Lanny

Max Porter

Fragmento

cap-2

 

Papá Berromuerto despierta de la siesta que ha hecho de pie, ancho como una hectárea, y se rasca los posos soñolientos de bitumen, que brillan colmados por pegotes de basura líquida. Se tumba a escuchar los himnos de la tierra (no le llega ninguno, así que se pone a tararear), a continuación se encoge, se rasga una boca con la anilla oxidada de una lata y sorbe una piel húmeda de mantillo rico en ácidos y detritívoros afrutados. Se quiebra y se tambalea, se divide y se recompone, expectora una maceta de plástico y un condón petrificado, se interrumpe brevemente como una bañera de fibra de vidrio hecha añicos, tropieza y se arranca la máscara, se palpa la cara y la descubre hecha de botellas de ácido tánico enterradas tiempo ha. Desechos victorianos.

 

Irascible, Papá Berromuerto no debería dormir jamás por la tarde; ahora ignora quién es.

 

Desea matar algo, así que se pone a cantar. Suena lento, para nada como las burbujas que una ola de calor hace brotar en el pavimento. Le lleva una hora de sudores esbozar una sonrisa. Se anima, comienza a charlar con voz de idiota cultivado con las alas apergaminadas y con sus subalternos subcorticales, con las marcas que él mismo dejó allí el año anterior, con ratones y alondras, topillos y ciervos, con el peculiar recuerdo que le dice que es un ser de ciclos fiables, que forma parte del currículo campestre. Una y otra vez se cambia de lúgubre disfraz mientras sortea los árboles entre crujidos, goteos y maldiciones. Avanza algunos metros como un ingeniero de chaleco fluorescente. Da un paso vestido de esmoquin, el siguiente como un refugio antiaéreo del tipo Anderson, otro con chándal, luego como una capota de jeep oxidada, a continuación es una falda de cuero, pero nada acaba de funcionar. Se detiene como un tubo de escape, se retuerce para adoptar la forma de un cepo de conejos, luego una ortiga meada y un cordero rosa estrangulado. Coge un mirlo al vuelo y le parte el pico amarillo. Se asoma al rostro desgarrado como si se tratara de un estanque de aguas limpias. Lanza el ave a través del estadio forestal, se pone en pie desnudo de árboles, frondoso, estampa contra el suelo los pies azulados por la acción de los hongos cromógenos. Su cuerpo es una armadura hecha de corteza que lleva grabadas en su superficie las iniciales de amantes adolescentes tiempo ha fallecidos. Atraviesa el bosque con paso firme, completamente despierto, con hambre en los oídos.

 

Solo hay algo que pueda alegrarle el día al huraño Berromuerto, y ese algo es alimentar sus oídos.

 

Se desliza por el terreno a la velocidad exacta del ocaso y llega a su lugar preferido. Esponjado en la penumbra, el pueblo se incorpora hermoso para darle la bienvenida. Se sube a la verja que encierra al ganado. Es invisible y paciente y tiene más o menos el tamaño de una pulga. Se queda quieto.

Escucha.

Aquí llega.

p-10.jpg

El sonido de los humanos, ligado a su interés, arrastrándose campo a través, succionado por su imperiosa necesidad.

p-10.jpg

Qué maravilla.

436711.jpg

 

Un delicioso momento del día.

 

436736.jpg

 

Ahora le envuelve, se asoma a su interior y tira de los hilos con delicadeza, es el director de orquesta que extrae el sonido de sus músicos,

436888.jpg

con destreza, sin prisas, con la misma lentitud con que el tiempo inflige la muerte a un organismo, poco a poco, escuchando. Oye cómo ese pueblo suyo se voltea camino de la hora de acostarse,

436766.jpg

437007.jpg

    Papá Berromuerto exhala, se relaja,

se repantinga contra los tablones de la cerca,

sonríe y se deja empapar por ella, su sinfonía inglesa,

437056.jpg

* Jerga para referirse a la teleserie Eastenders. Significa «borrachera» o «bujarrón». (N. del T.)

437103.jpg

    se zambulle en su interior, la engulle, se deja envolver por ella, se la restriega por todo el cuerpo, se la embute por cada uno de sus agujeros, hace gárgaras, juega, hace una pausa y araña, lame y sorbe a su son, desea sentirlo burbujeando en la lengua, este lugar suyo,

437150.jpg

439695.jpg

    Papá Berromuerto mastica los ruidos del lugar en espera de su sabor favorito, pero aún no ha llegado a él,

439851.jpg

y entonces lo oye, claro y verdadero, el encantador sonido de su preferido.

El niño.

 

Tendría cabeza de delfín y alas de

peregrino, sería un animal avisa-tormentas,

controlaría el clima mientras dormimos.

Papá Berromuerto se envuelve en sus brazos de alerce enfermo y un hilo de baba de cuco le recorre el mentón. Sonríe. ¡Cabeza de delfín y alas de peregrino! Le invade un anhelo quirúrgico, desea abrir el pueblo en canal y sacar al niño de allí. Extraerlo. Joven y anciano a la vez, espejo y llave. Un animal avisa-tormentas, controlaría el clima… Escucha al niño durante un rato, sus pensamientos mientras se mete en la cama, las palabras de buenas noches que le dedica a su madre, el flujo entre su mente despierta y el sueño visionario. Entonces, Papá Berromuerto abandona su posición y se aleja riéndose entre dientes, haciendo tintinear sus diversas pieles, vestido con un abrigo de lona crepuscular, ebrio de pueblo, rebosante de sensaciones, estremecido ante la idea de que una cosa lleva a la siguiente una y otra vez, constantemente, sin que exista nada parecido a un final.

 

MAMÁ DE LANNY

 

Me llegó el sonido de un

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos