La sociedad literaria y del pastel de piel de patata Guernsey

Annie Barrows
Mary Ann Shaffer

Fragmento

9788417384197-4

PRIMERA PARTE

Sr. Sidney Stark, editor

Stephens & Stark Ltd.

21 St. James’s Place

Londres S. W. 1

Inglaterra

8 de enero de 1946

Querido Sidney:

Susan Scott es maravillosa. Hemos vendido más de cuarenta ejemplares del libro, lo cual me resulta muy grato, pero mucho más emocionante desde mi punto de vista ha sido la comida. Susan se las arregló para hacerse con unos cupones de racionamiento y conseguir así azúcar glas y huevos de verdad para el merengue. Si todos sus almuerzos literarios van a alcanzar cotas tan altas, no me importaría ir de gira por todo el país. ¿Tú crees que una bonificación generosa haría que nos consiguiera mantequilla? Intentémoslo: el dinero lo puedes deducir de mis derechos de autor.

Y ahora viene la mala noticia. Me preguntaste qué tal iba mi nuevo libro. Simplemente no va, Sidney.

Flaquezas inglesas parecía muy prometedor al principio. Al fin y al cabo, deberían poder escribirse páginas y páginas acerca de la Asociación contra la Glorificación del Conejito Inglés. Encontré una fotografía del Gremio de Exterminadores de Alimañas en la que se los ve desfilando por una calle de Oxford con una pancarta que dice: «¡ABAJO BEATRIX POTTER!» Pero ¿qué se puede escribir bajo ese título? Nada, claro está.

Ya no quiero escribir ese libro, no tengo la cabeza ni el corazón en ello. Por más que adore a Izzy Bickerstaff —y la he adorado de verdad—, no quiero escribir nada más con ese pseudónimo. No quiero que me sigan considerando una periodista poco seria. Reconozco que hacer reír a los lectores durante la guerra, o por lo menos arrancarles una sonrisa, no fue poca cosa, pero ya no quiero seguir haciéndolo. Últimamente no encuentro dentro de mí ni el sentido de la medida ni el equilibrio, y bien sabe Dios que sin ambas cosas resulta imposible escribir humor.

Entretanto, me alegra mucho que Stephens & Stark esté ganando dinero con Izzy Bickerstaff se va a la guerra. Alivia los remordimientos de conciencia que tengo por el desastre de mi biografía de Anne Brontë.

Gracias por todo. Con cariño,

JULIET

P. D.: Estoy leyendo la correspondencia completa de la señora Montagu. ¿Sabes lo que le escribió esa triste mujer a Jane Carlyle? «Mi querida Jane, todos nacemos con una vocación, y la tuya es escribir notitas encantadoras.» Espero que Jane le escupiera a la cara.

De Sidney a Juliet

Srta. Juliet Ashton

23 Glebe Place

Chelsea

Londres S. W. 3

10 de enero de 1946

Querida Juliet:

¡Enhorabuena! Susan Scott me ha dicho que en el almuerzo te diste al público como un borracho se da a la botella de ron, y viceversa, así que, por favor, deja de preocuparte por la gira de la semana que viene. No me cabe la menor duda de que va a ser un éxito. Tras presenciar la emocionante interpretación que hiciste hace dieciocho años del poema «El joven pastor canta en el valle de la Humillación», sé que en cuestión de segundos tendrás a todos los oyentes metidos en el bolsillo. Un consejo: quizá en este caso, cuando termines, deberías abstenerte de arrojar el libro al público.

Susan está deseando llevarte por todas las librerías que hay desde Bath hasta Yorkshire. Y, por supuesto, Sophie está haciendo campaña a favor de que la gira se amplíe para que incluyamos también Escocia. Yo le he dicho, haciendo uso de mis exasperantes modales de hermano mayor, que eso aún está por ver. Te echa muchísimo de menos, lo sé, pero Stephens & Stark debe mostrarse impasible ante esos sentimientos.

Acabo de recibir las cifras de ventas de Izzy correspondientes a Londres y a los condados limítrofes, y son excelentes. ¡Enhorabuena otra vez!

No te preocupes por Flaquezas inglesas; es mejor que tu entusiasmo muera ahora que después de pasar seis meses escribiendo sobre conejitos. Las posibilidades comerciales de la idea eran atractivas, pero estoy de acuerdo en que el tema no hubiera tardado en volverse demasiado fantasioso. Ya se te ocurrirá otro, uno que te guste.

¿Cenamos algún día antes de que te vayas? Dime cuándo.

Un abrazo,

SIDNEY

P. D.: Escribes notitas encantadoras.

De Juliet a Sidney

11 de enero de 1946

Querido Sidney:

Sí, me encantaría. ¿Puede ser en algún sitio que esté junto al río? Quiero ostras, champán y rosbif, si es posible, y si no, valdrá con un pollo. Me alegro mucho de que las ventas de Izzy sean buenas. Pero ¿son lo bastante buenas como para que no tenga que hacer la maleta y marcharme de Londres?

Ya que S&S y tú me habéis convertido en una autora de éxito moderado, a la cena debo invitar yo.

Un abrazo,

JULIET

P. D.: No arrojé al público «El joven pastor canta en el valle de la Humillación». Se lo lancé a la profesora de oratoria. Mi intención era que le cayese a los pies, pero fallé.

De Juliet a Sophie Strachan

Sra. de Alexander Strachan

Feochan Farm

junto a Oban

Argyll

12 de enero de 1946

Querida Sophie:

Claro que me encantaría verte, pero soy una autómata que carece de alma y de voluntad propias. Sidney quiere que vaya a Bath, Colchester, Leeds y otros lugares paradisíacos que en este momento no recuerdo, y no puedo escaparme sin más para irme a Escocia. Sidney frunciría el ceño, entornaría los ojos y se marcharía ofendido. Y ya sabes lo angustioso que es que Sidney se ofenda.

Ojalá pudiera escabullirme para ir a tu granja y dejar que me mimaras. Me dejarías poner los pies en el sofá, ¿a que sí? Y luego me arroparías con una manta y me traerías un té. ¿Le importaría a Alexander tener una inquilina permanente en el sofá? Ya me has dicho que es un hombre con mucha paciencia, pero tal vez eso le resultara molesto.

¿Por qué me siento tan melancólica? Debería estar contenta ante la perspectiva de leer Izzy a un público cautivado. Ya sabes lo mucho que me gusta hablar de libros, y también lo mucho que me gusta recibir elogios. Debería estar ilusionada. Pero lo cierto es que estoy triste, más de lo que estaba durante la guerra. Todo está destrozado, Sophie: las calles, los edificios, la gente. Sobre todo la gente.

Lo más probable es que esto sea un efecto secundario de la horrible cena a la que asistí anoche. La comida fue espantosa, pero era de esperar. Lo que me puso nerviosa fueron los invitados: el grupo de personas más desmoralizante que he conocido en mi vida. La conversación giró en torno a las bombas y el hambre. ¿Te acuerdas de Sarah Morecroft? Pues estaba allí, un saco de huesos, con la carne de gallina y los labios pintados de rojo. ¿Verdad que antes era guapa? ¿No estaba loca por aquel jinete que había estudiado en Cambridge? A él no lo vi por ninguna parte; Sarah se ha casado con un médico de piel grisácea que chasquea la lengua antes de hablar. Y era la viva imagen del romance desenfrenado en comparación con mi compañero de mesa, que resultó ser un tipo soltero, supuestamente el último que debe de quedar en el mundo. ¡Dios, qué forma tan triste y mezquina de hablar la mía!

Sophie, te lo juro, creo que hay algo en mí que no funciona. Todos los hombres que conozco me resultan insoportables. A lo mejor debería bajar un poco el listón, no tanto como para quedarme con es

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