Conspiración Octopus

Daniel Estulin

Fragmento

Contenido

Contenido

Prefacio

Introducción

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25

26

27

28

29

30

31

32

33

34

35

36

37

38

39

40

41

42

43

44

45

46

47

48

49

50

51

52

53

Galerada_Octopus-5.xhtml

Prefacio

Izvestia Russian Daily

Domingo, 24 de enero de 2010

PORTADA

Unidad secreta japonesa vinculada a crímenes

contra la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial

Moscú, 24 de enero

Por uno de esos caprichos del destino, están saliendo a la luz atrocidades incalificables cometidas durante la Segunda Guerra Mundial por una unidad médica secreta de experimentación, conocida como Unidad 731, del Ejército Imperial japonés en el tristemente famoso campo de exterminio de Pingfan, Manchuria. Desde 1936 hasta 1943, en la Unidad 731 fueron asesinados entre 300.000 y 500.000 hombres, mujeres y niños. Las atrocidades allí cometidas fueron peores que las de los campos nazis. El sufrimiento duró mucho más..., y no sobrevivió ni un solo prisionero.

Durante más de sesenta y cinco años, las macabras actividades de guerra biológica de la Unidad 731 de Japón fueron el secreto más horrible y duradero de la Segunda Guerra Mundial. Durante más de sesenta y cinco años los gobiernos estadounidense, británico y japonés negaron una y otra vez que esos hechos se hubieran producido. Hasta que, de pronto, intervino el destino y la historia empezó a reescribirse a sí misma palabra por palabra. Y un ser humano sufriente tras otro fueron abriéndole paso a la verdad.

El distrito de Kanda, en la periferia de Tokio, es la meca de las librerías de segunda mano. Comparables con las de Charing Cross Road en Londres, son frecuentadas por universitarios en busca de ocasiones. En 1984, un estudiante que miraba en una caja de viejos documentos desechados pertenecientes a un antiguo oficial del ejército, descubrió el asombroso secreto de la Unidad 731. Los documentos revelaban detallados informes médicos sobre individuos que padecían tétanos, desde el inicio de la enfermedad hasta el espantoso final. Sólo había una explicación, pensó el estudiante: experimentos con seres humanos. Por casualidad se había descubierto el secreto mejor guardado de la Segunda Guerra Mundial.

Pasarían otros doce años hasta que los primeros implicados, hombres de cabello blanco y modales suaves, empezaran a ponerse en fila para contar sus historias antes de morir. No obstante, el destino hizo acto de presencia en su forma más cruel. Uno a uno, los testigos vivos de los experimentos de la Unidad 731 fueron muriendo, llevándose sus secretos a la tumba. Al parecer, unos fallecieron por causas naturales y otros debido a accidentes inexplicados. A principios de 2008 todos habían muerto menos uno, Akira Shimada, un anciano frágil y viudo que vivía cerca de Osaka, y que desde 1939 hasta 1943 estuvo destinado en el Grupo Minato (investigaciones sobre disentería) de la Unidad 731.

Los oficiales estadounidenses encargados de interrogar a Akira Shimada después de la guerra le preguntaron por qué lo hizo. «Era una orden del emperador, y el emperador era Dios. No tuve elección. Si hubiese desobedecido, me habrían matado.» Tras tomar debida nota de la respuesta, los interrogadores militares bajo el mando directo de la Junta de Jefes del Estado Mayor clasificaron el informe como Doble Secreto. Los fiscales de los juicios por crímenes de guerra en Tokio fueron advertidos. A partir de entonces empezó el mayor encubrimiento de la guerra; se hizo correr una cortina de secretos no muy distinta del Telón de Acero, y sin duda más duradera. Pasarían sesenta y tres años antes de que la historia de Akira Shimada viera la luz.

China Evening Post

Miércoles, 10 de febrero de 2010

PORTADA

Descubiertos secretos enterrados

de la Segunda Guerra Mundial

Pekín, 10 de febrero

La guerra en el Pacífico está plagada de historias sobre la crueldad de los japoneses contra ciudadanos chinos, así como contra soldados británicos y estadounidenses, entre otros. Las fuerzas imperiales japonesas no sólo utilizaron prisioneros de guerra como esclavos para construir su ferrocarril en Birmania, sino que realizaron con ellos terribles experimentos médicos en el cuartel general de la hermética Unidad 731, centro para armas de guerra biológicas y químicas de Japón. No obstante, mientras eso se producía, otra fuerza japonesa aún más furtiva se dedicaba a una labor tan secreta que pasaría a los anales de la historia como uno de los relatos más explosivos de la Segunda Guerra Mundial.

El proyecto llevaba el nombre de Lila Dorada y su cometido era saquear metódicamente el sudeste asiático. ¿De cuántos tesoros estamos hablando? Nadie lo sabe con exactitud, pero al parecer de China y el sudeste de Asia se rapiñaron cantidades tan enormes que, una vez terminada la guerra, Occidente decidió mantener dichas actividades en secreto.

Ahora, en su último libro, Lila Dorada, seguro que las revelaciones de la señora Lie D’an Luniset causarán un gran revuelo en Londres, Washington y Tokio, y con toda probabilidad contribuirán a que se interpongan demandas colectivas contra los gobiernos japonés y estadounidense. Según el editor de la señora Luniset, el fantasmagórico tesoro está escondido en depósitos situados en la espesa jungla de Irian Joya, en Indonesia, y alrededor de Rizal, en las laderas de Sierra Madre, la cadena montañosa más larga de Filipinas. Debido al intenso acoso de los medios, el paradero de la señora Luniset será un secreto celosamente guardado hasta la publicación de su obra, a principios de esta primavera.

Galerada_Octopus-6.xhtml

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos