2012

Fragmento

uno

La Qarafa de Megacon

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1

Pero, un momento, tal vez me esté adelantando.

Tal vez esté contando demasiado de una vez. Tal vez antes tengamos que contestar algunas cuestiones básicas. Después de todo, esto es una especie de declaración. Tenemos algunos puntos que concretar, así que tal vez tendríamos que ponernos un tanto serios y no modestos o recatados, para así recordar cómo demonios terminé en esta situación. Quizá no puedas escapar a un pequeño pellizco del pasado, de la misma manera que no puedes escapar del futuro.

Mi nombre es Joaquín Carlos Xul Mixoc DeLanda. A diferencia de la mayoría de los indios mayas, nací en un hospital de verdad, en una pequeña ciudad llamada San Cristóbal Verapaz, en la Alta Verapaz, en el sudeste de Guatemala, a unos cincuenta kilómetros del golfo de Honduras. SCV está a unos ciento cuarenta y cinco kilómetros al noreste de CG, que es la Ciudad de Guatemala, y a unos quince kilómetros de T’ozal, el pueblo, o más bien, la aldea, donde crecí. Mi día de nombramiento, que en realidad es más importante que el día de mi nacimiento, fue tres días después, el 2 de noviembre de 1974, o, en nuestro calendario, 11 Aullador, 4 de Blancura, en el quinto uinal del primer tun del decimoctavo k’atun del decimotercer y último b’ak’tun. Exactamente, un millón ochocientos cincuenta y ocho mil setenta y ocho k’inob, o soles, o amaneceres, o días, desde el primer día de la Cuenta Larga del calendario, el 4 Cacique, 8 Huevo Oscuro 0.0.0.0.0, o también 11 de agosto del 3113 a. C., no más de unos trece mil novecientos veintiocho días antes del último sol, el 4 Cacique, 3 Pájaros Amarillos, en el último día del último k’atun del decimotercer b’ak’tun. Es decir, antes del 21 de diciembre del 2012 (después de Cristo), día que, como seguramente ya habrás oído, será el día en el que el tiempo se detendrá.

Mi padre era medio hispano, hablaba k’ekchi y, de alguna manera, era un intelectual, según los estándares locales. Trabajaba en el Instituto Indígena de Santiago, en Ciudad Guate, dirigiendo el rudimentario sistema escolar de la zona. Mi madre hablaba ch’olan, el cual, de todos los dialectos mayas vivos, era el que más se parecía al maya antiguo del sur. Su familia se había trasladado desde Chiapas a principios de 1930 y ahora era parte de un pequeño enclave ch’olan al sur de su núcleo principal. Aprendí más que la mayoría de los niños del lugar sobre nuestra cultura, la historia de nuestro país, quiénes éramos, o lo que fuera, y aun así tampoco sé mucho. Sabía que en los tiempos pasados habíamos sido arquitectos y reyes, pero que ahora éramos pobres. No sabía que nuestra cultura estuviera muriendo. Vivía en nuestra akal, una casa de paredes de granito y techo de paja... Caray, crecí bajo un techo de paja, por Dios, a veces apenas puedo creer por todo lo que he pasado. Nuestro jon-ka’il, la plaza del pueblo, era el centro de nuestro pequeño universo. Cuando miro hacia atrás, todo eso se me hace bastante tosco, pero realmente supongo que por aquel entonces no sabía menos sobre historia que la media de los niños que iban a escuelas públicas americanas. Es probable que la mayoría de la gente tuviese al menos una vaga idea sobre la existencia de un grupo de pirámides muy antiguas de camino al sur. Tal vez, un grupo más pequeño de esas mismas personas pudiera decirte que allí, antaño, vivían los pueblos azteca, tolteca, inca y maya. Puede que un montón de gente haya visto la película sobre los mayas de Mel Gibson, o tal vez hayan viajado a Ciudad de México para ver las ruinas de Teotihuacan, pero sería difícil dirigirse a Estados Unidos y que alguien te pudiera decir, por ejemplo, cuáles son las diferencias entre el pueblo de los aztecas y el de los toltecas, o que supieran de la existencia de pueblos de la misma valía pero infinitamente menos famosos, como los mixtecas, los zapotecas o los tarascos, dentro de la zona que abarca desde México central hasta Honduras, a la que nos referimos como Mesoamérica, o incluso que los incas vivieron a unos cuantos miles de kilómetros al sudoeste, en otro continente, y por lo que a los mayas nos concernía, podrían haber estado en Neptuno.

Además de las geográficas, entre el afloramiento de estas dos civilizaciones también hubo grandes distancias temporales. Los toltecas llegaron a su cenit aproximadamente en el año 1100. Teotihuacan quedó totalmente abandonada entre el 650 y el 700, lo que llamaron el Periodo Clásico Tardío maya duró entre el 600 y el 850 a. C. y para cuando los aztecas empezaron a iniciar su civilización, unos seiscientos años después, los mayas estaban en un avanzado estado de decadencia política. Según lo que se sabe por los primeros estudios de la zona mesoamericana, los mayas eran como los antiguos griegos, y los toltecas y los aztecas eran como los romanos. Claro que la única cosa que los mayas tenían en común con los griegos era su genialidad.

Ahora, por supuesto, de aquellos tiempos sólo se puede decir lo que era sorprendente de cada cultura. Un día, mientras estaba en la escuela, cambiaron todas las inscripciones y carteles del museo de arte de la universidad, así que, en lugar de poner «Fetiche de Estiércol, Tribu Ookaboolakonga, siglo xix

», se leía «Fetiche de Estiércol, Civilización Ookaboolakonga, siglo

». Como si cinco chozas y una talla fueran ya una civilización.

Pero el hecho más triste es que las culturas son como los artistas: tan sólo unos cuantos son verdaderos genios, y de todas las culturas geniales del mundo, la maya es la que parece haber cardado la lana para que otros se la lleven. La escritura fonética tan sólo se ha inventado tres veces en la historia: una vez en China, otra en Mesopotamia y otra con nuestros ancestros mayas. El cero tan sólo se ha inventado dos veces: una vez cerca de donde está ahora situada Pakistán y otra, antes xix que ésa, en la cultura maya. Los mayas eran especiales, y eso es todo lo que necesitas saber.

No hay mucha gente que sepa todo esto, probablemente por dos razones. Una se debe al más puro prejuicio. La otra es que probablemente ninguna otra civilización, y con total certeza ninguna otra civilización con cultura, ha sido tan tajantemente erradicada de la faz de la Tierra, pero aun así quedan más de seis millones de hablantes del idioma maya, más de la mitad de ellos viven en Guatemala, y muchos todavía sabemos bastante sobre los tiempos pasados.

Mi madre, concretamente, sabía algo, pero yo, por aquel entonces, no podía notar nada especial en ella, más allá de que para mí era la persona más importante del mundo. Supongo que en realidad no lo habría notado de no ser por aquello que me enseñó alrededor de 1981, durante la época de lluvias en la que enfermé. Mi padre tuvo la encantadora ocurrencia de ponerlo «en la muerte».

2

Cogí lo que ellos creían que era la fiebre dengue. Era más peligrosa de lo que es en estos días, sobre todo por las hemorragias pulmonares y los estornudos de sangre que me provocaba. Finalmente resultó

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