijo: ojo, Fleming, que lo

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos