Primavera con una esquina rota

Mario Benedetti

Fragmento

Contents
Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Citas
Intramuros (Esta noche estoy solo)
Heridos y contusos (Hechos políticos)
Don Rafael (Derrota y derrotero)
Exilios (Caballo verde)
Beatriz (Las estaciones)
Intramuros (¿Cómo andan tus fantasmas?)
El otro (Testigo solito)
Exilios (Invitación cordial)
Heridos y contusos (Uno o dos paisajes)
Don Rafael (Una culpa extraña)
Intramuros (El río)
Beatriz (Los rascacielos)
Exilios (Venía de Australia)
El otro (Querer, poder, etc.)
Don Rafael (Dios mediante)
Heridos y contusos (Un miedo espantoso)
Intramuros (El complementario)
Exilios (Un hombre en un zaguán)
Beatriz (Este país)
Heridos y contusos (Soñar despierta)
Don Rafael (Locos lindos y feos)
Exilios (La soledad inmóvil)
El otro (Titular y suplente)
Intramuros (El balneario)
Beatriz (Una palabra enorme)
Exilios (Penúltima morada)
Heridos y contusos (Verdad y prórroga)
Don Rafael (Noticias de Emilio)
El otro (Turulato y todo)
Beatriz (La polución)
Exilios (La acústica de Epidauros)
Intramuros (Una mera posibilidad)
Heridos y contusos (El dormido)
El otro (Sombras y medias luces)
Exilios (Adiós y bienvenida)
Don Rafael (Un país llamado Lydia)
Beatriz (La amnistía)
El otro (Ponte el cuerpo)
Heridos y contusos (Puta vida)
Exilios (Los orgullosos de Alamar)
Don Rafael (Quitar los escombros)
Extramuros (Fasten seat belt)
Beatriz (Los aeropuertos)
El otro (Por ahora improvisar)
Extramuros (Arrivals Arrivées Llegadas)
Sobre el autor
Créditos
dedicatoria

A la memoria

de mi padre (1897-1971)

que fue químico

y buena gente

citas

Se soubesse que amanhã morria

E a primavera era depois de amanhã,

Morreria contente, porque ela era depois de amanhã.

FERNANDO PESSOA

Almanaque caduco, espejo roto.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

cap1
Intramuros

(Esta noche estoy solo)

Esta noche estoy solo. Mi compañero (algún día sabrás el nombre) está en la enfermería. Es buena gente, pero de vez en cuando no viene mal estar solo. Puedo reflexionar mejor. No necesito armar un biombo para pensar en vos. Dirás que cuatro años, cinco meses y catorce días son demasiado tiempo para reflexionar. Y es cierto. Pero no son demasiado tiempo para pensar en vos. Aprovecho para escribirte porque hay luna. Y la luna siempre me tranquiliza, es como un bálsamo. Además ilumina, así sea precariamente, el papel, y esto tiene su importancia porque a esta hora no tenemos luz eléctrica. En los dos primeros años ni siquiera tenía luna, así que no me quejo. Siempre hay alguien que está peor, como concluía Esopo. Y hasta peorísimo, como concluyo yo.

Es curioso. Cuando uno está afuera e imagina que, por una razón o por otra, puede pasar varios años entre cuatro paredes, piensa que no aguantaría, que eso sería sencillamente insoportable. No obstante, es soportable, ya se ve. Al menos yo lo he soportado. No niego haber pasado momentos de desesperación, además de aquellos en que la desesperación incluye sufrimiento físico. Pero ahora me refiero a la desesperación pura, cuando uno empieza a calcular, y el resultado es esta jornada de clausura, multiplicada por miles de días. No obstante, el cuerpo es más adaptable que el ánimo. El cuerpo es el primero que se acostumbra a los nuevos horarios, a sus nuevas posturas, al nuevo ritmo de sus necesidades, a sus nuevos cansancios, a sus nuevos descansos, a su nuevo hacer y a su nuevo no hacer. Si tenés un compañero, lo podés medir al principio como a un intruso. Pero de a poco se va convirtiendo en interlocutor. El de ahora es el octavo. Creo que con todos me he llevado bastante bien. Lo bravo es cuando las desesperaciones no coinciden, y el otro te contagia la suya, o vos le contagiás la tuya. O también puede ocurrir que uno de los dos se oponga resueltamente al contagio y esa resistencia origine un choque verbal, un enfrentamiento, y en esos casos justamente la condición de clausura ayuda poco, más bien exacerba los ánimos, le hace a uno (y al otro) pronunciar agravios, y, algunas veces, hasta decir cosas irreparables que enseguida agudizan su significado por el mero hecho de que la presencia del otro es obligatoria y por tanto inevitable. Y si la situación se pone tan dura que los dos ocupantes del lugarcito no se dirijan la palabra, entonces tal compañía, embarazosa y tensa, lo deteriora a uno

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos