El último valle verde

Mark Sullivan

Fragmento

libro-3

Prefacio

La gente me decía que nunca encontraría una historia aún no contada de la Segunda Guerra Mundial como la de Pino Lella, el héroe y la base de mi novela histórica Bajo un cielo escarlata. Pero yo creía sinceramente que sí era posible, y por eso seguí estudiando con atención las docenas de cartas y relatos que continué recibiendo de personas que me daban a conocer más historias de ese periodo.

Todas, cada una a su manera, resultaban maravillosamente interesantes. Pero ninguna encajaba con mis criterios, que eran que la historia subyacente debía ser intrínsecamente conmovedora, inspiradora y potencialmente transformadora, tanto para mí como para los lectores.

Y entonces, en noviembre de 2017, recibí una invitación para dar una conferencia sobre Pino en el Rotary Club de mi ciudad natal, Bozeman, Montana. Terminada la sesión, me abordó un dentista jubilado para resumirme la historia que un conciudadano le había contado. Y aquella historia captó mi atención de inmediato.

Dos días más tarde, introduje en el GPS la dirección de aquel hombre y vi que estaba tan solo a unos tres kilómetros de casa. Me puse en marcha, y cuanto más me acercaba más raro me sentía, aunque no sabía por qué. No fue hasta que aparqué en el camino de acceso a la casa y salí del coche que me di cuenta de que estaba a apenas doscientos metros del lugar donde había oído hablar por primera vez, casi once años atrás, de la historia de Pino Lella. Una historia que cambió mi vida.

Y, cuando me acerqué a la puerta y llamé, mi vida volvió a cambiar.

A los quince minutos de estar escuchando los detalles de la historia de la familia Martel, mi interés se había acrecentado. Pasadas dos horas, tenía claro que había encontrado una historia que iba a ser una digna sucesora de la que había inspirado Bajo un cielo escarlata. Además, la había escuchado en el mismo barrio en el que oí hablar por primera vez de la historia de Pino. ¿Acaso no era una enorme casualidad?

A lo largo de los quince meses que siguieron a aquel primer encuentro, entrevisté a supervivientes de la historia e investigué y viajé hasta sus localizaciones más significativas, incluyendo entre ellas las ruinas de una granja abandonada en la Ucrania profunda y rural. Desde allí, rememoré el increíble y peligroso recorrido de una joven familia de refugiados que huyó hacia el oeste a bordo de un carromato tirado por dos caballos, y que a menudo se vio atrapada entre los ejércitos alemanes en retirada y el avance de las tropas soviéticas durante el último y caótico año de la Segunda Guerra Mundial.

Seguí la ruta de los Martel hasta las actuales Moldavia, Rumanía, Hungría, República Checa y Polonia, donde sus caminos se separaron: unos continuaron hacia el oeste, mientras que otros dieron media vuelta para volver hacia el este y recorrer mil ochocientos kilómetros hasta llegar a un letal campo de prisioneros de guerra soviético instalado entre los lúgubres escombros de la posguerra, cerca de la frontera de Ucrania con Bielorrusia.

En el transcurso de mi recorrido, entrevisté a participantes y testigos de la «larga caravana», así como a historiadores especializados en el Holocausto, cuestiones militares y refugiados, que me ayudaron a comprender el contexto en el que se desarrolló la historia de los Martel y el porqué. Escuché también los testimonios grabados de personas, fallecidas hace tiempo, en los que describían sus terribles experiencias, y me quedé sobrecogido ante el valor, la humanidad y la entereza que mostraron frente a desafíos y retos aparentemente infranqueables.

Y, a pesar de que tenía en mis manos toda esa información y creía comprender bien la situación, cuando me senté para empezar a escribir este libro me encontré con que la historia tenía vacíos que no quedaban explicados por completo por el limitado material en el que tenía que basarme.

Para cubrir esos vacíos, me vi obligado a recurrir a la intuición y a la imaginación a fin de conseguir que la historia cobrase vida con más intensidad. Lo que estás a punto de leer, pues, no es narrativa de no ficción, sino ficción histórica basada en una historia extraordinaria acontecida durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo que la siguió.

En los momentos en los que doy por terminada esta novela, el mundo vive engullido en la crisis del siglo y la salida hacia adelante parece tan peligrosa y tan poco clara como debió de serlo para los Martel cuando emprendieron su viaje. Sueño con que su historia ofrezca consuelo y coraje a los atribulados y un entendimiento mejor de lo que la gente normal es capaz de soportar y conseguir incluso cuando todo parece perdido.

libro-4

PRIMERA PARTE


La larga caravana

libro-5

1

Finales de marzo de 1944

Gobernación rumana de Transnistria

Un viento helado alteraba la luz del amanecer. El sonido de las bombas retumbaba hacia el norte y hacia el este. El rugido de la guerra se acercaba a cada minuto que pasaba.

Adeline Martel, de veintiocho años de edad, emergió de la puerta de atrás de la cocina, envuelta en gruesas prendas de invierno y cargada con una caja repleta de utensilios, y fue directa hacia un carromato cubierto enganchado a dos caballos de tiro que estaba estacionado delante de su modesto hogar, en el remoto y minúsculo pueblo rural de Friedenstal.

Un maltrecho tanque Panzer alemán avanzó traqueteando por su lado, perturbando a los caballos. Camiones llenos de soldados alemanes heridos desfilaron después del tanque. Adeline siguió oyendo los gritos de torturado sufrimiento hasta mucho después de que hubieran pasado y vislumbró en el este la llegada de más camiones y carromatos tirados por caballos y mulas, perfilados por la luz del sol que nacía a sus espaldas.

—¡Mamá! —gritó su hijo menor, Wilhelm, que había salido corriendo por la puerta detrás de ella.

—Ahora no, Will —contestó Adeline.

Resoplaba después de alcanzar la parte posterior del voluminoso carromato de madera en forma de V, cubierto con lonas engrasadas colocadas sobre un marco también de madera para crear una capota protectora.

—Es que necesito saber si puedo llevarme esto —explicó el pequeño de cuatro años y medio de edad mostrándole a su madre una piedra, una de sus posesiones más preciadas.

—Mejor será que en vez de eso cojas tu gorro de lana —replicó Adeline.

Encontró espacio para la caja al lado de una segunda que contenía platos, tazas y bandejas para el horno y de una tercera en la que había vasijas con harina, levadura, sal, pimienta, manteca y otros productos esenciales para su supervivencia.

Emil apareció con paso apresurado por el otro lado de la casa, cargado con un barril de los que se utilizaban para almacena

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos