El prólogo ya nos advierte de que estamos ante una historia que puede que sea difícil de creer, pero que su protagonista nos asegura que es cierta y terrible. Y lo hace con un estilo que nos remite a la prosa de finales del siglo XIX, pero sin caer en florituras, eternas descripciones o palabras en desuso. Al contrario, se trata de un texto que tiene aires antiguos pero que fluye con mucha facilidad, que entra con sencillez y que atrapa desde el primer capítulo, en cuanto al dentista le muestran el terrible asesinato y, entre vómitos, revela lo que ha deducido a primera vista: que la mujer ha sido desgarrada en vida por una jauría de perros salvajes. Pero el doctor Nolasco Black se sobrepone a la impresión inicial al enfrentarse al terrible recuerdo que lo persigue cada día desde la muerte de su mujer. El es un científico y reflexiona, recapacita, revisa su primera conjetura y su conclusión final pasa a ser otra muy distinta. Porque no solo hay evidencias de desgarros y mordeduras producidas por un animal de gran tamaño. También hay cortes precisos, realizados por alguien con conocimientos quirúrgicos.Así empieza la novela, con intensidad, con muerte y con misterio. El relato está basado en los diarios del protagonista, en los de otros personajes, en informes policiales, telegramas, cartas y todo lo que Nolasco ha podido reunir y reproducir para dejar testimonio por escrito de su investigación. De su persecución. De su venganza. Hay alguien con mano de cirujano que asesina de forma despiadada a mujeres de cualquier condición en la ciudad. Alguien que podría ser el mismísimo Jack el Destripador.Sin caer en descripciones largas o gratuitas, Rojas es capaz de sumergirnos, casi sin darnos cuenta, en la realidad de finales del s. XIX en Valparaíso, en sus calles hediondas, entre sus gentes de procedencias dispares, caminando con delincuentes, prostitutas, estafadores, comerciantes, marinos, policías y gente pudiente de todo tipo y de todas las clases. Se nota una intensa labor de investigación detrás, no sólo sobre los usos y costumbres de la época, sino también sobre los avances científicos presentes en una época de importantes cambios industriales.El rigor con el que nos sitúa en esa época, escena tras escena, se refleja también en las referencias, en los personajes reales que se nombran, en las costumbres, en los avances tecnológicos y en una incipiente ciencia forense basada en sus conocimientos como dentista. Un forense algo distinto. Hay, desde luego, dosis de detalles técnicos y científicos en la novela, pero en ningún momento el lector tiene la sensación de estar leyendo un texto fuera de su alcance, con términos complicados o teorías complejas. Todo fluye, la historia avanza, el misterio crece página tras página sin encontrar obstáculos narrativos que hagan que el lector se pierda.Bajo este lienzo de novela histórica, de relato trepidante, policíaco, forense y, en ocasiones, incluso esotérico, Rojas no pierde la ocasión de hacer evidente el desprecio que en esa época se le dedicaba a la mujer: un ser inferior, de menor inteligencia, de capacidades limitadas, de importancia relativa. En esta novela hay muchas mujeres importantes y juegan un papel muy relevante en toda la historia. Digamos que, más o menos, como en la vida misma, aunque nos haya costado siglos reconocerlo.Y un poco más abajo, en una capa algo menos evidente, la figura del extranjero, de su poder en territorios exóticos, de sus aires de superioridad en una época en la que Darwin sentaba cátedra. A través de la propia experiencia de Nolasco, Julio nos obliga a asomarnos al terrible exterminio de las tribus pérdidas consideradas poco más que animales. Desde luego, el ser humano tiene mucho de lo que avergonzarse.Además de una escenificación impecable, un contexto histórico relatado con maestría, un rigor técnico entendible y un asesino despiadado, el autor nos regala un final trepidante, con una larga persecución por varios países hasta llegar a la exposición universal de París.Y lo mejor de todo es que
puede que haya segunda parte.Eso estaría muy bien.
Leer menos