PRESENTACIÓN
El curso de Literatura Argentina que transcribimos a continuación fue dictado por Borges, en castellano, en la Universidad de Michigan, entre enero y marzo de 1976.
Borges llegó a Michigan invitado por Donald Yates, profesor en esa universidad y uno de sus primeros traductores al inglés. Yates había descubierto la obra de Borges en 1954, cuando estudiaba Literatura Hispánica y su profesor, Enrique Anderson Imbert, incluyó en sus clases La muerte y la brújula, una selección de cuentos de Borges publicada poco antes en Buenos Aires.
Deslumbrado por el relato que da título al libro, Yates se propuso traducirlo. Para eso acudió a Rodolfo Walsh, con quien mantenía correspondencia, y que consideraba a Borges “notoriamente, el mejor cuentista argentino” y “entre los primeros escritores contemporáneos”[1], una opinión que ciertamente no era, por entonces, unánime.
Recuerda Yates: “Walsh habló con el propio Borges y, a vuelta de correo, me envió la autorización manuscrita de Borges para traducir al inglés ‘La muerte y la brújula’”[2]. Ese intercambio epistolar fue el inicio de la lenta pero inexorable difusión de Borges en los Estados Unidos.
A esa traducción siguieron otras, que fueron reunidas en volumen en 1962 con el título Labyrinths[3]. A partir de esa primera antología proliferaron las traducciones, las reseñas, las entrevistas, y sobre todo las conferencias, que otorgaron a Borges una inesperada celebridad: los campus estadounidenses, poblados de hippies y de jóvenes vanguardistas, quedaron seducidos por ese escritor ciego, un poco excéntrico, cuyos relatos desafían nuestras certezas sobre la memoria, el tiempo y la realidad.
En 1962, luego de la publicación de Labyrinths, Yates pudo viajar a la Argentina para conocer a Borges: “El primer día en Buenos Aires fui a la Biblioteca Nacional. Me hicieron pasar a su despacho, en la segunda planta del majestuoso edificio, y allí estaba Borges, que se levantó de su gran escritorio circular de caoba y se acercó a mí. Medía un metro setenta y cinco, vestía un traje cruzado y llevaba el pelo gris peinado hacia atrás. Me presenté y me tendió la mano. Me dijo que por supuesto sabía quién era yo e inmediatamente me dio las gracias por mi participación en la traducción de una importante antología de sus relatos y ensayos al inglés, que, según dijo, era su lengua preferida”[4].
A partir de entonces, y hasta 1977, Yates fue uno de los más eficaces promotores de Borges en los Estados Unidos: viajaba con frecuencia a Buenos Aires —donde solía pasar largas temporadas—, colaboraba con Borges en la traducción de sus textos en la Biblioteca Nacional y en su departamento de la calle Maipú, caminaban juntos por la ciudad, cenaba con él y con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo en el departamento del matrimonio en la calle Posadas. También entrevistó no sólo a Borges, sino también a su madre y a sus amigos, y logró incluir sus cuentos, ensayos y poemas en toda suerte de publicaciones, desde revistas académicas hasta antologías de ciencia ficción.
Yates contribuyó así a la fama de Borges en los Estados Unidos, aunque no a su fortuna, como nos revela una carta de 1969: “Adjunto una autorización para la publicación de su cuento ‘La intrusa’ en una antología [...]; puedo ofrecerle 75 dólares. [...] También quiero ofrecerle 25 dólares por su autorización para incluir mi traducción de ‘Everything and nothing’ en la Texas Quarterly [...]; quiero incluir también en mis Historias de Buenos Aires el cuento de Bustos Domecq ‘Las doce figuras del mundo’, por el que puedo ofrecer 50 dólares a usted y a Adolfito”[5].
Paralelamente, Yates organizó tres visitas de Borges a Michigan. En la primera, en 1972, Borges viajó con su amiga Mariana Grondona, ya que los noventa y seis años de Leonor Acevedo de Borges le impedían acompañar a su hijo como lo había hecho en viajes anteriores.
