Suave caricia

William Boyd

Fragmento

libro-1.xhtml

Índice

 

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Amory Clay en 1928

Cita

Prólogo

Libro primero: 1908-1927

1. Una chica con una cámara

2. Asuntos familiares

3. Alta sociedad

4. Cloudsley Hall

Libro segundo: 1927-1932

1. La vida es hermosa

2. Berlín

3. Ein wenig Orgie

4. Un lugar muy privado, muy secreto

5. ¡Escándalo!

6. El salario del pecado

Libro tercero: 1932-1934

1. Americana

2. El hotel Lafayette

3. El momento decisivo

4. Al sur de la frontera

Libro cuarto: 1934-1943

1. Camisas negras

2. Los disturbios de Maroon Street

3. Persimmon Hall

4. Le Capitaine

5. Operación Antorcha

Libro quinto: 1943-1947

1. Typhoon

2. High Holborn

3. El Día D

4. París

5. El supertanque

6. Transformaciones

Libro sexto: 1947-1966

1. La Casa de Farr

2. La bodega

3. Consecuencias

4. «Scotia!»

Libro séptimo: 1966-1968

El álbum de recortes de Vietnam

Libro octavo: 1968-1977

1. Habitación 42, motel San Carlos

2. Willow Ranch

3. La señora de Tayborn Gaines

Coda en Barrandale: 1978

Agradecimientos

Notas

Sobre el autor

Créditos

libro-2.xhtml

A Susan

libro-3.xhtml

sweet-caress001.tif

AMORY CLAY EN 1928.

libro-4.xhtml

«Quelle que soit la durée de votre séjour sur cette petite planète, et quoi qu’il vous advienne, le plus important c’est que vous puissiez —de temps en temps— sentir la caresse exquise de la vie.»

 

[Dure lo que dure vuestra estancia en este pequeño planeta, tanto da lo que ocurra en ella, lo más importante es sentir —de vez en cuando— la suave caricia de la vida.]

 

JEAN-BAPTISTE CHARBONNEAU,

Avis de passage (1957)

libro-5.xhtml

Prólogo

 

¿Qué me atrajo, me pregunto, hasta el borde del jardín? Recuerdo la luz de verano: los árboles, los arbustos, la hierba verde y luminosa, impregnada del suave y amable sol de la caída de la tarde. ¿Fue la luz? Pero también se oyeron risas, procedentes de un grupo de gente congregada junto al estanque. Alguien debía de estar haciendo el tonto y todo el mundo se reía. La luz y las risas, por tanto.

Yo estaba en casa, en mi dormitorio, aburrida, con la ventana completamente abierta para escuchar el parloteo de los invitados. De repente, el arpegio de las risas de alegría me impulsó a saltar de la cama y dirigirme a la ventana para ver a todas aquellas damas y caballeros, el entoldado y las mesas con caballete sobre las que se disponían los canapés y los cuencos con el ponche. Sentía curiosidad: ¿por qué todos se dirigían hacia el estanque? ¿Cuál era el origen de todo ese júbilo? Así que bajé a toda prisa para unirme a ellos.

Y entonces, cuando había recorrido la mitad del césped, di media vuelta y regresé corriendo a casa para coger la cámara. ¿Por qué lo hice? Creo que ahora, después de todos estos años, tengo una ligera idea. Quería capturar aquel momento, esa amable reunión en el jardín durante una cálida tarde de verano en Inglaterra; capturarla y encerrarla para siempre. De algún modo, sabía que tenía la capacidad de detener el implacable avance del tiempo y conservar aquella escena, aquella fracción de segundo en la que todas aquellas damas y caballeros, ataviados con sus mejores galas, se reían, indiferentes y despreocupados. Los captaría en un instante, para siempre, gracias a las propiedades de mi maravillosa máquina. Tenía en mis manos el poder de detener el tiempo, o eso me imaginaba.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos