En el último azul

Carme Riera

Fragmento

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Dramatis personae

AGUILÓ, PERE ONOFRE: mercader. Establecido en Livorno. Organiza la huida.

AMENGUAL, VICENTE: jesuita. Rival del padre FERRANDO. Autor de La vida de la venerable Eleonor Canals, muerta en loor de santidad y de El triunfo de la fe, en tres cantos.

ANGELAT, BARTOMEU: cronista de la ciudad. Autor, entre otras obras, de una Historia de Mallorca.

BELLPUIG, ONOFRINA: marquesa de Llubí, esposa del Virrey.

BONNÍN, CATERINA: madre de MARÍA AGUILÓ, casada con GABRIEL VALLS. Tiene perturbadas sus facultades mentales. Ayuda, sin querer, a la detención de los falsos conversos.

BONNÍN, MIQUEL: colchonero. Experimenta con ingenios voladores. Es el padre de SARA DELS OLORS.

CABEZÓN Y CÉSPEDES: Inquisidor. Fue sustituido por RODRÍGUEZ FERMOSINO.

CORTÉS, AINA: hija de CAP DE TRONS; amante de JULI RAMIS, con quien tiene un hijo.

CORTÉS, RAFAEL: apodado COSTURA, malsín.

CORTÉS, RAFAEL: apodado CAP DE TRONS, fiel observante de la antigua ley; padre de BALTASAR, JOSEP, JOAQUIM y AINA.

FERRANDO, SALVADOR: jesuita. Confesor de COSTURA.

FORTESA, GABRIEL: administrador del conde DESCÓS.

FUSTER, AINA: mujer de GABRIEL FORTEZA. También llamada ISABEL FUSTERA.

HARTS, ANDREAS: capitán corsario.

HUGUETA, MADÓ: encargada del burdel.

LLABRÉS, JAUME: canónigo de la catedral y Juez de Bienes Confiscados por el Santo Oficio.

MARTÍ, JOAQUIM: acusa a su mujer ISABEL TARONGÍ ante el padre FERRANDO.

MARTÍ, PERE ONOFRE: llamado MOIXINA; casado con QUITERIA POMAR, con quien tiene dos hijos, uno de los cuales, sin querer, delata a los conversos.

MAS, BEATRIU: llamada LA COIXA, manceba del burdel; encausada por ayudar a RAFAEL ONOFRE VALLS.

MIRÓ, POLONIA: criada de COSTURA.

MOASHÉ, JACOB: rabí de Livorno.

MONTIS, NICOLAU: marqués de la Partida, presidente del Gran i General Consell.

PERES, JOÃO: marinero de origen portugués. Se establecerá en Livorno al servicio de la viuda del mercader SAMPOL.

PIRES, BLANCA MARÍA: viuda del mercader SAMPOL. Nacida en Portugal. Ha vivido en Ciutat y después en Livorno. Ayuda a los fugitivos.

POMAR, MARÍA: hija de los hortelanos PEP POMAR y MIQUELA FUSTER, prometida de RAFAEL ONOFRE VALLS.

POMAR, QUITERIA: mujer de PERE ONOFRE MARTÍ.

PUIGDORFILA, GASPAR: alguacil mayor.

RODRÍGUEZ FERMOSINO, NICOLÁS: Inquisidor de Mallorca. Insobornable y recto, a diferencia del alcaide y de otros carceleros y familiares.

SAMPOL: viuda de GUILLEM SAMPOL, llamada también BLANCA MARÍA PIRES.

SARA DELS OLORS: visionaria.

SEGURA, AINA: hermana de MADÓ GROSSA. Vive con sus nietos, que también serán encarcelados.

SEGURA, PRÁXEDES: llamada MADÓ GROSSA, curandera.

SEN BOIET: antiguo bandejat, alborotador profesional.

