Las cadenas del destino (Trilogía Almohade 3)

Sebastián Roa

Fragmento

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Contenido

Aclaración previa sobre las expresiones y citas

Prefacio: La certeza de la derrota

Galería de personajes principales

PRIMERA PARTE (1195-1199)

  1. El cobarde

  2. El perro flaco

  3. Embajada a Sevilla

  4. El príncipe valiente

  5. Raquel

  6. El dilema de Yaqub al-Mansur

  7. Tribulación en Madrid

  8. Las flaquezas del visir

  9. Las bodas de Berenguela

10. El caíd de Calatrava

11. La huérfana y los huérfanos

12. Santa María de Huerta

13. Una nueva esperanza

SEGUNDA PARTE (1199-1206)

14. Gestas del pasado

15. An-Nasir

16. El espíritu del héroe

17. Viejos placeres

18. La estrategia del visir

19. Paladines de frontera

20. La judía de Toledo

21. El sembrador de cizaña

22. Cría cuervos

23. Menorca

24. Omnis sapientia Timor Dei

25. Cabeza de la Serpiente

26. Mallorca

27. El eslabón débil

28. El universitario

29. Carnaza

30. Ras-Tagra

31. A un paso de la gloria

32. Un libro más

TERCERA PARTE (1207-1212)

33. La paz imposible

34. La hora de la guerra

35. Una noche en Mireval

36. Cantos de guerra

37. Juego de damas

38. Una pedrada a Goliat

39. No hay vuelta atrás.

40. Azote de herejes

41. Salvatierra

42. El ejército de la Trinidad

43. El perdón de los pecados

44. Reunión en Toledo

45. La despedida

46. Malagón

47. En bandeja de plata

48. Solo unidos

49. Destino de cadenas

50. Las Navas de Tolosa

51. Un camino por andar

Nota histórica. Lo que fue y lo que no fue

Apéndice

Glosario

Bibliografía

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Equidem ego vobis regnum trado firmum, si boni eritis; si mali, inbecillum. Nam concordia parvæ res crescunt, discordia maximæ dilabuntur.

(Os entrego, pues, un reino firme si hubiere unión entre vosotros, pero débil si llegáis a desaveniros. Porque la concordia engrandece los pequeños estados y la discordia destruye hasta los mayores.)

Salustio
Bellum Iugurthinum X, VI
(Trad. GABRIEL DE BORBÓN)

Salustio vivió en una época de corrupción generalizada y de crisis diversas. Sobre todo crisis de valores. Él, al igual que otros romanos que habrían de venir después, pudo ver cómo el estado, y con él el individuo, se veían sometidos a los vaivenes de la fortuna. En ocasiones no es el azar, sino la voluntad humana lo que lleva al desastre. Sin embargo, durante toda la historia ha habido otras voluntades que se han opuesto al mal. A veces para vencerlo y sobrevivir, a veces para desaparecer tras la derrota. Ese es también nuestro pasado, y conviene tenerlo presente para aprestar nuestras armas y enfrentar, una vez más, el mal que siempre nos acecha. Que vuelve bajo otras banderas, credos o intereses. Con ese fin, para recordar que no hemos de bajar la guardia, he escrito esta novela. Y he tomado como modelo a los que vivieron antes que nosotros. A quienes hace siglos hubieron de vérselas con la amenaza del exterminio. A vosotros, de quienes abulta más el recuerdo que el polvo de vuestros huesos, dedico mi obra, entrego mi gratitud y ruego, con humildad, perdón. Gracias por no ceder al desánimo y por mantener viva la llama de la esperanza incluso cuando no existía esperanza. Gracias por comparecer, pese a lo que dejabais atrás y a lo incierto de vuestro destino, en el campo del honor. Y perdón por todo lo que vuestros descendientes, ingratos y pagados de nosotros mismos, hemos dejado desaparecer. Perdón por olvidar la sangre que derramasteis y por derribar el templo que construisteis. Gracias y perdón, sobre todo y una vez más, a quienes sostienen mi esfuerzo en esa vanguardia del combate más cruento, sufren mis ausencias y curan mis heridas: mi mujer Ana y mi hija Yaiza, que me dan una razón para luchar incluso cuando la derrota es segura.

Las cadenas del destino es el cierre de un proyecto al que he dedicado siete años, y complementa lo narrado en La loba de al-Ándalus y El ejército de Dios. Durante esta lucha literaria vi cómo mi padre caía en otra lucha, la que constantemente libramos contra el tiempo: a su memoria dedico las tres novelas.

También he de agradecer a mi editora, Lucía Luengo, su confianza y su ilusión. A Santiago Posteguillo, su generosidad y guía. A los miembros del Club de Lectura de Calatayud, su didáctico paseo por el castillo bilbilitano, impagable para alguna que otra escena de esta novela. Y a Ian Khachan, una vez más, su tiempo y sus consejos sobre el borrador.

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Aclaración previa sobre las expresiones y citas

A lo largo de la escritura de esta novela me he topado con el problema de la transcripción arabista. Hay métodos académicos para solventarlo, pero están diseñados para especialistas o artículos científicos más que para autores y lectores de novela histórica. A este problema se une otro: el de los nombres propios árabes, con todos sus componentes, o el de los topónimos y sus gentilicios, a veces fácilmente reconocibles para el profano, a veces no tanto. He intentado hallar una solución que no rompa con la necesidad de una pronunciación al menos próxima a la real, pero que al mismo tiempo sea digerible y contribuya a ambientar históricamente la novela. Así pues, transcribo para buscar el punto medio entre lo atractivo y lo comprensible, simplifico los nombres para no confundir al lector, traduzco cuando lo considero más práctico y me dejo llevar por el encanto árabe cuando este es irresistible. En todo caso me he dejado guiar por el instinto y por el sentido común, con el objetivo de que primen siempre la ambientación histórica y la agilidad narrativa. Espero que los académicos en cuyas manos caiga esta obra y se dignen leerla no sean severos con semejante licencia.

En cualquier caso, y tanto para aligerar este problema como el de otros términos poco usuales, se incluye un glosario al final. En él se recogen esas expresiones árabes libremente adaptadas, y también tecnicismos y expresiones medievales referentes a la guerra, la política, la toponimia, la sociedad...

Por otro lado, y aparte de los encabezamientos, he tomado prestadas diversas citas y les he dado vida dentro de la trama, en ocasiones sometiéndolas a ligerísimas modificaciones. Se trata de fragmentos de los libros sagrados, de poemas andalusíes, de trovas y de otras obras medievales. Tras el

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