Nadie muere la víspera

Manuel Vicent

Fragmento



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Portadilla

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Prólogo de Manuel Rivas

Bailar

Paraíso

Todo es cine

El general

Alaridos

Sugestión

La isla

Índices

Ceniza

Una canción

Formas

El candil

Rebelde

Desagüe

Animales

Negación

Insomnio

El muelle

Raviolis

El viento

Luna llena

Talismán

Placeres

La sopa

Fiesta

Silencio

Laurel

El azar

Cráneos

Nave azul

Redada

Expresionismo

El desafío

Incendio

El poder

Puñalada

Nueva York

Viajeros

Conciencia

Repuestos

Hilo de oro

Para volar

Vanguardia

Mosquito

Ser o no ser

Jardinero

La condena

Nueces

Chicharra

Otro vuelo

Regata

Caverna

El jardín

Tres de oros

Maracas

La gloria

Corazón

Manet

Elegancia

Olimpo bajo

Panteísmo

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Biblioteca

Rostros

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Mapa

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Cerrar los ojos

Conciencia

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Chimpancé

Fosa común

Cuchillo

Una novicia

Surcos

Dioses

Todo azul

Atraco

Lisboa

Prostíbulo

Dios mineral

Idioma

Almas

Destripador

Muy sencillo

Comentario

Doble vida

Hiedra

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Mística

Travesía

Promoción

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Viaje

Solsticio

La condena

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Espejos

Everest

Éxtasis

Las nubes

Resucitar

Y qué

La tapia

El eclipse

Visionarios

Estrellas

Juegos

Cerrojos

Zumo

Para volar

Pecado

Alejandría

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El vacío

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Refugio

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El baúl

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Esperpento

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Dos impactos de bala

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Sobre el autor

Créditos

Esperando a Vicent

Esperando a Vicent

Por Manuel Rivas

He estado estudiando la lluvia durante años. Una de las facetas que más me interesa en la estética de la lluvia es la de la disposición de las gotas en el paisaje justo después de llover. Del pentagrama de las ramas de un castaño en invierno pueden colgar durante un instante magnífico, que en gallego-portugués llamamos estrelampo, las notas todas de la Grosse Fuge del Opus 133 de Ludwig van Beethoven y en el cordel de un tendal cantan las lágrimas de un fado, probablemente Estranha forma de vida. Cada árbol, cada arbusto, construye una partitura, un texto diferente para el recuerdo vivo de la lluvia. Porque una cosa es el recuerdo y otra muy distinta el recuerdo vivo, el recuerdo crisálida.

La obra de Manuel Vicent parece pertenecer a ese orden imaginativo de la naturaleza. Cada texto es una composición. Cada texto se sostiene sobre un árbol. Es lo que queda después de la lluvia.

Entrevistos en los hielos presentidos en el corazón de las piedras

De ser una palabra, me gustaría caer en manos de Manuel Vicent. Por muy raída que estuviese, por muy abollada, aunque fuese una palabra desterrada, una piltrafa de palabra, un adjetivo a saldo en una valla publicitaria, un sustantivo borracho, un adverbio de tiempo comido por los celos, fuera quien fuese, incluso la palabra nada, que es una palabra que no tiene dientes y envidia a la brizna. Si yo fuese una palabra derrotada o victoriosa, oxidada o luminosa, pi

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