La zarina

Ellen Alpsten

Fragmento

Personajes

Personajes

Familia de Pedro el Grande

Pedro el Grande; zar y emperador de todas las Rusias; también conocido como Pedro Alexéievich Románov, bátiushka zar y Pedro I.

Marta Skavronska; amante y luego esposa de Pedro el Grande; también conocida como Catalina Alexéievna, Catalinushka, zarina y emperatriz de todas las Rusias.

Eudoxia; primera esposa de Pedro, madre de Alejo, exzarina.

Zarévich Alejo; hijo y heredero primigenio.

Sofía Carlota de Brunswick; mujer de Alejo.

Petrushka; hijo de Alejo y Sofía Carlota.

Ana, Isabel y Natalia; zarevnas, hijas supervivientes de Pedro y Catalina.

Catalina; hija de Pedro y Catalina que muere durante la infancia.

Pedro Petróvich; Petrushka; hijo de Catalina y Pedro el Grande, heredero preferido de este último, muere siendo niño.

Regente Sofía; hermanastra de Pedro.

Zar Iván; hermanastro de Pedro.

Zarina Praskovia Ivánovna; viuda de Iván.

Zarevna Catalina Ivánovna y zarevna Ana Ivánovna; hijas de Iván; también conocidas como las zarevni o zarevnas Ivánovna.

Duque de Curlandia; marido de la zarevna Ana Ivánovna.

Duque de Macklemburgo; esposo de la zarevna Catalina Ivánovna.

Duque de Holstein; marido de la zarevna Ana, hija de Pedro y Catalina.

En la corte imperial rusa

Conde Alexandr Danílovich Ménshikov; general del ejército de Pedro y su amigo de confianza; también conocido como Alékasha y Ménshikov.

Daria Arsénieva; noble, amante y luego esposa de Ménshikov.

Varvara Arsénieva; hermana de Daria.

Rasia Ménshikova; hermana de Alexandr Danílovich Ménshikov.

Antón Devier; marido de Rasia Ménshikova, jefe del servicio secreto de Pedro.

Feofán Prokopóvich; arzobispo de Nóvgorod, confesor de Pedro.

Príncipes Dolgoruki; partidarios del hijo de Alejo, Petrushka.

Blumentrost, Paulsen y Horn; médicos de Pedro.

Anna Mons; examante alemana de Pedro.

Wilhelm Mons; hermano de Anna, cortesano y amante de Catalina.

Mary Hamilton; cortesana, amante de Pedro.

Mariscal de campo Borís Petróvich Sheremétev; general en jefe de Pedro.

Alice Kramer; amante alemana de Sheremétev, luego dama de compañía de Catalina.

Conde Piotr Andréievich Tolstói; cortesano y confidente de Pedro.

Alexandra Tolstóia; hermana del conde Piotr Andréievich Tolstói, dama de compañía de Catalina.

Pável Yaguzhinski; mayordomo mayor y miembro del Consejo Privado de Pedro.

Piotr Shafírov; cortesano judío, miembro del Consejo Privado de Pedro.

Ostermann; canciller de Pedro.

Yakovlena; doncella cherquesa de Catalina.

Boi-Baba; lavandera, amante de Pedro.

Yefrosinia; lavandera, amante de Alejo.

Andreas Schlüter; maestro constructor y arquitecto, creador de la Cámara de Ámbar.

Domenico Trezzini; arquitecto en San Petersburgo.

En la región del Báltico

Cristina, Fiódor y Margarita; hermanastros de Marta.

Tania; madrastra de Marta.

Vasili Gregoróvich Petrov; mercader ruso de Walk que compra a Marta para que sirva en su casa.

Praskaia; amante de Vasili.

Nadia; ama de llaves de Vasili.

Olga; sirvienta doméstica de Vasili.

Ernst y Caroline Glück; pastor luterano y su esposa.

Anton, Frederic y Agneta Glück; hijos de Ernst y Caroline.

Johann Trubach; dragón sueco, primer marido de Marta.

Los europeos

Rey Carlos XII de Suecia; enemigo de Pedro en la Gran Guerra del Norte.

Mariscal Rehnskjöld; principal general de Carlos XII.

Augusto el Fuerte; elector de Sajonia, aliado de Pedro.

Federico Guillermo; rey de Prusia, el Rey Soldado.

Luis XIV de Francia.

Luis XV de Francia.

Jean-Jacques Campredon; embajador de Francia en Rusia.

Príncipe Demetrio Cantemir de Moldavia.

Princesa María Cantemir; hija de Demetrio y amante de Pedro.

Interregno, 1725

Interregno, 1725

Está muerto. Mi amado esposo, el poderoso zar de todas las Rusias, ha muerto. Y justo a tiempo.

Momentos antes de que la muerte se lo llevara, Pedro pidió que le trajeran pluma y papel a su cámara en el palacio de Invierno. Casi se me paró el corazón. No se había olvidado, iba a arrastrarme con él. Cuando perdió el conocimiento por última vez y la oscuridad lo estrechó contra su seno, la pluma se le escapó de entre los dedos. La tinta negra salpicó las sábanas sucias; el tiempo contuvo la respiración. ¿Qué quiso zanjar el zar con aquel último esfuerzo de su imponente espíritu?

Yo conocía la respuesta.

Las velas del alto candelabro colmaban el aposento de un aroma intenso y una luz vacilante; su resplandor hacía temblar las sombras y dotaba de vida a las figuras tejidas en los tapices flamencos, cuyas sencillas facciones expresaban dolor e incredulidad. El viento de febrero que sacudía con furia las persianas ahogaba las voces de las personas que llevaban toda la noche al otro lado de la puerta. El tiempo se extendía poco a poco, como aceite sobre agua. Pedro se había grabado en nuestra alma como el sello de su anillo en el lacre caliente. Costaba creer que el mundo no se hubiera detenido con su fallecimiento. Mi esposo, la mayor voluntad que jamás se hubiera impuesto a sí misma sobre Rusia, había sido algo más que nuestro gobernante: fue nuestro destino. Seguía siendo el mío.

Blumentrost, Paulsen y Horn, los médicos, rodeaban en silencio el lecho de Pedro y lo contemplaban cariacontecidos. Cinco kopeks en medicamentos, administrados con tiempo suficiente, podrían haberlo salvado. Gracias a Dios por la insensatez de los matasanos.

Sin necesidad de mirar, notaba que Feofán Prokopóvich, el arzobispo de Nóvgorod, y Alexandr Ménshikov me observaban. Prokopóvich había hecho eterna la voluntad del zar, y Pedro tenía mucho que agradecerle. Ménshikov, en cambio, debía a Pedro toda su fortuna y su influencia. ¿Qué fue lo que el zar dijo cuando alguien intentó desacreditar ante él a

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