El secreto de la orquídea

Lucinda Riley

Fragmento

Índice

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Cubierta

El secreto de la orquídea

Siam, hace muchas lunas…

PRIMERA PARTE. Invierno

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

SEGUNDA PARTE. Verano

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51

Capítulo 52

Capítulo 53

Capítulo 54

Capítulo 55

Capítulo 56

Capítulo 57

Capítulo 58

Capítulo 59

Capítulo 60

Epílogo

Agradecimientos

Notas

Biografía

Créditos

A mi padre, Donald, que me inspiró

en todos los sentidos

Siam, hace muchas lunas…

Siam, hace muchas lunas…

Cuentan que en Siam, cuando un hombre se enamora profunda, apasionada e irrevocablemente de una mujer, hará lo que sea con tal de conservarla, complacerla y lograr que ella no repare más que en él.

Hubo una vez un príncipe de Siam que se enamoró de esta manera de una mujer de extraordinaria belleza. La cortejó hasta conquistarla, pero unas noches antes de su boda, una celebración en la que iba a participar todo el reino bailando y manifestando su regocijo, el príncipe sintió desasosiego.

Sabía que debía demostrarle amor con un acto tan heroico y poderoso que lo uniese a su amada para siempre.

Debía encontrar algo que fuese tan extraordinario y hermoso como ella.

Después de pensar mucho en ello llamó a sus tres criados más fieles y les explicó lo que tenían que hacer:

—He oído contar muchas historias sobre la Orquídea Negra que crece en la cima de las montañas del norte de nuestro reino. Quiero que la encontréis y que la traigáis a palacio para que pueda ofrecérsela a mi princesa el día de nuestra boda. El que lo consiga recibirá como recompensa un tesoro que lo convertirá en un hombre rico. Los dos que fracasen en esta misión no vivirán para ver mi boda.

Los tres hombres permanecían postrados ante su príncipe con el corazón en un puño. Sabían que se enfrentaban a la muerte. La Orquídea Negra era una flor mítica. Al igual que los dragones de oro cubiertos de joyas que adornaban las barcazas reales que transportarían al príncipe al templo donde este juraría amor eterno a su princesa, era fruto de la leyenda.

Esa noche los tres criados fueron a sus respectivas casas a despedirse de sus familias. Pero uno de ellos, a quien su esposa abrazaba inconsolable, era más inteligente que los demás y no se resignaba a morir como lo hacían los otros dos.

A la mañana siguiente había trazado ya un plan. Se dirigió al mercado flotante donde vendían especias, seda… y flores.

Una vez allí utilizó las monedas que tenía para comprar una exquisita orquídea de color magenta y rosa, cuyos pétalos eran oscuros y sedosos. A continuación caminó por los estrechos klongs de Bangkok hasta que encontró al escribano en el lóbrego y húmedo taller que había en su trastienda, sentado entre sus rollos.

El criado lo conocía porque había trabajado en palacio, si bien su obra había sido considerada indigna debido a las imperfecciones de su caligrafía.

Sawadee krup, escribano. —El criado colocó la orquídea encima del mostrador—. Tengo un trabajo para ti, si me ayudas te colmaré de riquezas.

El escribano, que se ganaba la vida con dificultad desde que había abandonado el palacio, miró al criado con interés.

—¿Y qué debo hacer?

El criado indicó la flor.

—Quiero que uses tu habilidad con la tinta para teñir de negro los pétalos de esta orquídea.

El escribano frunció el ceño mientras miraba fijamente al criado, después examinó la planta.

—Puedo hacerlo, pero has de saber que las flores que broten después no serán negras, así que tarde o temprano te descubrirán.

—Cuando eso ocurra, ambos estaremos muy lejos de aquí, viviendo como el príncipe al que sirvo —contestó el criado.

El escribano asintió con la cabeza lentamente mientras reflexionaba sobre la propuesta.

—Vuelve al atardecer y tendrás tu Orquídea Negra.

El criado regresó a su casa y le dijo a su esposa que recogiera sus escasas pertenencias, a la vez que le prometía que más adelante se podría comprar cuanto quisiera y él le construiría un hermoso palacio muy lejos de allí.

Esa noche volvió a la tienda del escribano y exclamó encantado al ver la Orquídea Negra en el mos

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