El entierro de Genarín

Julio Llamazares

Fragmento

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Índice

 

Portadilla

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Dedicatoria

PRÓLOGO NUEVO PARA UN LIBRO ANTIGUO

El entierro de Genarín

1. De la terrible y espantosa muerte de Nuestro Padre Genarín y de los portentosos signos que la rodearon

2. Donde se narran la infancia y juventud del pellejero Genarín y las innumerables desventuras que acompañaron su paso por el mundo. Y de cómo, en cada uno de sus actos, se cumplieron las predicciones del profeta

3. De la palabra santa que Genarín esparció sobre la tierra. Sermones y parábolas. Y sustancioso ejemplo que de ellos ha de tomarse

4. Fundación de la Sagrada Cofradía. Entierro y vía crucis. Acusado por los príncipes de la ciudad, Genarín comparece ante Pilatos. Lamparilla le traiciona y el gallo de San Isidoro canta tres veces

5. De los milagros y prodigios que Nuestro Padre Genarín obró desde los cielos: redención y escarnio de la Moncha, inmerecido ascenso de la Cultural y Deportiva Leonesa a Primera División y maldición del sereno de San Lorenzo. Resurrección de Genarín y curación de un nefrítico de La Sobarriba

6. Lenguas de orujo iluminan a sus evangelistas. Florilegio de varios y silva de romances funerarios

Notas

Sobre el autor

Créditos

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A Francisco Pérez Herrero, el último evangelista

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Prólogo nuevo

para un libro antiguo

 

 

 

Ignoro el número de ediciones que se han hecho de este libro desde la primera que se publicó en León en 1981, pues alguna no llegó a contabilizarse (Ediciones Endymión, que fue la editorial que lo publicó más veces, no destacaba precisamente por su puntillosidad), pero sí tengo claro que ésta es especial. Y lo es por dos motivos distintos: en primer lugar, por lo que supone de resurrección de un libro que había desaparecido prácticamente del mercado junto con la editorial que lo publicaba (Jesús Ayuso, su propietario, se dedica ya hace tiempo en exclusiva a sus colmenas alcarreñas y Jesús Moya, su director y alma, navega, retirado ya de todo, entre las brumas de su vejez) y, en segundo lugar, por las ilustraciones de que se acompaña en lugar de las fotografías de siempre, obra del ilustrador y pintor Antonio Santos.

La historia de este libro la he contado muchas veces, la última en el prólogo a la edición de Ediciones B (hay otra posterior aún, de la editorial Edilesa para el Diario de León con motivo del centenario de este periódico), pero la resumo ahora para los lectores de ésta; el hecho de que la haga una gran editorial me hace intuir que muchos serán nuevos del todo. El entierro de Genarín, que es el más desconocido de mis libros pese a llevar, como digo, varias ediciones ya, se publicó por primera vez en León el año 1981 bajo el sello de una editorial local, Ediciones del Teleno, que desapareció en seguida. Aparte de El entierro de Genarín, sólo publicó otro libro, Orillas del Órbigo, del poeta Antonio Colinas. Sin embargo, tanto uno como otro, se habían vendido muy bien, en concreto El entierro de Genarín dos ediciones, de 3.000 y 2.000 ejemplares, que se agotaron en sólo una semana, la que duró aquel año la Feria del Libro de León, en cuyas casetas se vendieron todos los ejemplares y eso que en un principio algunos libreros se habían negado a acogerlos por «su carácter irreverente e irrespetuoso con la religión católica» del mismo modo en que el Diario de León, el mismo periódico que lo reeditaría años después junto a otros varios libros de autores leoneses para conmemorar su primer centenario, se negó a dar noticia de él porque su director entonces consideró que «atentaba contra la Eucaristía» (sic). Todavía recuerdo las muchas horas que pasé ayudando por las noches a encuadernar ejemplares del libro en la imprenta para que pudieran llegar al día siguiente a la Feria, ante cuyas casetas se formaban colas pidiéndolos, y las que pasé firmándolos mientras el editor permanecía desaparecido, un estado que anticipaba ya el destino de su editorial.

Me gustaría afirmar que la razón del éxito de El entierro de Genarín en León fue la calidad del libro, pero la sinceridad me obliga a reconocer que se debió mucho más a la oportunidad de su aparición, el año en el que se recuperaba definitivamente una tradición, la del Entierro de Genarín, una procesión profana que había estado prohibida desde los años cincuenta, y la naturaleza del propio libro, en el que, junto a las andanzas y los milagros del popular pellejero, se daba cuenta de los lugares que frecuentaba, que eran los bajos fondos de la ciudad, aquellos humildes barrios del extrarradio leonés donde vivían las putas y sus proxenetas y de los que los periódicos no solían dar noticia salvo en las páginas de sucesos. La de la muerte de Genarín, por ejemplo, yo la encontré en uno de ellos después de mucho buscarla, pues venía camuflada entre varios anuncios publicitarios.

El entierro de Genarín, a pesar de agotarse en sólo unos días, tardó tres años en reaparecer y lo hizo ya en Madrid, en una editorial, Ayu

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