La verdad está equivocada

Nacho Abad

Fragmento

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Contenido

Dramatis Personae

PRIMERA PARTE

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SEGUNDA PARTE

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5

6

7

TERCERA PARTE

Día 1

Día 2

Día 3

Día 4

Día 5

Día 6

El fallo

20 meses después

Epílogo

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A Bárbara.

A Inés y Alonso.

A mi padre.

A mi madre, allá donde estés

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La supresión de la crítica crea sociedades estupidizadas, donde se anula a las personas en nombre del juicio infalible de pastores de multitudes, caudillos incuestionables.

LUIS VENTOSO

El hombre de talento es naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas que otros hombres y las ve mejor.

MONTESQUIEU

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Dramatis Personae

Cardenal, Loyola: famosa periodista.

Carrasco, Germán: inspector jefe, jefe del Grupo de Policía Judicial de la Comisaría de Retiro.

Cienfuegos, Julián: amigo de la infancia de Valentín Monaster hijo.

Cipriani, Cristian: abogado de la acusación particular.

De Juan y Malaver, Pablo María: abogado de la familia Monaster.

Eulogia: asistenta en casa de los señores Valentín Monaster hijo y Guadalupe Romero.

Federico: chófer de Guadalupe Romero.

Gallego, Bernardo: inspector jefe y responsable de la Sección de Homicidios y Desaparecidos.

Gómez, Víctor: anciano, vecino del piso que Valentín y Guadalupe tienen en Madrid.

Gómez Pérez, Remedios: prostituta, víctima de violación.

María: secretaria judicial.

María: hija del dueño del restaurante Casa Lucio.

Liguria, Ana: prima solterona de Guadalupe Romero.

Liguria, Sofía: madre de Guadalupe Romero.

Monaster, Ángel: segundo hijo del matrimonio entre Valentín Monaster y Lucía Pulgar.

Monaster, Lourdes: tercer hijo del matrimonio entre Valentín Monaster y Lucía Pulgar.

Monaster, Valentín (padre): famoso torero ya retirado.

Monaster, Valentín: primer hijo del matrimonio entre Valentín Monaster y Lucía Pulgar, empresario y vividor.

Núñez Negral, Andrés: inspector, jefe del Grupo I de Homicidios de UDEV.

Parra, Eugenio: fotógrafo de prensa, amigo y compañero de Loyola Cardenal.

Pazo Quintans, Joaquín: comisario, jefe de la UDEV Central. A punto de jubilarse.

Pulgar, Lucía: esposa de Valentín padre.

Pérez, Jesús: heroinómano en los calabozos de la Comisaría de Retiro.

Pérez, Pablo: fiscal de la acusación.

Petra: asistenta en casa de los señores Valentín Monaster y Lucía Pulgar.

Quijano, don Ramón: cura de Batres, amigo de la familia Monaster.

Quiñones, Moisés: fotógrafo de Policía Científica.

Ragut, Milagros: comisaria principal al mando de la Comisaría General de Policía Científica.

Rey, Alejandra: abogada defensora de Valentín Monaster.

Rivera, Alonso: inspector jefe de Policía Científica.

Romero, Guadalupe: escritora famosa, esposa de Valentín Monaster hijo.

Sánchez, Gregorio: narcotraficante, cliente de Alejandra Rey.

Sobrino, Tomás: inspector de la UDEV.

Valdés, Inés: oficial de la UDEV.

Vázquez: inspector de la Comisaría de Retiro.

Vázquez Porto: juez de instrucción.

Vila, Antonio: subinspector de la Comisaría de Retiro.

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PRIMERA PARTE

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1

Levantó un poco la persiana para dejar entrar la luz del sol y los rayos empujaron las sombras hacia el fondo de la habitación. En el medio estaba él, tumbado, cubierto hasta el cuello por el edredón. Su cabello pelirrojo y los cientos de pecas que poblaban su rostro contrastaban con el blanco puro de la ropa de cama. Guadalupe lo contempló durante unos segundos. Le apetecía archivar aquella imagen entre sus recuerdos. Se subió en la cama y comenzó a acariciarle la espalda por debajo de las sábanas. A Valentín le encantaba despertar sintiendo ese cosquilleo en la piel. Hacía tiempo que su mujer no le regalaba caricias. Notó sus dedos como hormigas, desfilando entre sus hombros y descendiendo hasta los omoplatos. El masaje, al principio tímido y sutil, fue aumentando de intensidad. Guadalupe se subió a horcajadas sobre su espalda. Sus dedos comenzaron a apretar la base de su cintura y después avanzaron a lo largo de toda la columna vertebral hasta alcanzar la cabeza. Descendieron y volvieron a subir varias veces, hasta que Valentín sintió la boca húmeda de su mujer en el cuello. El simple contacto le erizó el vello y lo excitó. No percibió el contacto de sus pechos sobre la espalda. Llevaba algo puesto, pero no le importó, tan centrado como estaba en disfrutar de su boca. La lengua de Guadalupe buscó con avidez sus orejas. Las lamió y mordisqueó. Valentín palpitaba de deseo. De repente, notó cómo Guadalupe se incorporaba. Se giró buscándola y la vio, de pie, a contraluz en la ventana, envuelta en una bata de seda roja. El embarazo no le restaba un ápice de belleza. Desde que supo que se había quedado encinta, no habían mantenido relaciones s

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