El caso Telak (Un caso del fiscal Szacki 1)

Zygmunt Miloszewski

Fragmento

libro-1

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Cita

Capítulo primero

1.

2.

3.

4.

5.

6.

Capítulo segundo

1.

2.

3.

4.

5.

Capítulo tercero

1.

2.

3.

4.

5.

6.

Capítulo cuarto

1.

2.

3.

4.

5.

6.

7.

Capítulo quinto

1.

2.

3.

4.

Capítulo sexto

1.

2.

3.

4.

Capítulo séptimo

1.

2.

3.

4.

Capítulo octavo

1.

2.

3.

4.

5.

6.

Capítulo noveno

1.

2.

3.

4.

5.

Capítulo décimo

1.

2.

3.

4.

Capítulo undécimo

1.

2.

3.

Capítulo duodécimo

1.

2.

3.

Agradecimientos

Sobre el autor

Notas

Créditos

libro-2

Para Monika mil veces

libro-3

No hay personas malas, solo personas enredadas.

BERT HELLINGER

libro-4

Capítulo primero

libro-5

 

Domingo, 5 de junio de 2005

Gran éxito de la reencarnación del festival musical de Jarocin, diez mil personas ven los conciertos de Dżem, Armia y TSA. La generación JP2 se congrega junto al lago Lednica para tomar parte en el encuentro de oración que se celebra allí cada año. Zbigniew Religa anuncia que va a presentar su candidatura a la presidencia y que desea ser «el candidato de la concordia nacional». Durante la exhibición aérea de Góraszka (Varsovia), que cumplía ya su décima edición, se han podido contemplar las maniobras de dos cazas F-16 que han hecho las delicias de los asistentes. En Bakú, la selección polaca de fútbol derrota por tres a cero a Azerbaiyán con un juego pésimo y el entrenador azerí agrede al árbitro. En Varsovia, agentes de policía reparten entre los conductores fotos espeluznantes de víctimas de accidentes para que les sirvan de advertencia, en el distrito de Mokotów se incendia un autobús de la línea 122 y en la calle Kinowa vuelca una ambulancia que transportaba un hígado para un trasplante. El conductor, la enfermera y el médico sufren contusiones y son llevados a un hospital; el hígado no queda dañado y el mismo día se realiza el trasplante en el hospital de la calle de Banach. La temperatura máxima en la capital es de 20 grados y hay precipitaciones ocasionales.

libro-6

1.[1]

—Dejadme que os cuente un cuento. Había una vez un carpintero que vivía en una pequeña ciudad de provincias. La gente del lugar era pobre, no podía permitirse comprar sillas y mesas nuevas, así que el carpintero también era pobre. Apenas lograba reunir lo justo para vivir y a medida que pasaban los años cada vez dudaba más de que su suerte pudiera cambiar, aunque lo deseaba más que nadie en el mundo: tenía una hija muy hermosa y quería que le fuera mejor en la vida de lo que a él le había ido. Un día de verano se presentó en casa del carpintero cierto hacendado señor. «Carpintero», le dijo, «va a venir a visitarme un hermano mío al cual hace mucho que no veo. Quiero hacerle un regalo que le deje maravillado. Como él viene de un país en el que abundan el oro, la plata y las piedras preciosas, he pensado obsequiarle con un cofre de madera de belleza excepcional. Si puedes terminarlo antes del domingo siguiente a la próxima luna llena, jamás volverás a quejarte de ser pobre». Por supuesto, el carpintero aceptó y se puso a trabajar de inmediato. Se trataba de una tarea inusualmente difícil y fatigosa: quería mezclar muchos tipos de madera diferentes y adornar el cofre con minúsculas tallas de criaturas fantásticas. Comía poco, casi no dormía, solo trabajaba. Mientras, la noticia de la visita del acaudalado señor y de su insólito encargo se extendió con rapidez por el pueblo. Sus habitantes sentían gran afecto por el modesto carpintero, todos los días se acercaba alguien a su casa a desearle suerte y a intentar ayudarle en su tarea. El panadero, el tendero, el pescadero, incluso el tabernero, todos echaban mano de escoplos, martillos y lijas en su afán de que el carpintero terminara a tiempo. Por desgracia, ninguno de ellos estaba capacitado para realizar ese trabajo, y la hija del carpintero veía apenada cómo su padre se dedicaba más bien a arreglar lo que sus amigos estropeaban, en lugar de concentrarse en tallar el cofre. Una mañana, cuando solo quedaban cuatro días para acabar el encargo y el artesano ya se mesaba los cabellos presa de la desesperación, su hija se plantó en la puerta de la casa y echó de allí a todo el que llegaba para ayudar. El pueblo entero se sintió ofendido con la familia, a partir de entonces todos pensaron que el carpintero no era más que un grosero y un desagradecido, y su hija, una solterona maleducada. Me gustaría deciros que, aunque el carpintero perdió a sus amigos, dejó encantado al ricachón con su primoroso trabajo, pero estaría mintiendo. Porque cuando el domingo siguiente a la luna llena lo visitó de nuevo, el señor acaudalado se marchó al rato, furioso y con las manos vacías. El carpintero tardó aún varios días en terminar el cofre y después se lo regaló a su hija.

Cezary Rudzki finalizó su relato, carraspeó y se sirvió café del termo en una taza. Tres de sus pacientes, dos mujeres y un hombre, estaban sentados al otro lado de la mesa; tan solo faltaba el señor Henryk.

—¿Qué moraleja se d

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