Setecientos millones de rinocerontes

Manuel Vilas

Fragmento

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Índice

 

Portadilla

Índice

Cita

Vivir es un rinoceronte

1. Rinocerontes en familia

El hígado errante

Lago Michigan

Tres urnas

2. Rinocerontes amorosos

La Banda

Residencia en la luna

3. Rinos rojos y amarillos

Los rinocerontes iluminados

Amarillo

4. Los dipsómanos bebemos rino con hielo

Real Madrid

Francisco Umbral

5. Rinos y abadas muertos

La abada ebria

1956

6. Rinocerontes del enardecimiento

La Torre de Babel

Minibar en Roma

Las cinco galletas

1901

7. Rinos divorciados

El peluquero muerto

Zapatos

El rinoceronte de Sumatra

8. El arte del rinoceronte

Cervantes, Federico, Buñuel, Tolstói, Leopardi

Los rinocerontes rusos

Notas

Sobre el autor

Créditos

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«Trajeron del Brasil unos portugueses

en el siglo XVI una abada o rinoceronte

hembra».

ÁNGEL FERNÁNDEZ DE LOS RÍOS

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Vivir es un rinoceronte

 

Las danzas de la vida son historias que yo cuento. Cuento historias que hablan de bailar mientras nuestras vidas duran. Estaba pensando en la vida como un humilde e inexpresivo baile en el tiempo. Un baile de rinocerontes, de seres corpulentos. En el cuerpo de los rinocerontes, en la masa tangible, está contenido todo: el amor a los padres, el amor a las ciudades, el amor al hecho físico de respirar, el amor a la locura, el amor a la soledad, el amor al amor. Las danzas de la vida tatuadas en la parsimonia hierática y misteriosa de un rinoceronte.

Setecientos millones de rinocerontes es un manual paliativo para personas que hayan sufrido algunos de los padecimientos psicológicos avanzados que en este libro se detallan, especialmente el simple y llano padecimiento de vivir, de estar vivo, y sus infinitos derivados, algunos aún por catalogar.

En realidad, yo llamo trastorno del rinoceronte al hecho en sí de existir, de vivir, de pasar por este mundo.

El rinoceronte es el animal totémico del siglo XXI. Su pasividad ante el incendio de la raza humana es nuestra pasividad.

El rinoceronte es el estado sólido de la existencia. Materialmente, existir es un rinoceronte.

Porque los rinocerontes se caracterizan por su gran tamaño. La existencia de los seres humanos es un megarrinoceronte.

El escritor rumano Eugène Ionesco escribió una obra de teatro titulada Rinoceronte, donde se maltrataba a este animal. Fue denunciado por ello y hubo una condena a muerte que no se cumplió, injustamente.

Como digo, Ionesco fue llevado a los tribunales por maltrato animal. Este hombre, que escribió en francés y no en rumano, pues si hubiera escrito en rumano, su maltrato a los rinocerontes habría pasado desapercibido, pensaba que los rinocerontes son seres abominables.

No sé si recuerdan ustedes que en el siglo XX florecieron unos señores extremadamente malignos llamados Stalin y Hitler. Pues bien, Ionesco pensó que los seres humanos, por influjo de Stalin y de Hitler, nos convertimos en gregarios rinocerontes.

Estaba equivocado.

El rinoceronte es amor, es dulzura y es pasión.

Mucha gente que ha sido declarada médicamente muerta y que de forma milagrosa ha vuelto a la vida dice haber visto una luz.

De entre estos regresados hay unos pocos que, bien porque han recibido el don de la iluminación, bien porque permanecieron muertos más tiempo, lograron ver qué había un poco más allá de la luz. Y un poco más allá de la luz, cuando consigues ver qué hay detrás de esa alegórica luz, te topas con una manada de setecientos millones de rinocerontes.

Es una medida justa: setecientos millones.

Los rinocerontes viven como nosotros, pueden llegar a los ochenta años.

Pueden alcanzar un peso de tres mil seiscientos kilos. Es verdad que los elefantes pesan más, pero los elefantes no encierran el significado de la existencia humana.

Y además, los elefantes no nos interesan.

Están muy vistos. Todos los circos de la Tierra tienen elefantes. Y los zoos también.

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