SOTOMAYOR Y AMPUERO, ANTONIO NEPOMUCENO DE: marqués de Boradilla del Monte, Virrey de Mallorca hasta unos meses antes de la quema. Administrador de los negocios del corso de su mujer DOÑA ONOFRINA.

TARONGÍ, ISABEL: casada con JOAQUIM MARTÍ y madre de dos niños.

TARONGÍ, JOSEP: apodado EL CÓNSUL.

TARONGÍ, RAFEL: hermano de ISABEL. Muere durante el tormento.

VALLERIOLA, JOSEP: amigo de GABRIEL VALLS.

VALLERIOLA, XIM: sastre, casado con RAFAELA MIRÓ, vecinos de COSTURA.

VALLS DE VALLS MAJOR, GABRIEL: llamado EL RABÍ, patriarca de los criptojudíos, casado con MARÍA AGUILÓ.

VALLS, MIGUEL: hijo de GABRIEL, establecido en Alicante.

VALLS, RAFAEL ONOFRE: hijo de GABRIEL, enamorado de MARÍA POMAR.

WILLIS: capitán. Pacta con PERE ONOFRE AGUILÓ y la viuda de SAMPOL el flete del Eolo para salvar a los criptojudíos mallorquines.

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Primera parte

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I

A ratos esperaba quieto, casi inmóvil; otros iba y venía con el mayor sigilo del que era capaz, sin perder de vista la puerta que de un momento a otro habría de abrirse. Pendiente sólo de la señal convenida, repasaba con minuciosa insistencia cada una de las contraseñas que el capitán Andreas Harts le había dado un año antes, y que desde entonces llevaba impresas en la primera página de su memoria para que, cuando llegara el momento, todo pudiera cumplirse con mimética exactitud. Convencido como estaba de que lo que le había ocurrido a Harts debería repetirse en su persona, tenía la seguridad de que muy pronto sería llamado y sus méritos apreciados en la medida exacta de su valor. Sin embargo, en esta ocasión no deseaba exclusivamente demostrar que estaba en plenitud de facultades, ni siquiera para dejar en ridículo al capitán Harts que, ya en la cuarentena, había visto mermada su virilidad, aunque continuara pavoneándose ante sus amigos de las fiestas y regocijos con que era recibido por doscientas casadas en veinte puertos distintos. No, lo que empujó a João Peres a zarpar en el primer barco que enfilara rumbo a Mallorca, y que le retenía allí, en un callejón de Ciutat, en plena noche, arriesgándose a que la ronda le apresara, era mucho más fuerte que su deseo de poseer o que su necesidad de alardear, puesto que creía que toda su vida dependía de la señal esperada tal y como, en sueños, lo había visto mucho antes de que la casualidad le hubiera llevado a oír la historia que relató el capitán Harts, probablemente para aumentar su fama y poner a prueba su facilidad de entretener a un público acostumbrado a escuchar, de boca de marineros, aventuras que sólo ocurren lejos a los atrevidos que son capaces de ir a buscarlas.

Debió de ser João Peres el único de los contertulios que creyó, sin sospechar que podía ser falso o exagerado, lo que, durante dos misteriosas noches de primavera, le había sucedido al capitán de El Cisne, la última vez que recaló en Mallorca. Le creyó, no porque le pareciera que el anillo que enseñaba Harts fuese una prueba, sino porque todos aquellos hechos —desmenuzados con parsimonia ante dos hileras de jarras, que se fueron vaciando a medida que iban llenándose de sentido las palabras que, a ratos, leía en unos pliegos donde aseguraba tener escrita su vida— coincidían, con escalofriante precisión, con aquel sueño tantas veces reiterado, añadiéndole una serie de pormenores que, en las imágenes captadas mientras dormía, no había acertado a observar, y que, ahora, le resultaban fundamentales para obtener las pautas imprescindibles con las que acercarse al lugar donde, despierto, todo volvería a suceder. Puesto que aquel jardín no había podido ocupar en su sueño un sitio determinado, en una det

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