Ocho millones de dioses

David B. Gil

Fragmento

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Índice de personajes y lealtades

-  Oda Nobunaga: el señor de la guerra más poderoso de su tiempo, llamado a ser el primero en lograr el hito de unificar todo Japón bajo su mando. Controlaba las principales provincias del centro del país e instaló su corte en la ciudad de Gifu.

•  Akechi Mitsuhide: vasallo de Oda Nobunaga, quien le entregó los dominios de Sakamoto, en la provincia de Omi, y de Anotsu, en la bahía de Owari.

■  Kudō Kenjirō: hijo de Kudō Masashige, un humilde samurái rural del dominio de Anotsu.

■  Igarashi Bokuden: maestro shinobi expulsado de la provincia de Iga. Tras su destierro se instaló en Anotsu, donde sirvió como espía al clan Kajikawa, primero, y a Akechi Mitsuhide después.

■  Tsumaki Kenshin: hermano político y vasallo de Akechi Mitsuhide, y uno de sus principales generales en el campo de batalla.

•  Fuwa Torayasu: daimio cristiano y señor del feudo de Takatsuki, en la provincia de Settsu. Vasallo de Oda Nobunaga.

■  Nozomi: oficial de los clanes shinobi de Shinano y jefa de espionaje de Fuwa Torayasu.

•  Toyotomi Hideyoshi: samurái de muy bajo rango que escaló en la cadena de mando hasta convertirse en la mano derecha de Oda Nobunaga. Célebre por su astucia política y su eficacia en el campo de batalla.

-  Tokugawa Ieyasu: daimio de la provincia de Mikawa y principal aliado de Oda Nobunaga al este del país.

•  Hanzō el Tejedor: jefe de los servicios secretos de Tokugawa Ieyasu. Natural de la provincia de Iga, terminó por convertirse en la mano derecha del señor de Mikawa.

-  Tribunal de las Máscaras: consejo gobernante de la provincia libre de Iga, formado por un representante de cada uno de los clanes shinobi de dicho territorio. Entre otras cuestiones, decidía a qué señores samuráis se debía prestar servicio. De lealtades cambiantes, Iga siempre fue considerada por Oda Nobunaga una amenaza potencial demasiado próxima a su núcleo de poder.

•  Chie del clan Kido: primera entre los iguales del Tribunal de las Máscaras.

•  Ibaraki «Ojos de Demonio»: jefe militar de los clanes libres de Iga.

•  Masamune del clan Hidari: guerrero de Iga versado en las artes de la infiltración y el asesinato.

-  Secta Tendai: una de las sectas budistas más beligerantes durante el periodo Sengoku (siglos XV a XVI). Disponía de un nutrido ejército de sohei (monjes guerreros), cuyo principal bastión se encontraba en el monte Hiei. Su creciente poder político y militar pronto los convirtió en uno de los principales obstáculos para Oda Nobunaga en su afán por unificar todo el país bajo su mando.

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El sistema horario en el Japón antiguo

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Sobre el contexto histórico

Durante siglos Japón fue un mito para los europeos, la isla dorada de Cipango que los chinos referían a Marco Polo, pero de la que nunca se tuvo constancia en carta náutica alguna. Y así continuó hasta que, en 1543, un junco chino con varios mercaderes portugueses a bordo naufragó en la isla de Tanegashima, lo que condujo a un descubrimiento mutuo: los europeos ponían por fin en el mapa aquel archipiélago de leyenda al tiempo que los japoneses entraban en contacto directo, por primera vez en su historia, con los occidentales.

A estos primeros encuentros fortuitos de índole comercial les siguió otro cuidadosamente planificado durante seis años: la llegada de la misión jesuita a Japón en 1549, auspiciada por el rey de Portugal y encabezada por el misionero navarro Francisco de Jasso y Azpilicueta (a la postre, san Francisco Javier). Debe tenerse en cuenta que, merced al Tratado de Tordesillas, que repartía las rutas marítimas entre España y Portugal, Japón se hallaba en latitudes portuguesas, por lo que correspondía a dicho reino la explotación mercantil y cristianización del nuevo territorio.

La corona lusa decidió encomendar la labor evangelizadora a la Compañía de Jesús, una élite intelectual y científica dentro de la Iglesia católica, muy diferente a los frailes franciscanos y dominicos que solían acompañar a los españoles en sus conquistas y descubrimientos. Ya fuera por su deseo de evitar a estas congregaciones de ascendencia más «castellana», o porque Juan III de Portugal comprendió que la conversión de Japón era un reto muy diferente a la evangelización de las Américas, la elección de los jesuitas resultó providencial.

Francisco Javier supo ver en Japón un país de gran complejidad social y cultural: «el pueblo más elevado moralmente de cuantos se han hallado», por lo que aleccionó a sus misioneros para que se empaparan de los usos locales, aprendieran el idioma en la medida de lo posible e incluso acostumbraran a vestir, comer y conducirse al modo de aquel extraño pueblo. El objetivo último era desprender el discurso evangelizador del etnocentrismo europeo y adaptarlo a la mentalidad y protocolos japoneses, de modo que fuera más fácil de asimilar por las clases altas y, de ahí, permeara a los estratos más bajos de la sociedad.

Los jesuitas llegaron al país en pleno Sengoku jidai («Era de los Estados en Guerra», que se prolongó desde la segunda mitad del siglo XV hasta finales del XVI), por lo que hallaron una nación dividida en cientos de feudos enfrentados entre sí, cada uno gobernado por un señor samurái con sus propios ejércitos e intereses, sin un poder central capaz de apaciguarlos. Entre estos señores de la guerra destacaba la figura de Oda Nobunaga[1], considerado primer unificador de Japón, que había conseguido someter bajo su mando a gran parte del centro del país, incluida la capital imperial: Kioto.

Oda, no obstante, estaba lejos de una victoria completa, pues aún contaba con la oposición de poderosas familias samuráis, como los clanes Takeda y Hojo, además de sufrir el constante h

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