Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Cita
Introducción
LUNES
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
6 de abril de 1986
MARTES
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
17 de abril de 1987
MIÉRCOLES
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
6 de abril de 1984
JUEVES SANTO
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
6 de abril de 1984
VIERNES SANTO
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
SÁBADO DE PASCUA
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
DOMINGO DE PASCUA
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Epílogo
Agradecimientos
Notas
Sobre la autora
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Créditos
Para Adam, George y Anna
Y para Amelia
«Errar es humano, perdonar es divino».
ALEXANDER POPE
Pobre, pobre Pandora. Zeus la envía a casarse con Epimeteo, un hombre no demasiado brillante a quien ni siquiera conoce, llevando como regalo nupcial un ánfora misteriosa herméticamente tapada. Nadie le ha explicado el contenido del ánfora. Nadie le ha advertido que no la destape. Pero, naturalmente, ella la abre. ¿Qué otra cosa puede hacer? ¿Cómo iba a saber que todas esas terribles calamidades iban a escapar del interior para atormentar para siempre al género humano y que lo único que quedaría dentro sería la esperanza? ¿Cómo no había una etiqueta de advertencia?
Y, luego, todo el mundo exclamaría: Oh, Pandora. ¿Dónde está tu fuerza de voluntad? Te dijeron que no abrieras esa caja, tú, chica fisgona, mujer de insaciable curiosidad, contempla ahora lo que has hecho. Y ella se defenderá. Para empezar era un ánfora, no una caja, y, además, cuántas veces tendrá que decirlo, ¡nadie le dijo que no la destapara!