Voy

Gabi Martínez

Fragmento

libro-3

Elsa

Si me interesa especialmente el viaje de su exmarido a Italia, es porque fue el primero de varios días de duración que hizo con usted. Tiene algo de viaje original, de principio de muchas cosas.

Él ya había hecho viajes solo, el principio de todas esas cosas lo encontrarás en sus notas.

El problema es que no tengo acceso a la mayoría de ellas. Por eso, como le comenté por e-mail, intento reunir toda la información posible sobre él a través de la gente que alguna vez le acompañó en un viaje.

Y con eso quieres escribir un libro.

Sí. Y, quizá, emprender su búsqueda. Los datos que me den sus compañeros me podrían ayudar a deducir sus movimientos.

No me vengas con tonterías, esto no es un juego. Pronto hará un año sin noticias de él. Con toda la tecnología y los medios de comunicación actuales..., después de un año, o está muerto o no quiere que lo encuentren. Si resulta que está vivo y cumples tu idea con éxito, verte no le va a hacer ninguna gracia.

Por cómo habla, cualquiera diría que no quiere que lo encuentren.

(Silencio.)

Has venido para hablar de Italia, ¿no? No sé si voy a poder ayudarte mucho. He compartido dieciocho años de viajes con él, podría contar con detalle historias de Malta, Croacia, Azores, Shanghái, Nueva York..., pero Italia queda ya muy lejos... Me acuerdo de instantes, sensaciones... Fue un viaje en tren. Ha habido muchos trenes. No sé, ¿por dónde empiezo?

¿Habían hecho algún viaje tan largo antes?

Cuando nos escapamos a León un fin de semana para celebrar los carnavales. Fue una paliza, toda la noche en uno de aquellos trastos lentísimos. Aunque sabíamos entretenernos. Pasamos un buen rato imaginando qué haríamos con los disfraces que llevábamos en las mochilas. Creo que eran de romanos, al menos recuerdo túnicas y una especie de peto. La cuestión es que a base de fantasear terminamos haciendo el amor en el lavabo. Era todo emocionante. ¿Qué teníamos: diecinueve, veinte años? Y mis padres pensando que estaba con una amiga, como en las películas malas. En aquella época estaba harta de la presión en casa, sentía que mis padres no tenían en cuenta mis deseos y la Navidad anterior había ocurrido algo que me hizo ver claro que debía empezar a tomar iniciativas por mi cuenta.

Gabi vino a casa para regalarme un cachorro de perro, pero mis padres no dejaron ni que traspasara la puerta. Se quedó ahí, en el umbral, con el perro en brazos escuchando a mi padre decir que no podíamos aceptarlo debido a los problemas nerviosos de mi madre. Yo seguía la conversación desde el final del pasillo porque me obligaron a quedarme dentro; era una charla entre hombres. Ahora lo pienso y me parece muy sensato el rechazo de mis padres, un piso urbano no es lugar para animales de cierto tamaño, pero en aquel momento me dolió, aunque a Gabi le afectó aún más. Él siempre había tenido perro en casa y los consideraba compañeros naturales de las personas, alguien más de la familia. Creía que te ayudaban a ser mejor y por eso aquel regalo tenía un significado importante para él. Lo compró con los pocos ahorros que guardaba y había dedicado mucho tiempo y mucha ilusión a conseguir el perro.

Le costó digerir la negativa, aunque nadie lo habría dicho mirándole a la cara. Encajó el discurso quieto en el umbral. Desde el final del pasillo veía a Gabi alternando las miradas al perro y a mi padre. Al perro y a mi padre. Frío, sin abrir la boca.

—Muy bien —fue lo único que dijo antes de despedirse.

O sea que la escapada a León fue una especie de venganza.

Eres un poco atrevido con tus comentarios.

Pero es así, ¿no?

Te equivocas. Al menos por mi parte, te equivocas. Yo necesitaba algo tan común como salir, ver otras cosas, saber que podía arreglármelas lejos de casa. Mis padres eran los que me impedían hacerlo, y eso me predispuso en su contra durante una temporada. Una historia vulgar. A mis hermanos y a mí nos educaron al viejo estilo, con horarios rígidos para volver de fiesta, obligados a dar siempre la razón a los mayores, estudiar disciplinadamente con la idea de conseguir un trabajo fijo lo antes posible... Todo muy como-debe-ser. Mi familia es conservadora. Mi padre era un publicista hecho a sí mismo que pasó de crecer en una familia muy modesta a diseñar campañas comiendo con grandes ejecutivos en Au Pied de Cochon de París, y tenía el anhelo de que sus hijos siguieran escalando peldaños en la cadena social. De modo que la irrupción de aquel aprendiz de periodista con pésimo gusto para elegir una ropa que además muchas veces era obviamente de segunda mano no fue la mejor de las noticias. No me expresaron su desagrado, pero desde luego que entre las opciones imaginadas el perfil de Gabi no estaba. Normal. Por si fuera poco, cuando alguna vez se encontraron, Gabi se mostró correcto pero..., cómo decirlo..., soberbio. Si se sentía incómodo por lo que fuera o percibía que no era bien recibido, se convertía en el mudito orgulloso, y ése fue el papel que adoptó con mis padres. Callaba mucho mientras lo miraba todo y por eso inquietaba a la gente de alrededor, incluso a su familia. Era de ese tipo de personas del que puedes pensar que son idiotas, antisociales... o, bueno, si te gusta, decides que tienen un increíble mundo interior y por eso les cuesta relacionarse. Yo escogí la última opción, claro, me había enamorado de él.

Lo del amor fue rápido. Me gustaba, quiero decir que me parecía atractivo, y cuando hablábamos..., no sé... Creo que sobre todo me atrajo su ambición, la idea de romper con todo que transmitía y que entonces me parecía tan sugerente... No sabía muy bien qué quería hacer, pero buscaba salirse de lo esperado. Por ejemplo, como no se conformaba con una cama para el sexo, lo hicimos varias veces escondidos en jardines públicos, en edificios a medio construir, en vestíbulos de porterías, en el rompeolas, en descampados, yo qué sé... Lo inusual le hacía sentir bien y cuando propuso escapar a León lo interpreté como un paso lógico de nuestro noviazgo. Dos chicos jóvenes se las apañan para pasar un fin de semana a solas. No hubo más que eso en la aventura de León. Es muy retorcido pensar que fue una revancha..., no me lo había planteado hasta ahora. ¿Cuánto hace que trabajas como periodista?

Cuatro años.

Eres chileno, ¿verdad?

Tiene buen oído.

El primer jefe de Gabi fue un chileno y tengo ese acento clavado. Durante dos años, su voz estuvo en todas partes, la oía cuando menos lo esperaba, cuando no quería oírla. Su jodida voz.

¿Cómo se llamaba ese periodista?

Mateo. Fue el último reportero que entrevistó a Salvador Allende. Lo hizo mientras el presidente se defendía en el Palacio de la Moneda, creo que aún tiene metralla incrustada de aquel tiroteo. Pero ¿tú no has venido a hablar de Italia?

No importa. Creo que esto puede ayudarme. ¿Puede contar algo más sobre ese hombre?

No me hace mucha gracia... No sé cuántos años hará que no pensab

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