Spin Nulo

Rubén Azorín
Juan Vicente Azorín

Fragmento

Ciencia y vida

2027

HERMAN HAHN

Ciencia y vida

Tokio, 5 de marzo, 19.00

1

Herman Hahn observa su rostro reflejado en el espejo. En concreto, examina la máscara que disimula las imperfecciones propias del envejecimiento. La joven que le atiende ha hecho un buen trabajo. Se pueden esconder las arrugas, pero no así la prominente nariz, que destaca con osadía entre el resto de los rasgos. Nunca le ha importado, pues pronto la convirtió en la clave de su personalidad y de su éxito. Sin querer reconocer que es narcisista, le hace considerarse atractivo y con un aire dominante y castigador.

La artista del maquillaje ultima los retoques de su rostro con algo parecido a un plumero en miniatura y le estudia desde todas las perspectivas, como un entrenador después de reconstruir la cara de su boxeador vapuleado antes de que suene la campana del siguiente asalto. No sonríe; la joven ha dejado de hacerlo poco después de que él dejase de asentir, educado, ante su estéril e interminable cháchara. Mejor así.

Alguien toca a la puerta del camerino. Es su turno. Herman se levanta y se pone la bata blanca de laboratorio sobre el traje. Su entrada en el plató es recibida con focos, música épica y aplausos enlatados. Se siente como si le presentaran en el otro extremo del ring: «Demos la bienvenida al púgil Herman Hahn, con una estatura de un metro y ochenta y dos centímetros y un peso de setenta y ocho kilogramos». El doctor nunca ha visto un combate de boxeo y no tiene intención de hacerlo, pero no podría afirmar lo mismo de su padre, que jamás se perdía uno. A Herman le cuesta comprender las razones por las que el ser humano, en pleno siglo XXI, se empeña en aferrarse a las raíces neandertales que todavía perviven en su interior.

El famoso presentador le recibe con un apretón de manos y le ofrece sentarse a su lado en un incómodo taburete. Los pies no le llegan al suelo y el sillín se le clava en la parte baja de la espalda. Los aplausos del público llegan a su apogeo y luego cesan de golpe. Las potentes luces le obligan a entornar los ojos. No formaría parte de aquel circo si no fuese estrictamente necesario. La prensa sensacionalista ha servido de altavoz a los catastrofistas y a los detractores del proyecto para el que trabaja y, tristemente, algunas publicaciones especializadas se han hecho eco de esas noticias infundadas. Es el momento de terminar con todo esto. Los presupuestos que se necesitan para este tipo de proyectos son cuantiosos, y para poder conseguirlos es importante que la prensa y el gran público estén de su parte.

—Damas y caballeros, bienvenidos una noche más al programa Ciencia y vida. Porque, como bien saben..., la vida es ciencia y la ciencia es vida. Hoy tenemos con nosotros al coordinador y máximo responsable de los dos grandes experimentos del Gran Colisionador de Hadrones alojado en el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Bienvenido, doctor Herman Hahn, y gracias por acompañarnos.

—Gracias a ustedes por la invitación.

El presentador asiente y, antes de continuar, muestra su blanca sonrisa a la cámara.

—Ante la inminente inauguración y puesta en funcionamiento del nuevo Colisionador Lineal Internacional o ILC, ubicado en Japón, muchos nos hacemos esta pregunta: ¿qué es o para qué sirve un acelerador o colisionador de partículas?

—Bueno, como su nombre indica, acelera partículas subatómicas haciéndolas girar en su interior hasta conseguir velocidades cercanas a la de la luz. Estas partículas giran en sentidos opuestos y se las obliga a colisionar en determinados puntos. Con esas colisiones se pretende generar nuevas partículas hasta ahora desconocidas.

—Tengo entendido que estos aceleradores son máquinas monstruosas.

—No creo que la palabra más apropiada para describirlas sea «monstruosas». Se trata de máquinas tan grandes como precisas. Milimétricas. Casi perfectas. Posiblemente sean la mayor obra de ingeniería realizada por el ser humano.

—Claro, doctor. Pero ¿de qué tamaños hablamos y en qué se diferencia el nuevo acelerador japonés del europeo?

—El colisionador europeo, el LHC, era hasta la fecha el más grande del mundo. Está situado en la frontera francosuiza, en las afueras de Ginebra, y tiene un diámetro de veintisiete kilómetros. El Colisionador Lineal Internacional de Japón no será circular, de ahí lo de «lineal», y tendrá cincuenta kilómetros de longitud. Ambos están ubicados a unos cien metros bajo tierra.

—¡Increíble! ¿Y por qué se necesita un nuevo colisionador tan grande?

—El nuevo ILC conseguirá que las partículas que se aceleran en su interior choquen al doble de energía. Se presume que este aumento de potencia permitirá revelar la existencia de partículas nuevas más masivas, hasta ahora imposibles de detectar. Estas nuevas partículas, predichas por algunas teorías, solo se generan en eventos cósmicos muy agresivos, como la explosión de una estrella de neutrones o el propio big bang. Por tanto, el único modo de generarlas aquí, en la Tierra, es mediante estos aceleradores.

El presentador asiente con cara de profundo interés. Cambia de postura y lanza una nueva pregunta.

—Hasta la fecha, ¿cuántas partículas nuevas se han descubierto?

—El modelo físico estándar describe dieciocho partículas que forman la materia y las fuerzas que rigen sus interacciones. Todas ellas han sido detectadas en el LHC y están dentro del modelo de la física cuántica. Ciertas teorías físicas presuponían la existencia de algunas de ellas, pero no se había podido corroborar hasta hace poco. Con estas confirmaciones hemos mejorado nuestro modelo, lo hemos vuelto más sólido. El acelerador es el único lugar del mundo donde se recrean unas condiciones similares al big bang y se consigue mostrar estas partículas. Precisamente, el famoso descubrimiento del bosón de Higgs en 2012, definido teóricamente pero jamás observado hasta esa fecha, completó el modelo estándar de física. Ponía así punto final a una etapa de la ciencia y, al mismo tiempo, iniciaba otra igual de prometedora.

—¿Cuál es la importancia de las nuevas partículas que se buscan más allá de esas dieciocho? ¿Por qué ponen tanto empeño?

—La física clásica actual funciona muy bien para explicar los fenómenos que nos rodean a escalas humanas. Sin embargo, falla si la aplicamos a nivel subatómico o a determinados eventos cósmicos. El modelo estándar apenas explica un cuatro por ciento del universo, y solo en parte. Por tanto, sabemos que no es definitivo y que la nueva física tiene que existir. En el CERN vamos en pos de nuevos modelos que engloben lo que ya conocemos y que, al mismo tiempo, sean capaces de explicar algo más de ese 96 por ciento desconocido.

»El objetivo del CERN es claro: abrir las puertas a una nueva física que continúe la revolución iniciada por Einstein en el siglo xx. El descubrimient

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