La liberación de la Bella Durmiente (Saga de la Bella Durmiente 3)

Anne Rice

Fragmento

 

Título original: Beauty’s Release

Traducción: Rosa Arruti

1.ª edición: junio 2012

 

© Anne O’Brien Rice, 1985

© The Stanley Travis Rice Jr. Testamentary Trust

© Ediciones B, S. A., 2012

para el sello B de Bolsillo

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal:  B.15646-2012

ISBN EPUB:  978-84-9019-139-2

 

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Contenido

Portadilla

Créditos

 

Resumen de lo acontecido

Cautivos en el mar

Recuerdos del castillo y del pueblo

A través de la ciudad y en el interior de palacio

Examen en el jardín

Misterioso amo

Ritos de purificación

La primera prueba de obediencia

Por el amor del señor

La veladora

Una lección de sumisión

Misteriosas costumbres

El jardín de las delicias varoniles

La gran presencia real

La alcoba real

Nuevas enseñanzas secretas

En los brazos del destino

Una decisión para Lexius

Revelaciones en el mar

El dictamen de la reina

Primer día entre los corceles

Esplendorosa vida cortesana

Vivir entre corceles

El momento de la verdad

 

RESUMEN DE LO ACONTECIDO

 

En El despertar de la Bella Durmiente:

Tras cien años de sueño profundo, la Bella Durmiente abrió los ojos al recibir el beso del príncipe.

Se despertó completamente desnuda y sometida en cuerpo y alma a la voluntad de su libertador, el príncipe, quien la reclamó de inmediato como esclava y la trasladó a su reino.

De este modo, con el consentimiento de sus agradecidos padres y ofuscada por el deseo que le inspiraba el joven heredero, Bella fue llevada a la corte de la reina Eleanor, la madre del príncipe, para prestar vasallaje como una más entre los cientos de princesas y príncipes desnudos que servían de juguetes en la corte hasta el momento en que eran premiados con el regreso a sus reinos de origen.

Deslumbrada por los rigores de las salas de adiestramiento y de castigo, la severa prueba del sendero para caballos y también gracias a su creciente voluntad de complacer, Bella se convirtió en la favorita del príncipe y, ocasionalmente, también servía a su ama, lady Juliana.

No obstante, no podía cerrar los ojos al deseo secreto y prohibido que le suscitaba el exquisito esclavo de la reina, el príncipe Alexi, y más tarde el esclavo desobediente, el príncipe Tristán.

Tras vislumbrar por un instante al príncipe Tristán entre los proscritos del castillo, Bella, en un momento de sublevación aparentemente inexplicable, se condenó al mismo castigo destinado para Tristán: la expulsión de la voluptuosa corte y la humillación de los arduos trabajos en el pueblo cercano.

 

 

En El castigo de la Bella Durmiente:

Tras ser vendido al amanecer en la plataforma de subastas del pueblo, Tristán se encontró enseguida maniatado y enjaezado al carruaje de Nicolás, el cronista de la reina, su nuevo, apuesto y joven señor. Por su parte, Bella, que fue destinada a trabajar en el mesón de la señora Lockley, se convirtió en el juguete del principal huésped de la posada, el capitán de la guardia.

Poco después de su separación y venta, tanto Bella como Tristán se sintieron seducidos por la férrea disciplina del pueblo. Los gratos horrores del lugar de escarnio público, el establecimiento de castigo, la granja y el establo, el sometimiento a los soldados que visitaban la posada, todo ello enardecía sus pasiones al tiempo que les infundía un gran terror, hasta hacerles olvidar por completo sus antiguas personalidades.

El severo correctivo que padeció el esclavo fugitivo, el príncipe Laurent, cuyo cuerpo fue atado a una cruz de castigo para ser mostrado en público, sólo sirvió para subyugarlos más.

Mientras Bella por fin encontraba en los castigos un motivo de orgullo a la altura de su espíritu, Tristán se había enamorado desesperadamente de su nuevo amo.

No obstante, cuando la pareja apenas se había reencontrado y los dos se habían confiado su desvergonzada felicidad, un grupo de soldados enemigos atacó el pueblo por sorpresa. Bella, Tristán y otros esclavos escogidos, entre los que se hallaba el príncipe Laurent, fueron secuestrados y trasladados por mar hasta la tierra de un nuevo señor, el sultán.

A las pocas horas del ataque, los cautivos se enteraron de que no iban a ser rescatados. Según lo acordado entre sus soberanos, habían sido condenados a servir en el palacio del sultán hasta que llegara el momento de volver sanos y salvos junto a la reina Eleanor para someterse a nuevas penalidades.

Los esclavos, a quienes retienen en jaulas doradas y rectangulares en la bodega del barco del sultán, aceptan su nuevo destino.

Nuestra historia continúa.

Es de noche en el tranquilo buque. El largo viaje llega a su fin.

El príncipe Laurent está a solas con sus pensamientos y reflexiona sobre su esclavitud...

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