Calor mortal (Serie Castle 5)

Richard Castle

Fragmento

libro-3

Capítulo
1

La detective de homicidios de la policía de Nueva York Nikki Heat aparcó en doble fila su Crown Victoria gris detrás de la furgoneta del juez de instrucción y se dirigió a la pizzería donde esperaba el cadáver. Un agente con uniforme de manga corta levantó el precinto para que ella se agachara y pasara por debajo y, cuando se levantó al otro lado, Heat se detuvo y miró hacia Broadway. En ese momento, veinte manzanas más al sur, su novio, Jameson Rook, estaba saliendo a saludar en una rueda de prensa en Times Square para celebrar la publicación de su último gran artículo. Un artículo tan importante que el director lo había sacado en portada para lanzar la página web de la revista. Heat debería haber estado contenta, pero estaba hecha polvo. Porque el artículo era sobre ella.

Dio un paso para entrar, pero solo uno. El cadáver no se iba a ir a ningún lado y Heat necesitaba un momento para maldecirse a sí misma por haber ayudado a Rook a escribirlo.

Pocas semanas antes, cuando le dio su bendición para que escribiera una crónica sobre su investigación de la muerte de su madre, le había parecido una buena idea. Bueno, quizá no una buena idea, pero sí prudente. La espectacular captura de Heat del asesino misterioso después de más de una década se había convertido en una noticia bomba y Rook lo había planteado sin rodeos: alguien iba a escribir aquella historia. ¿Prefería Heat a un ganador del premio Pulitzer o a un gacetillero sensacionalista?

Las entrevistas de Rook fueron intensas y, para realizarlas, necesitó todo el fin de semana. Con su grabadora digital como centinela, Heat empezó hablando de la cena de Acción de Gracias de 1999. Ella y su madre se disponían a hacer pastel de carne y Nikki la llamó desde la sección de especias del supermercado solo para oír cómo su madre moría apuñalada al otro lado del teléfono, mientras ella echaba a correr de vuelta a casa, desesperada e impotente. Le contó a Rook que había cambiado la carrera de arte dramático por la de justicia penal para convertirse en policía en lugar de en la actriz que siempre había soñado ser.

—Un asesinato lo cambia todo —dijo.

Heat compartió con él la frustración que sintió en su búsqueda de justicia durante la década posterior. Y su sorpresa un mes antes, cuando todo cambió y una maleta que habían robado del piso de su madre la noche de su asesinato apareció en la escena de un crimen que investigaba Nikki, con el cuerpo de una mujer en su interior. El camino hacia la resolución del reciente homicidio de la señora de la maleta llevó a Heat a un inesperado viaje hacia el pasado oculto de su madre. El rastro la había llevado hasta París, donde Nikki se quedó pasmada al saber que Cynthia Heat había sido espía de la CIA. En lugar de la profesora de piano que había fingido ser, su madre había utilizado la enseñanza de la música como excusa para poder espiar las casas de diplomáticos y empresarios.

Nikki se enteró de todo esto en el lecho de muerte del antiguo jefe de su madre en la CIA, Tyler Wynn. Pero, como los espías son como son, aquel anciano no había hecho más que fingir su muerte para sacársela de encima. Nikki descubrió esto por las malas, cuando el mentor de su madre apareció pistola en mano para quitarle los documentos secretos e incriminatorios por los que Cynthia Heat había muerto. ¿Por qué? Porque Cynthia Heat había descubierto que Tyler Wynn, su leal amigo, era un traidor.

Durante la entrevista, Nikki confesó que no tenía que imaginarse lo que su madre sintió ante aquella traición. Ella había sentido lo mismo cuando Petar, su novio de la universidad, había salido de las sombras junto a Wynn apuntándola con su pistola. Y más aún cuando el viejo espía se escabullía con la bolsa de las pruebas incriminatorias y una última orden para el ex de Nikki: que la matara. Al igual que el mismo Petar había matado a su madre.

En ese momento, Rook había parado su grabadora Olympus para cambiarle las pilas, pero, en realidad, lo había hecho para dejar que Nikki se recompusiera emocionalmente. Cuando continuaron con la entrevista, ella admitió que, en el fondo, siempre había pensado que después de capturar al asesino de su madre aquella herida podría por fin cicatrizar. En lugar de ello, se había abierto del todo y sangraba. El dolor, más que disminuir, se había vuelto más punzante. Sí, había conseguido arrestar a Petar, pero el cerebro que lo había orquestado todo había escapado sin dejar huella. Y Petar no iba a ayudarles a buscarlo. No después de que otro de los cómplices de Wynn envenenara con todo el descaro la cena de su celda.

Heat se abrió a Rook con un tono íntimo que no podría haberse imaginado un año atrás, cuando le endilgaron al famoso periodista para que la acompañara en una investigación. Antes de Rook, Nikki siempre había creído que en el mundo había dos parejas de enemigos natos: policías y ladrones y policías y periodistas. Aquella creencia se ablandó durante la ola de calor del verano anterior, cuando terminaron enamorándose mientras trabajaban en su primer caso. Puede que se hubiese ablandado, pero, incluso siendo amantes, los policías y los periodistas jamás lo iban a tener fácil. Y esta relación los ponía constantemente a prueba.

La primera prueba había surgido el otoño anterior, cuando el resultado de las salidas de la brigada de homicidios de Rook apareció publicado en la portada de una revista de tirada nacional y Nikki pudo contemplar su propio rostro devolviéndole la mirada desde los quioscos de prensa durante un mes. Tanta atención le resultó incómoda. Y ver cómo sus experiencias personales se convertían en una narración provocaba en ella una sensación perturbadora sobre su papel como musa de Rook. ¿Aquella vida que compartían les pertenecía a ellos o solo era material de referencia?

Y ahora, con aquel artículo nuevo de Rook a punto de irrumpir a lo grande en internet, lo que eran simples recelos sobre salir a la luz pública se habían convertido en una ansiedad a gran escala. Esta vez no se trataba de temer el brillo cegador de la publicidad personal, sino la preocupación de que aquello pudiera perjudicar la investigación que tenía en marcha. Porque para la detective Heat, este caso no tenía cabos sueltos. Eran cables con corriente y Nikki consideraba la publicidad enemiga de la justicia. Y en ese momento, a un kilómetro y medio de distancia, en Times Square, el genio estaba a punto de salir de la botella.

Nikki se alegraba de, al menos, poder mantener un gran secreto. Algo tan explosivo que ni siquiera se lo había contado a Rook.

—¿Entras? —El detective Ochoa la hizo volver al presente. Sostenía abierta la puerta de Domingo’s Famous para que ella entrara. Heat vaciló y, a continuación, dejó a un lado su preocupación y cruzó la puerta.

—Tenemos aquí algo inaudito —dijo el compañero de Ochoa, Sean Raley. Aquella pareja de detectives, apodados los Roach[1], una mezcla de sus apellidos, condujeron a Heat a través de las mesas de formica vacías que en pocas horas habrían estado llenas para el almuerzo de no haber sido por aquel asesinato.

—¿Preparada para ver algo nuevo? —preguntó Raley cuando llegaron a la cocina. Colocó su mano enguantada sobre la puerta más alta del horno de pizzas y la bajó par

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