Durante su estadía la universidad le otorgó el doctorado honoris causa. A su regreso a Buenos Aires, refirió la ceremonia a Bioy: “El acto fue evidentemente político. Si hubiera sabido, no iba. Nos dieron el título a cuatro personas: dos blancos, un piel roja y un negro. Yo creo que sólo por racismo, porque toman en cuenta las razas, nos eligieron. ¿No es rara esa proporción? Por lo menos, sospechosa…”[6].
La segunda invitación llegó en 1975 para asistir a un Tribute to Jorge Luis Borges que la Universidad de Michigan organizó en octubre de ese año. Su madre acababa de morir, y Borges pidió a María Kodama que lo acompañara. También le pidió que antes se casaran “para evitar un escándalo”[7]. Ella se negó, él se resignó y viajaron de todos modos.
El simposio tuvo tanto éxito que Yates decidió reincidir: quiso que Borges regresara a Michigan en unos pocos meses, esta vez para que pasara allí un cuatrimestre completo y atendiera las numerosas invitaciones que recibía de instituciones de todo el país. El nuevo viaje implicaba mucho trabajo y muchos recorridos en auto y en avión. Borges tenía setenta y seis años, pero aceptó sin vacilar. ¿Qué lo llevó a emprender ese periplo por los Estados Unidos? Tal vez la reciente muerte de su madre lo hizo sentirse emancipado, tarde en su vida, y la perspectiva de viajar libremente con María lo entusiasmaba. Quizá también influyera el estado turbulento del país, inmerso en un clima de secuestros, de crímenes políticos e hiperinflación. Sea cual fuere el motivo, Borges intuyó el éxito y las satisfacciones que le traería el viaje. No se equivocaba.
Borges y María aterrizaron el 2 de enero de 1976 en el aeropuerto de Detroit. Los recibió Yates, que los llevó a East Lansing, la ciudad donde se encuentra la universidad, y los alojó en un departamento de dos dormitorios que había alquilado para ellos en Cherry Lane, en el mismo campus. Borges pasará allí unos meses de convivencia con una mujer que amaba, lejos de su país: era un momento inédito para él.
Tenía mucho trabajo: su compromiso con la Universidad incluía dos cursos y cinco conferencias. En East Lansing era feliz; decía que siempre recordaría la amabilidad y la amistad de la que se sentía del todo indigno, y afirmaba, bromeando, que lo único que querría olvidar era la cocina estadounidense, en especial las hamburguesas y las ensaladas. Pese a sus obligaciones académicas, no dejó de escribir poemas y una noche soñó el argumento del que sería su último cuento, “La memoria de Shakespeare”.
El 1º de marzo le envió una postal a su amiga Susana Bombal[8]: “Increíblemente no hay nieve y el día se parece a la primavera. Esta mañana hablé ante un grupo de estudiantes sobre ‘The Turn of the Screw’ y después, ante otro, sobre Lugones. Mañana iremos en coche a Cincinnati —seis horas de viaje hacia el sur—, donde recibiré con debida solemnidad la toga y el birrete del doctorado.
En América pasan estas cosas. Un abrazo nostálgico y repartible. Pienso en Los Alamos[9]. Georgie”.
Terminado el curso de Literatura Argentina, Borges emprendió el grand tour del país, siempre acompañado de Yates y de María: Ohio, Indiana, Iowa, Los Ángeles, Atlanta, Texas, Wisconsin, Illinois, Colorado, Utah (los mormones son “gente encantadora”, declaró allí). Por último, recorrieron la costa este: Maine, Massachusetts, Virginia y Nueva York.
El 19 de marzo volvió a escribir a Susana Bombal, esta vez desde Colorado: “Ayer di una populosa conferencia en la universidad, con ayuda de Donald Yates, a quien dicto estas líneas. En todas partes encuentro amigos desconocidos y verdaderos, que me perdonan mi literatura. No sé si vale la pena decirte que te extraño mucho. Un abrazo, que compartirás con Chichí. Tuyo, Georgie”.
Y poco después: “Con María estuvimos en Texas, donde en 1961 Madre y yo ejecutamos nuestro descubrimiento de América. Recob