El oráculo de Brioche

Brioche

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

La historia del Oráculo de Brioche

Desde los albores del mundo, siempre ha habido grandes sabios que predecían el futuro; adelantados a su tiempo que hablaban de los hechos que se producirían: Nostradamus, Galileo, Kiko Hernández... todos fueron juzgados por ello.

La historia del Oráculo comienza en un pueblo marinero del sur de España: San Fernando. En él nació Brioche. Durante su infancia fue testigo de grandes acontecimientos, como el nacimiento de los canis, la unión del Legendario y la Coca-Cola, la del Malibú con piña... Brioche creció con el advenimiento del MSN Messenger, tiempos en los que, en vez del WhatsApp, se pedía el Messenger y, con suerte, alguien te decía: «Sí, claro, es shu_ninia_reshulona@hotmail.com». Vivió con el paso del estado «Sin conexión» a «En línea» para llamar la atención, estados con los que se enviaban indirectas y, ante la consiguiente pregunta, se respondía: «Nada, es una canción».

Brioche también vivió la moda de los «toques», aquellas llamadas perdidas. Porque, sí, querido amigo, a comienzos de los 2000, el afecto se demostraba haciendo llamadas perdidas a la persona que querías. Es más, podías medir lo que le importabas según la longitud del toque: «Uuuh, han sonado dos tonos, eso es que le gusto». Actualmente, si me hiciera eso alguien, iría específicamente a su casa a meterle una hostia, la verdad.

Posteriormente, llegó Tuenti. Los más jóvenes del lugar no lo conoceréis, pero, para que lo entendáis, era como si Instagram lo hubiera diseñado Dakota. Tuenti fue lo más durante un tiempo, cierto, e instauró algo que ahora parece normal, pero que antes no lo era: chatear gratis por teléfono. Lo más parecido que habíamos tenido a eso era el chat de Terra o el Latinchat. Aún existen y, la verdad, se crea un halo de romanticismo cuando te acuerdas de las conversaciones con Silvia_23, que en realidad era Eduardo, de cincuenta y seis años, encofrador casado y con tres hijos.

En el Tuenti empezaron ya a aparecer los primeros «truquitos»: cambios de foto de perfil, solicitudes de amistad con el mensaje «Oye, te he visto por aquí y me suenas mucho, pero no sé exactamente de qué...». Existieron cosas como subir una foto y poner títulos: «¿Qué opinas de mí?». Como si fuera una review de esas que hacen ahora los youtubers. O una mucho más tétrica: «Si me muriera mañana, ¿qué me dirías hoy?», que te salía un poco contestar «Pues no sé, tío, que te miraras el colesterol o la tensión».

Estudiar en esas circunstancias no era nada fácil, pero, aun así, Brioche se sacó la carrera de enfermería, como podéis apreciar, enfocada a la santería y la sanación. Todos estos conocimientos adquiridos siendo testigo de relaciones rotas en ferias de pueblo, ilusiones surgidas a los veintisiete minutos de conocer a una persona, auténticos prostitutos nacidos del averno... no hacían más que agrandar su base de datos de saberes románticos. Pero como no le pareció suficiente, para completar su currículum como oráculo, ingresó en Derecho y Finanzas, puesto que en las relaciones amorosas es importante contar con una buena base legal, ya que la vida le ha demostrado que hay auténticos reptiles. Las finanzas y la contabilidad son también indispensables en estas lides, por ejemplo, para comprobar que la gente en verano cuenta veinte y en realidad se ha comido una.

A toda esta preparación le sumó la herramienta de jugueteo máximo: Instagram. Lo vio surgir, desde que se usaba solo para subir fotitos artísticas de paisajes hasta el nacimiento de las listas de mejores amigos, donde el guarreo es ya incontrolable. Millones de penes y pussies descocados se adentran en esta aplicación para buscar cobijo, lo que ha hecho que existan auténticos especialistas del medio: Garcilasos del MD, Spielbergs del post, Christopher Nolans de la story...

A este envidiable currículum se le añaden ciertos poderes que numerosas personas han tildado de «paranormales». Donde otros solo ven redes sociales, el Oráculo es capaz de oler a través del wifi dónde hay guarreo. Es capaz de saber si un «Oye, ¿vamos a mear?» en una discoteca es efectivamente una necesidad fisiológica o es una putivuelta, y usa su flequillo como sensor para escudriñar la mentira en una expareja como si fuera Conchita la Poligrafista.

Por eso, querido amigo, lo que vas a leer a continuación es un arma definitiva de conocimiento. Úsala con responsabilidad, pues en este libro encontrarás un gran poder sobre el que gira el eje de toda la sabiduría occidental.

Sin más, bienvenido al Oráculo de Brioche.

GOOD VIBES.

cap-2

EL CONSULTORIO
DEL ORÁCULO DE BRIOCHE

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