El padre de Blancanieves

Belén Gopegui

Fragmento

Capítulo 1

1

SUSANA. EDAD: 20 AÑOS. Altura: 1,62 cm. Estudios: Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos, cuarto curso. Ojos: mezcla de verde, amarillo y pardo. Usa: lentillas. Milita desde 2004.

Susana a la asamblea

Necesitamos, hemos dicho a veces, informes sobre el mundo, sobre lo que ocurre en los institutos, hospitales, fábricas, comisarías, en cada empresa. Pero quizá necesitemos también algunos informes de las habitaciones.

El otro día pasó algo en mi casa. Mi madre había llamado al supermercado quejándose por un pedido que no le habían traído a tiempo. Al día siguiente tocaron el timbre, era el repartidor del supermercado, un ecuatoriano. Le dijo que por culpa de su llamada le habían despedido y que si no lograba que le readmitieran, mi madre sería para siempre responsable de lo que le pasara a él y a su familia. Él se encargaría de recordarle esa responsabilidad.

Después de varias visitas mi madre consiguió hablar con el gerente del supermercado, quien le explicó que era imposible readmitirle: habían contratado a otra persona y no iban a echarla. Ya os imagináis que durante todos esos días mi madre no dejaba de encontrarse al ecuatoriano por el barrio; también un día le vio cerca del instituto donde da clases.

Mi padre quería llamar a la policía, pero mi madre se lo prohibió. Le pidió ayuda para encontrar otro empleo de repartidor. A mi padre no le hacía ninguna gracia, no quería comprometerse recomendando a un individuo que no se conformaba con un despido y acosaba a alguien como mi madre. Hace tres días yo estaba mirando por la ventana y, en la esquina de la calle, vi a mi padre hablando con un hombre bajo, moreno, que llevaba puesta una gorra de visera azul. Mi padre es bastante tranquilo, pero no soporta las intromisiones. Pensé que podía estar amenazando al ecuatoriano. Sin embargo, ayer supe por mi madre que mi padre le había encontrado trabajo en una frutería bastante alejada de nuestra casa.

Podríamos intentar algo parecido. Llevar las consecuencias de los problemas al lugar donde se originan. Necesitamos todo lo que estamos haciendo ahora, la lucha, la reflexión, la organización. Lo que propongo es poner en marcha, además, una célula productiva que nos permita elaborar cosas. No incidir sólo, por ejemplo, en las condiciones en que se trabaja, sino además en lo que se hace cuando se trabaja. ¿Por qué no podemos intervenir en la elección de los bienes que van a producirse? ¿Por qué permitimos que una minoría se apropie de esa elección y de los bienes? Hasta ahora habíamos dejado estas preguntas para un futuro lejanísimo, cuando cambiase la relación de fuerzas. Preguntemos ahora. No sigamos esperando.

Comunicado 1 con presentación

Ustedes, sujetos individuales, suelen referirse a mí como asamblea, aunque a veces también me llamen congreso, foro, grupo de grupos, movimiento. Y no suelen tener oportunidades para conversar conmigo. Los sujetos colectivos no hablamos sino que más bien emitimos circulares, documentos, resoluciones. Un comunicado es de las cosas menos solemnes que podemos emitir. Pero yo me he tomado la libertad de añadirle esta presentación porque los sujetos colectivos nos pensamos a nosotros mismos en singular y tenemos nuestras cosas. Preferencias, ya saben, manías, estribillos que se nos pegan a veces, peculiaridades. Yo, por ejemplo, además de en singular tiendo a pensarme a mí mismo en masculino. Creo que es porque desde pequeños nos enseñan que a lo que más nos parecemos no es a los animales ni a los vegetales sino: a) al plancton, b) a los extraterrestres.

Los sujetos colectivos no somos puros, ni perfectos, se nos considera unos doscientos años más evolucionados que los sujetos individuales, pero doscientos años no es mucho. Así que también tenemos inercias históricas y si oímos decir extraterrestres sobre todo pensamos en extraterrestres masculinos, aunque la expresión pueda por igual designar a las extraterrestres, y al probable sujeto extraterrestre andrógino. En cuanto a mi caso particular, igual que algunos escritores célebres sufrieron audición coloreada, yo en ocasiones sufro una especie de audición animada. Con la palabra asamblea no puedo evitarlo: veo siempre a una mujer del siglo XVIII con un miriñaque bajo el vestido, me refiero a esa armadura de aros de metal que usaban para ahuecar las faldas por las caderas. Digo asamblea y la fonética, la eme en particular, me conduce al momento en que la dama asamblea se dispone a tomar asiento: ¿qué demonios hace ahora con los aros?, ¿los aplasta? Yo no me llamo a mí mismo asamblea, prefiero congreso o colectivo, o colectivo de colectivos. Y suelo pensarme como un extraterrestre o como plancton, según los días y su cantidad de luz.

Mi verdadero nombre en realidad pudiera ser sujeto colectivo D 68-06 (17)n; lo uso sólo en situaciones de extrema melancolía, que son raras. Algo más habituales, aunque tampoco demasiado, son las situaciones de melancolía a secas. Las causas varían pero hay una recurrente: yo siempre quise ser Centro de Biotecnología Marina. Esto que soy, movimiento, congreso, colectivo de colectivos, no me disgusta, lo prefiero con mucho a Fundación Caja Rioja o a Club de Fútbol. Sin embargo, así como los sujetos individuales fantasean con irse a vivir a un pueblo o con montar una librería, yo también tengo mis días y entonces me veo como un centro estable, ni grande ni pequeño, por fuera varias cúpulas, en su interior dos invernaderos, tanques de cultivo, citómetros de flujo y alguna red de plancton. Supongo que el plancton es una de las cosas que me atrae de este destino, otra es la estabilidad. Al contrario de aquella canción, yo no «tengo alma de marinero»: a mí me gustaría permanecer siempre en un sitio, y me imagino un centro de biotecnología marina como un submarino del capitán Nemo pero en versión edificio inmueble, firmemente sujeto a la tierra aunque tenga alguna dependencia bajo el agua.

Otros sujetos colectivos me han dicho que vaya desengañándome, los centros de biotecnología marina son apenas una pizca más estables que los clubs de fútbol, también les agitan pasiones, divisiones, empresarios y políticos los zarandean por igual. No me importa, estoy dispuesto a sobrellevar esos inconvenientes. Poseo un temperamento de persona pensativa y no hay quien me convenza de que un CBM no reuniría las condiciones idóneas para mí. Si algunas tardes parezco distraído, sepan que me ha venido a la cabeza la imagen de un centro de biotecnología marina situado en alguna isla del planeta y barrunto, barrunto.

Esto no significa que reniegue de mi estado actual, ni mucho menos. Y eso que los entes como yo no tenemos buena fama. A los partidos, movimientos, asambleas, organizaciones y colectivos de colectivos se nos acusa de hacer algo así como anegar las individualidades, se dice que somos férreos e imponemos una misma horma de zapato todo el tiempo.

Acostumbro a recordar a mis detractores el fenómeno de la timidez. Cuando un sujeto individual se declara a sí mismo tímido, es probable que asista a

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