La imperfección del amor

Milena Agus

Fragmento

Indice

Índice

Cubierta

Portadilla

Índice

Cita

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Agradecimientos

Notas

Sobre la autora

Créditos

Grupo Santillana

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—Está lleno de luciérnagas —dice el Primo.

—Si las miras de cerca —dice Pin—, las luciérnagas también son unos bichos asquerosos, rojizos.

—Sí —dice el Primo—, pero vistas así son bonitas.

Y el hombretón y el niño siguieron caminando tomados de la mano y, rodeados de luciérnagas, se internaron en la noche.

 

ITALO CALVINO

El sendero de los nidos de araña

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1.

 

 

 

 

La familia de las tres hermanas ya era rica a principios del siglo XIX, cuando el rey vino a refugiarse aquí, en Cerdeña, tras la llegada de los franceses a Piamonte, pero todavía no era noble. Según dicen, el título le fue concedido porque un antepasado le había conseguido al rey, que siempre estaba de mal humor, despotricando contra Cerdeña porque era el «culo del mundo», y dando portazos en el Palacio Real, unas vajillas hermosísimas para que pudiera poner la mesa adecuadamente.

El palacio nobiliario se encuentra en el barrio de Castello y fue construido en el siglo XVII, de manera que ya existía en la época en que el tatarabuelo lo recibió como regalo del rey juntamente con el título. Se trata de un edificio que hace esquina. En otros tiempos las tres fachadas pertenecían a la familia de las condesas, con dos entradas que daban a las calles más importantes del barrio, animadas por un trajín de tíos, tías, abuelos, primos, sirvientes y también médicos, porque la mamá de las condesas sufría del corazón.

A las nobles damas les han quedado dos de las tres fachadas, una da al callejón, y la otra, a la calle principal. En las plantas primera y segunda se encuentran los largos balcones centrales con balaustradas de estatuas estilizadas de yeso, flanqueados a la derecha y a la izquierda por balcones más pequeños. En la tercera planta sólo hay ventanas enmarcadas por columnas, rematadas por frontones en cuyo interior se encuentran los tímpanos con ángeles.

El vestíbulo es suntuoso y, cuando el portón está abierto, mucha gente se para a curiosear o entra, atraída quizá por la atmósfera absorta o por el silencio, como en los conventos. En las cuatro paredes del vestíbulo hay unas hornacinas con los bustos de los antepasados y, al fondo, dos pequeñas escaleras de mármol blanco, con balaustradas también de mármol blanco que se unen en la entreplanta y forman una galería con arco central que lleva a las escaleras.

A ambos lados del arco se abren dos puertas, la de la derecha corresponde al apartamento número uno, y la de la izquierda, al apartamento número dos, ya vendido. En el centro, pasado el arco, se encuentra el rellano que lleva a las escaleras, iluminadas por ventanas con vidrieras de colores, como en los caleidoscopios. La escalera de la derecha conduce al apartamento número tres, de Maddalena y Salvatore, y la de la izquierda, al apartamento número cuatro, ya vendido. En la segunda planta están los apartamentos cinco y seis, ya vendidos. Después, en la tercera planta, los apartamentos siete, ya vendido, y ocho, donde vive Noemi.

Maddalena y Salvatore, su marido, que debían formar una familia numerosa, viven en la planta noble. Además de las ventanas que dan al patio interior, tienen un balcón a la calle y dos ventanas sobre el callejón, que desemboca en una plazoleta de Cagliari iluminada por la luz cegadora del cielo y el mar.

Pero es en el gran patio interior, al que en otros tiempos daban las habitaciones menos nobles, donde los apartamentos de las condesas poseen el mayor número de ventanas.

En el curso de los años el edificio sufrió una división tras otra a raíz de las quiebras y a la familia sólo le quedaron los apartamentos uno, tres y ocho, y para Noemi, la primogénita, sería una satisfacción readquirirlos todos antes de envejecer y morir.

En otros tiempos, en la casa de la condesa de mantequilla no vivía nadie, era un almacén de provisiones. Es oscura y fea, pero segura para su hijo Carlino, que desde que ha aprendido a caminar se escapa y echa a correr por las callejuelas. Se escapa y corre antes de que a su mamá le haya dado tiempo a limpiarlo. Con las comisuras de la boca siempre brillantes de algo que acaba de comer. Y su mamá detrás. Corre hacia los grupos de niños que juegan en las plazoletas y que nunca lo quieren. Su mamá lo encuentra y cuando ve que nadie se junta con su hijo, pone cara triste, después lo toma de la mano y se va caminando para su casa con la cabeza inclinada hacia un lado.

Noemi no traga a esos niños. Piensa que no se juntan con su sobrino porque lleva unas gafas que parecen de submarinista.

—Ya me las van a pagar —dice.

 

 

El título nobiliario de las tres hermanas no es en absoluto de Mantequilla. Así llaman a la más pequeña, porque es torpe, por tener manos de mantequilla y porque toda la realidad le hace daño a su débil corazón, que también es de mantequilla.

Cuentan que cuando era muchachita la reprendían, porque cuando en la

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