Rondó para Beverly

John Berger
Yves Berger

Fragmento

libro-10

 

Para ti y sobre ti. Muchas veces, cuando lo que se escucha es un solo, al principio uno tiene la impresión de que está escuchando algo que va dirigido a otro; pero al cabo de un rato se convierte en ese otro. Y así, igual algún lector se convierte en ti.

Cuando regabas tus plantas, las que tenías delante de la casa, directamente en la tierra, y las que tenías en cajones de madera en el balcón, a veces me parecía ver que existía una relación entre el acto de regar y la oración, y el consiguiente nexo, entre la oración y el amor. La temperatura del agua cambiaba según el tiempo que hiciera y el tiempo que hubiera pasado el cubo al sol. A veces estaba más caliente que la temperatura del cuerpo humano. A veces estaba helada. Pero en ningún caso alteraba el amor con el que lo hacías, ni el mío cuando te veía con el sombrero que te ponías para regar.

Y de pronto, escribiendo esto, se me vienen a la cabeza unos versos de Mahmud Darwish y nos veo comiendo con él en un restaurante en Ramala (¿o era en Nablus?, te habría preguntado, y tú, con esa memoria rápida que tenías y tu talento para registrar los datos, que manejabas con la misma soltura con la que barajabas las cartas, me habrías sacado de dudas al instante. Pero ¡ya no puedes hacerlo!). Apenas participaste en aquella turbulenta conversación, pero le pediste a Mahmud que leyera un poema, y a él le halagó tu petición y recitó unos versos, pausadamente.

Aquellos en los que estoy pensando ahora no son los mismos que te leyó él aquel día, sino estos otros:

… y me dijiste: si muero antes que tú

líbrame de las palabras en lata y de las fechas caducadas.

Aléjame de la tierra en la que duermo,

pues una sola hoja de hierba puede

enseñarte tal vez que la muerte es una manera de plantar…

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14.tif

Te gustaba cuidar de las plantas porque era una manera de acariciar el futuro, de acomodarlo, de forma parecida a como me colocabas la bufanda junto a la puerta antes de salir al frío. Eras una apasionada del futuro, y no porque creyeras en utopías, sino porque esa pasión nos permite impugnar y, a veces, superar el presente. Atravesaste el presente como una corredora que llevara mensajes del pasado al futuro, y tenías cuerpo de corredora, de amazona y de patinadora.

Hacías salto a caballo, participaste en el Movimiento por los Derechos Civiles y patinabas sobre hielo; a los diecinueve años te casaste con Dilip, que era de origen indio, y antes de que yo te conociera ya habías abandonado Estados Unidos para siempre. Dabas cada paso, ya fuera sobre hielo o en la vida, muy discretamente; nunca optaste por nada extravagante o llamativo.

Cuando te observo, tienes el aire, la concentración de una experta exploradora. Por tu manera de ponerte el sombrero o el abrigo, tu manera de mantener la cabeza erguida, de abrir una puerta o de volverte, se diría que eres una exploradora.

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