Frankenstein

Mary Shelley

Fragmento

Capítulo 1

CAPÍTULO 1

CARTA 1

A la señora Saville, Inglaterra

San Petersburgo, Rusia, 11 de diciembre de 17...

Te alegrará saber que al comienzo de mi aventura no he sufrido ningún percance, a pesar de tus malos presagios. Llegué justo ayer a la ciudad, y lo primero que hago es escribirte, querida hermana, para decirte que estoy bien, y que confío en el éxito de mi empresa.

Aquí, tan lejos de Londres, siento en las mejillas la fría brisa del norte. Su soplo me llena de gozo, porque la siento como una promesa del clima helado al que me dirijo. En mi imaginación el polo es todo belleza, con el sol radiante siempre en el horizonte. Allí no existen ni la nieve ni el hielo. Espero navegar por un mar en calma y llegar a una tierra maravillosa, la más bella jamás descubierta. Estoy impaciente por pisar un suelo donde el hombre nunca antes ha puesto el pie, y por hacer, tal vez, algún descubrimiento científico importante.

Mi ardiente curiosidad es lo que me ayuda a vencer el miedo a cualquier peligro e incluso a la muerte. ¡Por fin se cumple el sueño de mi juventud! ¿Recuerdas mi desconsuelo al saber que nuestro difunto padre había prohibido a tío Thomas que me permitiera ser marino? Durante un tiempo pensé que lo único que podía hacer para viajar era embarcarme en la lectura, y me sumergí en todos los relatos sobre expediciones al norte del Pacífico a través de los mares que rodean el Polo…

Seis años más tarde, aquí estoy, querida Margaret. Me he preparado a fondo para mi misión. Empecé por acostumbrar mi cuerpo a las penalidades. Acompañé a los balleneros en varias expediciones al mar del Norte. Voluntariamente he soportado frío, hambre, sed y falta de sueño. De día trabajaba como cualquier marinero, o más, y por la noche estudiaba todas las ciencias útiles a un aventurero del mar.

Podría haber pasado mi vida rodeado de comodidades y lujo, pero me seduce más la gloria que los efímeros placeres de la riqueza. Esta es la mejor época del año para viajar por Rusia, pues los trineos pueden desplazarse veloces por la nieve y, bien abrigado con pieles, el frío resulta tolerable.

En dos semanas partiré hacia Arjánguelsk, para alquilar allí un barco y contratar a algunos marineros. ¿Cuándo regresaré, estás preguntándote? Si logro mis propósitos, pasarán muchos meses, tal vez años, antes de que podamos abrazarnos de nuevo. Si fracaso, me verás muy pronto, o no volverás a verme nunca más.

Que el cielo te bendiga, querida Margaret. Recibe el afecto de tu hermano,

R. Walton

CARTA 2

A la señora Saville, Inglaterra

Arjánguelsk, Rusia, 28 de marzo de 17...

¡Qué lento transcurre aquí el tiempo, rodeado de hielo y nieve! A pesar de todo, ya he dado el segundo paso en mi misión: he alquilado el barco y estoy buscando marineros. He contratado ya a algunos, todos hombres intrépidos y de fiar.

Sin embargo, aún no he podido satisfacer el deseo de encontrar un amigo. Cuando experimente el éxito, no tendré con quien compartir la dicha, y si me invade el abatimiento, no habrá nadie para levantarme el ánimo. ¿Me consideras un romántico por albergar esta aspiración? Por desgracia, no tengo cerca a nadie cultivado ni con gustos parecidos a los míos. Un amigo podría suavizar mis defectos, porque reconozco que soy demasiado impulsivo e impaciente ante las dificultades. ¡A mis veintiocho años! Pero, descuida, no creo que vaya a encontrar ninguno en medio del océano.

Con todo, algunos de mis hombres poseen un espíritu noble. Mi contramaestre, por ejemplo, es una persona admirable. Un inglés valiente y generoso. Hace unos años se enamoró de una joven dama rusa de pocos recursos. Como él había amasado una pequeña fortuna en la guerra, el padre de la muchacha accedió al matrimonio. Pero antes de la boda se reunió con su prometida que, echándose a sus pies, le suplicó perdón, y le confesó su amor por otro hombre con el que su padre jamás consentiría el matrimonio, al carecer aquel de fortuna. Mi generoso amigo la consoló, y no dudó en desdecirse del propósito de tomarla por esposa, a pesar de haber adquirido una granja para pasar en ella el resto de su vida. Después de regalársela a su rival, fue a implorar al padre de la joven que consintiera el casamiento de su hija con el hombre al que amaba. Él se negó rotundamente, determinado a no romper el compromiso con mi amigo, que terminó abandonando el país y no regresó hasta saber que su antigua prometida se había casado según sus deseos. En fin, que es un hombre muy noble, pero como se ha pasado media vida en el mar no entiende sino de cabos y maniobras.

Me quejo, sí, pero persisto en mi empeño. El invierno ha sido muy duro, aunque parece que la primavera se adelantará. Puede que zarpemos hacia la región de la niebla y la nieve antes de lo esperado. Pero no temas, te consta que soy prudente, sobre todo sabiéndome responsable de la vida de los demás.

¿Volveremos a encontrarnos algún día? No dejes de escribirme. No tengo la certeza de que vaya a recibir tus cartas, pero tal vez me lleguen cuando más necesitado esté de ánimos. Si no vuelves a saber de mí, recuérdame con afecto.

Te quiere, tu hermano,

R. Walton

CARTA 3

A la señora Saville, Inglaterra

7 de julio de 17...

Te escribo a toda prisa para decirte que me encuentro bien. Esta carta te llegará a Inglaterra a través de un comerciante que regresa a casa. Es más afortunado que yo, que no veré mi país en muchos años. Pero estoy muy animado. Mis hombres son valientes, y no se desaniman por las moles de hielo que no dejan de pasar junto al barco.

Ya hemos alcanzado una latitud muy alta. Estamos en pleno verano y, aunque no hace tanto calor como en Inglaterra, los vientos del sur que nos empujan con rapidez son bastante templados.

Hasta ahora no ha ocurrido ningún incidente digno de ser mencionado en una carta. Uno o dos vendavales y la rotura de un mástil. Pero esas son cosas a las que los navegantes experimentados no dan ninguna importancia. Me sentiría satisfecho si nada peor nos ocurre durante el viaje.

Adiós, querida Margaret. Da recuerdos a mis amigos ingleses.

Tuyo, con mucho afecto,

R.W.

CARTA 4

A la señora Saville, Inglaterra

5 de agosto de 17...

Nos ha ocurrido un incidente tan extraño que no puedo dejar de contártelo, aunque, probablemente, nos veamos antes de que te llegue esta carta.

El lunes pasado nos encontrábamos casi por completo rodeados de hielo, sin apenas espacio para mantenernos a flote. La situación era bastant

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