Réplica

Lauren Oliver

Fragmento

Contents
Contenido
Dedicatoria
Nota de la autora
Lyra
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
Gemma
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
Portadilla

RÉPLICA 

Lyra 

Lauren Oliver 

Traducción de  Lluïsa Moreno

replicalyra-2

UNO

a veces, en las noches muy tranquilas, los oímos gritar exigiendo nuestra muerte. Los vemos, también, o al menos distinguimos el halo de luz que se proyecta desde las orillas de Barrel Key, donde están congregados, con la mirada fija en la negra extensión de agua, la alambrada y la cara blanca y angulosa del Instituto Haven. Desde esa distancia seguro que el centro parece una larga mandíbula verde con dientes minúsculos.

Monstruos, nos llaman. Demonios.

A veces, durante las noches en vela, nos preguntamos si tienen razón.

Lyra se despertó en plena noche con la sensación de tener a alguien sentado encima del pecho. Luego se dio cuenta de que era solo el calor, pegajoso y asfixiante como la presión ejercida por una mano. No había electricidad.

Algo iba mal. La gente gritaba. Las puertas se cerraban de golpe. Los pasos resonaban en los pasillos. Por las ventanas vio haces de linterna que se entrecruzaban en el patio, iluminando gotas plateadas de lluvia y la estatua completamente blanca de un hombre inclinado hacia delante, como si quisiera arrancar algo del suelo. Las otras réplicas se despertaron a la vez. De pronto el dormitorio se llenó de voces pastosas por el sueño. Por la noche era más fácil hablar. Había menos enfermeras que las hacían callar.

—¿Qué sucede?

—¿Qué ha pasado?

—Callaos. —Era Casiopea—. Estoy escuchando.

La puerta del pasillo se abrió con tanto ímpetu que chocó contra la pared. Un inesperado chorro de luz deslumbró a Lyra.

—¿Están todas aquí? —Parecía la voz del doctor Alientoacafé.

—Creo que sí —dijo la enfermera Niseteocurra con voz estridente, aterrorizada.

El haz de la linterna impedía verle la cara. Lyra solo le vio el dobladillo del camisón largo y los pies descalzos.

—Bien, cuéntalas.

—Estamos todas aquí —respondió Casiopea.

Una soltó un grito ahogado, pero Casiopea nunca temía decir las cosas.

—¿Qué está pasando? —insistió.

—Tiene que ser uno de los machos —comentó el doctor Alientoacafé a la enfermera Niseteocurra, que en realidad se llamaba Maxine—. ¿Quién ha ido a echar un vistazo a los machos?

—Pero ¿qué ocurre? —repitió Casiopea.

Lyra toqueteaba la repisa de la ventana, la almohada, la cabecera de la cama 24. Sus cosas. Su mundo.

En ese momento obtuvieron la respuesta: unas voces agudas llamándose entre sí.

—¡Código negro! ¡Código negro! ¡Código negro!

Casi al mismo tiempo, el generador de emergencia se puso en marcha. Se encendieron las luces y, al instante, se dispararon las alarmas. Las sirenas ululaban. Las luces iluminaban cada una de las habitaciones. La repentina claridad hizo que todo el mundo entornara los párpados.

La enfermera Niseteocurra dio un paso atrás y levantó un brazo como si no quisiera que la vieran.

—Quédate aquí —ordenó el doctor Alientoacafé.

Lyra no sabía si se lo había dicho a la enfermera Niseteocurra o a alguna réplica. En cualquier caso, no había muchas más opciones. El doctor Alientoacafé tuvo que teclear un código para salir al pasillo. La enfermera Niseteocurra se quedó quieta un momento, temblando, de espaldas a la puerta, como si temiera que las chicas se abalanzaran sobre ella de un momento a otro. El haz de su linterna, difuminado por la luz de los focos del techo, formaba un círculo blanco lechoso en el embaldosado.

—Ingrato —dijo justo antes de salir también al pasillo.

Siguieron viéndola por las ventanas que daban al pasillo, andando de un lado para otro y tocando la cruz que llevaba de vez en cuando.

—¿Qué es el código negro? —preguntó Rosa, llevándose las rodillas al pecho.

Se habían quedado sin nombres de constelaciones desde que la doctora O’Donnell, la única empleada a quien Lyra no había puesto un sobrenombre, había dejado de darles clase. Las réplicas habían optado entonces por escoger su nombre entre las palabras que conocían y que consideraban bonitas o interesantes. Estaban Rosa, Palmolive y Privada. Lilac Springs y Marea. Había incluso una Tenedor.

Como siempre, la única que lo sabía era Casiopea, la número 6, al igual que Lyra una de las réplicas más antiguas.

—El código negro significa que ha fallado la seguridad —explicó—. El código negro quiere decir que alguien ha huido.

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