En la mente del hipnotista (Inspector Joona Linna 5)

Lars Kepler

Fragmento

Introducción

No se tomaron en serio la grabación hasta que apareció el primer cuerpo. Alguien había enviado el enlace de un vídeo colgado en YouTube al correo electrónico de la policía judicial. El email no tenía mensaje y resultó imposible rastrear al remitente. La jefa del departamento hizo su trabajo, siguió el enlace, vio el vídeo y supuso que se trataba de una oscura broma, aunque de todos modos lo anotó en el registro.

Dos días después, tres expertos investigadores se encontraban en una pequeña sala del octavo piso de la sede central de la policía judicial de Estocolmo a causa de ese mismo vídeo. El mayor de los tres estaba sentado en una chirriante silla de oficina; los otros permanecían de pie.

La secuencia del vídeo que contemplaban en la gran pantalla del ordenador solo duraba cincuenta y dos segundos.

Una cámara temblorosa filmaba a escondidas a una mujer de unos treinta años a través de la ventana de su dormitorio mientras se ponía unas medias negras.

Los tres hombres observaban en un silencio incómodo sus extraños movimientos.

Para conseguir que se le ajustaran bien, la mujer daba grandes zancadas sobre unos obstáculos invisibles y después realizaba unas cuantas flexiones con las piernas abiertas.

El lunes por la mañana, la mujer fue hallada muerta en la cocina de un chalet adosado de Lidingö, en las afueras de Estocolmo. Estaba sentada en el suelo con la boca muy abierta de una forma extraña. La sangre había salpicado la ventana y la orquídea blanca que había en su maceta. La mujer solo llevaba puesto un sujetador y las medias.

La autopsia constató a lo largo de la semana que había muerto desangrada como consecuencia de los múltiples y brutales cortes y puñaladas que había recibido en la cara y en el cuello.

Introducción

El término «acosador» ha existido en sueco desde comienzos del siglo XVIII. Al principio significaba «merodeador» o «cazador furtivo».

En 1921, el psiquiatra francés Clérambault publicó un estudio de un paciente que tenía una relación amorosa imaginaria. Muchos consideran que este es el primer análisis moderno de un acosador.

En la actualidad, el término se aplica a una persona que sufre un trastorno psíquico que lo lleva a espiar a otra, que tiene una obsesión enfermiza por vigilar a su víctima.

Casi el diez por ciento de la población sufre alguna forma de acoso a lo largo de su vida.

Lo más frecuente es que el acosador tenga o haya tenido alguna relación con su víctima pero, con frecuencia, la casualidad es determinante cuando la obsesión se dirige hacia desconocidos o hacia personas que por algún motivo han obtenido reconocimiento.

A pesar de que la mayoría de los casos no obligan a tomar medidas, la policía se toma este fenómeno muy en serio, ya que la obsesión patológica del acosador lleva consigo una suerte de escalada automática de la peligrosidad. De la misma manera que las nubes que circulan entre vientos anabáticos y catabáticos pueden convertirse en un tornado al cambiar de dirección en una tormenta, la reacción emocional del acosador entre la admiración y el odio puede derivar de repente en manifestaciones muy violentas.

Capítulo 1

1

Son las nueve menos cuarto del viernes 28 de agosto. Tras los atardeceres de ensueño y las noches luminosas del verano, la oscuridad llega ahora con sorprendente rapidez. Ya es de noche fuera del vestíbulo acristalado de la Dirección Nacional de la Policía.

Margot Silverman sale del ascensor y se dirige al control de seguridad del vestíbulo. Lleva un cárdigan negro cruzado, una blusa blanca ceñida y unos pantalones negros de talle alto que se estiran para adaptarse a su creciente barriga.

Se acerca sin prisa a las puertas giratorias de la pared acristalada. El vigilante está detrás del mostrador de madera con la vista puesta en una pantalla. Las cámaras de seguridad captan cada rincón del gran edificio las veinticuatro horas del día.

Margot tiene el cabello rubio, de la misma tonalidad que la madera pulida de abedul, y lo lleva recogido en una gruesa trenza que le cae por la espalda. Tiene treinta y seis años, está embarazada por tercera vez y brilla, con los ojos húmedos y las mejillas sonrosadas.

Tras una larga semana de trabajo, va de camino a casa. Ha hecho horas extras todos los días, y le han advertido ya dos veces de que se está excediendo.

Es la nueva experta de la policía judicial en asesinos en serie, asesinos itinerantes y acosadores. El homicidio de Maria Carlsson es su primer caso desde que tomó posesión del cargo como comisaria.

No hay ningún testigo ni ningún sospechoso. La víctima vivía sola, no tenía hijos, trabajaba como comercial en Ikea, había heredado el chalet adosado de sus padres, libre de hipoteca, cuando su padre murió y su madre ingresó en una residencia para ancianos.

Maria solía ir al trabajo con un compañero, pero aquella mañana no lo estaba esperando como de costumbre en la calle Kyrkvägen. El colega condujo hasta la casa de ella y llamó a la puerta, echó un vistazo al interior a través de los cristales, rodeó la casa y la vio por la ventana. Estaba en el suelo, con la cara destrozada y el cuello casi cercenado; la cabeza colgaba de lado y tenía la boca abierta de una extraña manera.

Según el informe preliminar de la autopsia, el resultado parece indicar en cierto modo que la boca fue recolocada después de que la víctima hubiera muerto, aunque, desde un punto de vista puramente teórico, es posible que la boca se encajara sola en esa posición.

El rigor mortis comienza en el corazón y el diafragma, per

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