Hijos del sol

Morgan Scott

Fragmento

El manifiesto del Cardenal Pardo de Tavera

EL MANIFIESTO DEL CARDENAL PARDO DE TAVERA

Universidad de Salamanca

Diciembre del año del Señor de 1539

Se ocultaba el sol y la lluvia siseaba en la ceguera de la noche.

El fulgor de la tormenta brillaba metálico en el Patio de las Escuelas de la Universidad, cuando unos encapuchados cubiertos con capotes avanzaban soportando una cellisca pertinaz. Llovía sin medida, inundando los claustros y calando a las cuatro encorvadas siluetas.

Se trataba de un fraile dominico, dos alguaciles del corregidor y de dos familiares del Santo Oficio, que se movían en silencio como ladrones en la noche. Un lacayo, con la cruz verde de la Inquisición hilvanada en la capa, los alumbraba con un parpadeante farol de hierro que chirriaba. Alcanzaron el portón que separaba las aulas de Retórica y de Gramática, lugar donde solían colgarse los dictámenes del rector, las bulas de Roma y los avisos del Tribunal sobre libros y herejías que amenazaban la fe.

Aterido y goteando agua, uno de los inquisidores sacó de su faltriquera dos folios amarillentos anudados con un bramante púrpura, los desenrolló y los clavó en el agrietado maderamen a la altura de sus ojos. Se trataba de una advertencia sumarísima del gran inquisidor, cardenal Pardo de Tavera, para conocimiento y advertencia de maestros, bachilleres, claustrales y alumnos del Estudio Salmantino.

La noche era cada vez más fría y la campana de uno de los Colegios Mayores dobló a vísperas, aminorando el eco de los pasos en las mojadas losas y la resonancia del agua. Las luces y las sombras que proporcionaba el lluvioso crepúsculo inspiraban amenaza y sospechas. Luego los incógnitos perfiles desaparecieron en el carruaje que enarbolaba una pértiga con la cruz inquisitorial, mientras la cortina del denso diluvio los borró del lugar.

Se oyó un latigazo seco que cortó el aire.

Después se hizo el silencio.

† Yo, Juan Pardo de Tavera, Cardenal Arzobispo de Toledo, e Inquisidor General del Santo Oficio,

Advierto y Manifiesto para guía y tutela de cristianos:

Que en estos tiempos en los que iluminados, luteranos y erasmistas se infiltran con grandísimo escándalo en las cátedras de nuestras Universidades, se ha detectado por este Santo Tribunal un grave peligro para la fe, que además desafía la autoridad del Papa.

Se ha sabido que circulan en los Estudios Generales de Salamanca, Baeza, Sevilla, Alcalá de Henares, Valladolid, Santiago, Sigüenza y Granada, réplicas y dibujos de un ingenio mecánico de procedencia maya, llamado «El Ojo del Tiempo», así como unas crónicas fraudulentas sobre la conquista y evangelización de Nueva España.

Por eso advertimos a maestros, doctores y bachilleres:

PRIMUS. Sobre el ingenio o autómata y los conocimientos de Astronomía.

Que el citado artilugio, al que se le atribuyen capacidades para anunciar acontecimientos futuros en el cielo, contradice y desprecia la providencia de Dios, sin la que nada acontece en el mundo.

Que el citado mecanismo, traído a España por don Juan Gabriel Mendoza de Oaxaca, conocido en su lengua natal como Ocelotl, príncipe mexicatl protegido por don Hernán Cortés y por el muy poderoso don Francisco de los Cobos, Secretario de Estado del Emperador don Carlos, se opone a las enseñanzas de los doctores de la Santa Madre Iglesia.

Que en materia de astronomía, los cristianos solo podemos aceptar como cierta la hipótesis geocéntrica propuesta por Ptolomeo en su Almagesto, y por Hiparco, Platón y Aristóteles, que sostienen que el sol, inmóvil y sin agitación propia, no ocupa el centro del universo, sino que es la Tierra quien lo habita.

Que todos los astros, mayores y menores, giran a su alrededor, ya que fue el lugar elegido por el Altísimo para llevar a cabo la redención del hombre, enviándonos a su Hijo Jesucristo para liberarnos del pecado original.

Que ese artefacto maldito viene a defender la disparatada concepción del hereje Copérnico, en contradicción con las Sagradas Escrituras, que nos enseñan que Josué, por orden del Todopoderoso, contuvo el sol sobre el valle de Gabaón, diciendo: «Detente sol», y el astro luminoso, sometido en servidumbre a nuestro planeta, se suspendió en los cielos a su orden.

Que según el Génesis, el Creador concibió primero el firmamento y luego el sol, doblegando a este a seguir en su curso a la Tierra.

Que la Iglesia Apostólica y Romana es la única que interpreta las Escrituras y el cosmos.

Que según conclusión de los teólogos y Santos Padres, la Santa Biblia no fue escrita para enseñarnos astronomía, o para interpretar las evoluciones de las estrellas en el cielo, sino cómo se va a él y se consigue la salvación eterna; por lo que esa máquina anunciadora de fenómenos celestes es considerada como «instrumentum diáboli».

Deseamos también hacer caer en la cuenta a maestros y bachilleres que la teoría heliocéntrica es rechazada de forma terminante por Roma y que lo propuesto por Aristarco de Samos y sostenido recientemente por Nicolo de Cusa, Jerónimo Muñoz, Giordano Bruno, y el heresiarca Nicolás Copérnico en su libelo De revolucionibus orbiunm coelestium, son engaños condenados por el Santo Oficio.

Además, recordamos a los doctores de las Universidades del Reino que la infalible autoridad del Sumo Pontífice enseña que las estrellas permanecen sostenidas en la octava esfera y que el sol y sus seis planetas, cada uno en su respectiva órbita, se mueven alrededor de la Tierra.

SECUNDUS. Sobre las crónicas de la conquista de Nueva España.

Que en esas disparatadas confesiones manuscritas por el llamado don Juan Gabriel Mendoza de Oaxaca, llamadas también El Libro de los Pájaros, se ponen en entredicho las decisiones de Dios de cristianizar a los pueblos infieles del Nuevo Mundo, cuestionando sus designios en cuanto a la salvación de almas de aquellos que permanecen en la ignorancia de Cristo.

Que en sí mismas son un acopio de patrañas, digresiones y mentiras, pues lo que cuenta de la actuación de don Hernando Cortés y sus capitanes en tierras de mexicas y aztecas, menoscaba el portentoso proceder con el que esos paganos fueron ganados a la verdadera fe y a la sumisión del Rey Nuestro Señor.

Que las falsedades, hechos dispersos y contrasentidos salpican el texto de principio a fin, menospreciando la meritoria labor de los enviados de Su Majestad y la evangelización llevada a cabo por los siervos de Dios.

Mas como asegura en sus tratados el licenciado Fernández de Oviedo: ¿Qué puede esperarse de esas criaturas de raras naciones que andan en la ignorancia de los Evangelios y están perdidas en la paganía? ¿Qué hemos de suponer de esos indios cuyos cráneos s

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