No quiero salir de casa

DANIEL TITINGER

Fragmento

Indice

Índice

  • Portadilla
  • Dedicatoria
  • Epígrafe
  • El hombre que no estaba
  • Introducción
  • La guerra fría del Pacífico
  • Miss Mundo ya no es de este mundo
  • Historia de un camellicidio
  • Viaje apátrida a la tierra del cebiche
  • Un ascensor al espacio
  • La parábola del niño predicador
  • Un gol para ser holandeses
  • Leyenda de un maldito
  • El hombre que visitó Ganímedes
  • Una batalla en el fin del mundo
  • El imperio de la inca
  • Campeona de autoayuda
  • Sobre este libro
  • Sobre el autor
  • Créditos
Dedicatoria

Para Josefina.

 

 

Epigrafe

«El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes,
sino en mirar con nuevos ojos».
MARCEL PROUST

«Lo ideal es sentirse en casa en cualquier lugar».
GEOFF DYER

 

casa

El hombre que no estaba

Lima - Trujillo - Lima.

Lima - Dakhla - Sahara - Rabat - Ica - Lima.

Lima - Costa norte del Perú - Lima.

Lima - Caracas - Puerto España - Paramaribo - Lima.

Lima - Cusco - Toqtopata - Lima.

Lima - Pacasmayo - San Pedro de Lloc - Lima.

Lima - Santiago de Chile - Vicuña - Pisco Elqui - Pisco - Lima.

Ciudades, pueblos y regiones que se mencionan antes del título de cada una de estas crónicas formando una ruta invisible, un rastro a seguir, una pista. Pero es una pista falsa. Porque son ciudades y pueblos y regiones cuya ubicación importa poco, ya que lo único que importa es lo que esa cartografía circular viene a decir: que, por más lejos que se vaya, todo empieza y termina en Lima. Que, para Daniel Titinger, autor de las crónicas reunidas en este libro, todo —por elección o por fatalidad— empieza y termina en Lima.

Si solo se atendiera a ese movimiento pendular que proponen los textos, y a la masiva carga de desplazamientos que fue necesaria para construirlos, podría pensarse que este es un libro de crónicas de viajes. Y lo es. Solo que no de viajes al mundo que está allá afuera —o no solo—, sino al intenso y extenso mundo interior de quien lo escribió.

* * *

Once crónicas reunidas: la crónica de una bebida (peruana), la historia de una Miss Mundo (peruana), la historia de un niño predicador (peruano), la historia de un escritor maldito (peruano), la historia de un hombre (peruano) que asegura haber viajado a Ganímedes. Los temas que recorren este libro: la comida y la bebida (de Perú), los disparates y las iniquidades (cometidos por peruanos), el enfrentamiento (entre Chile y Perú), la religión, las creencias y las costumbres (de los peruanos). En apariencia, el común denominador de No quiero salir de casa (Crónicas de viaje. Y otros viajes) es Perú: un intento por entender su idiosincrasia, su singularidad, su ADN. Pero Daniel Titinger escribe sobre su país como quien ya lo ha entendido y prefiere olvidar que lo entendió. Como un apátrida. Como un hombre que está sin estar.

* * *

Lima - Pacasmayo - San Pedro de Lloc - Lima.

Lima - Santiago de Chile - Vicuña - Pisco Elqui - Pisco - Lima.

Lima - Trujillo - Lima.

Empieza en Lima. Termina en Lima.

Un movimiento en el que importan, sobre todo, los extremos: el sitio del que se parte, el sitio al que se llega: ese estado de la mente que, para Daniel Titinger, se llama Lima. (Y que es, de paso, la ciudad en la que nació, vive, escribe).

* * *

Estas no son necesariamente historias mínimas, ni marginales, ni freaks, aunque se incluyan historias mínimas y marginales y freaks —entre muchas otras—, pero todas encuentran su foco en una teoría aglutinadora, un mar de fondo que las empapa de una lógica implacable que Titinger se encarga de condensar en frases que funcionan como microensayos precisos, portadores de la fuerza de la genialidad porque están construidos con la materia prima modesta y exquisita del sentido común: «Hay niños predicadores en todo el mundo y la historia de Nezareth Casti Rey también es fascinante por ser igual a otras», escribe en La parábola del niño predicador. «Maju, Maju, Maju. Todos la adoraban. Ella lloraba. Se frotaba los ojos con los dedos. Moretones de rímel. La azucarada comprobación de que Miss Mundo siempre llora: nunca puede disimular la alegría de no ser tan humana como tú», escribe en Miss Mundo ya no es de este mundo.

Titinger parte de una foto fija —una teoría—, la clava contra una pared y, a través de un paciente trabajo de reporteo, despelleja esa foto capa tras capa hasta dejarla en los huesos. Y luego vuelve a montarla. A su manera.

Algunas de las historias abordan temas que han sido tratados una y otra vez por la prensa, pero él va más hondo de lo que nadie haya ido, ata cabos aparentemente inconexos, busca donde nadie buscó, pone su cámara donde a nadie se le hubiera ocurrido ponerla, y así transforma la noticia de unos camellos muertos en un relato detectivesco en el que hay acusaciones cruzadas y sospechas horribles acerca de lo que pudo haberlos matado (el alimento incorrecto, la desidia, un veneno, una venganza política), o convierte un viaje a un país de América del Sur, Surinam, en algo de un exotismo tan extremo como el que podría encontrarse en Irian Jaya.

Es un pescador paciente (para escribir estas crónicas no solo ha tenido que desplazarse por pueblos, ciudades y países, sino esperar meses y años hasta dar con el testimonio adecuado, el desenlace perfecto) y un observador experto de detalles

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