Sólo la oscuridad

William McIlvanney
Ian Rankin

Fragmento

Uno

UNO

En todas las ciudades hay delincuencia a mansalva. Es una condición intrínseca: si juntas a un montón de gente en un mismo lugar, la maldad va a manifestarse de una forma u otra, así son las cosas. La ciudadanía no suele tenerlo presente, al menos no de forma consciente, porque las preocupaciones cotidianas eclipsan toda sensación de amenaza tangible. Hacen falta desastres como el del estadio de Ibrox Park o titulares sobre Bible John, el asesino en serie de Glasgow, para que las personas caigan en la cuenta de que han estado viviendo a dos pasos de un abismo inimaginable y azaroso, y de que la aparente normalidad está encajonada en una anormalidad tan ubicua como amenazadora. Entonces, al menos en ocasiones, vuelven a percibir cuán fina es la membrana sobre la que caminan, a ser conscientes de que en cualquier momento podría romperse precipitándolos hacia oscuras simas, y a preguntarse si están tan a salvo como creían.

Robert Frederick, el comisario jefe de la brigada de homicidios de Glasgow, estaba reflexionando sobre estas cuestiones. Sabía que la aparente seguridad que reinaba en su ciudad podía verse perturbada muy pronto porque un hombre llamado Bobby Carter acababa de desaparecer. Aquella tarde, su familia había avisado a la policía de que llevaba dos días sin pasar por casa. Eso, por sí solo, estaba lejos de quitarle el sueño: Bobby Carter era un profesional del delito, o mejor dicho un abogado tan listo como corrupto que, más que codearse con criminales, se metía con ellos en la bañera por muy asquerosa que estuviese el agua. Crecido en el seno de una familia respetable y con una educación exquisita, Carter había optado por dedicarse profesionalmente a proteger y asesorar a la escoria humana que pululaba por el pedacito del mundo que era responsabilidad de Frederick y sus agentes. Su negocio consistía en mover dinero sucio y ponerlo fuera del alcance del fisco, usualmente mediante la compra de negocios legales y rentables, y su especialidad era hacer que los contratos beneficiaran a los compradores en vez de a los vendedores.

Lo que le preocupaba a Frederick —sentado a su meticulosamente ordenado escritorio con la mirada perdida más allá— era el vacío que la desaparición de Carter podía crear en la fraternidad criminal de Glasgow y el choque de trenes que ese vacío podía provocar. Todo el mundo sabía que Carter era la mano derecha de Cam Colvin, uno de sus pocos hombres de confianza, y el nombre de Colvin bastaba para suscitar miedo: incluso cuando se hallaba en plena adolescencia, una vez se presentó en la consulta de un médico exigiendo ser atendido y, cuando la recepcionista le preguntó qué le pasaba, él, en vez de responder, se limitó a darse la vuelta y a mostrarle el cuchillo que todavía tenía clavado entre los omoplatos. Más valía no jugar con Cam Colvin, y menos aún cabrearlo, y eso significaba que las implicaciones de la misteriosa desaparición de Carter podían ir mucho más allá del submundo criminal y afectar a la población en su conjunto aunque ésta no tuviese nada que ver.

Alguien llamó a la puerta y lo sacó de sus cavilaciones. Era el inspector Bob Lille, que entró en el despacho sin pedir permiso y cerró la puerta a sus espaldas.

—¿Qué se sabe? —preguntó el comisario.

Lilley respiró hondo.

—Hay quien opina que, con un poco de suerte, unos extraterrestres pueden haberlo raptado y habérselo llevado a otra galaxia.

—¿Y eso quién lo dice?

—El nuevo fichaje.

—¿Laidlaw? —El comisario se quedó mirando a Lilley, que se limitó a asentir—. Mira por dónde, quería hablar contigo sobre él.

—Tampoco es que Jack Laidlaw sea un misterio por resolver, señor. Su reputación lo precede, y me da en la nariz que por eso precisamente nos lo han endosado. ¿A quién habrá cabreado en estas últimas semanas?

—No creo que le queden muchos por cabrear. —Frederick se arrellanó en el asiento—. Lo cierto es que todo el mundo dice que hace bien su trabajo: parece tener un sexto sentido para saber lo que pasa en la calle.

—Y aquí viene el «pero», ¿no?

—Hay que atarlo en corto para sacarle todo el partido.

—Yo no estoy para hacer de niñera, señor.

—Sólo serán un par de semanas, hasta que el hombre sepa a qué atenerse con nosotros.

Lilley lo pensó durante unos instantes y, cuando finalmente asintió, Frederick se permitió relajarse un poco.

—Esta noche nos veremos en lo de Ben Finlay para una copa, ¿no?

—Claro que sí, señor: quiero asegurarme de que esta vez ese cabronazo de Finlay se jubila de verdad.

—Arréglatelas para que Laidlaw también vaya, así la gente lo irá conociendo.

—Finlay ya lo ha invitado. Por lo visto son viejos amigos, lo que sin duda es una mancha en el historial de nuestro nuevo fichaje... —Hizo una pausa—. Supongo que no hay novedades sobre lo de Bobby Carter, ¿es así?

—Eso tendría que preguntártelo yo a ti.

—Hemos hablado con su familia y nos hemos presentado en su bufete. Esperaron un par de días antes de llamarnos porque parece que el amigo se pierde de vista de vez en cuando.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Una noche en el casino seguida de un día durmiendo la resaca allí donde haya ido a parar.

—¿Y no ha sido el caso esta vez?

—Nadie lo vio en los garitos de costumbre.

—¿Habéis hablado con sus socios?

—Espero que no sea necesario porque, en cuanto hablemos con Cam Colvin, tendremos que hacer lo mismo con los de la competencia.

—John Rhodes y Matt Mason... —dijo el comisario asintiendo lentamente—. «Despacio y buena letra», Bob, como dice el adagio.

—Lo tendré en cuenta.

Lilley se dio la vuelta para marcharse.

—No pierdas de vista a Jack Laidlaw, Bob. Ya sabes lo que decía Lyndon Johnson: «Mejor tener a tus enemigos dentro de la tienda y meando hacia fuera que...», bueno, ya me entiendes.

Lilley volvió a asentir y se marchó. Una vez a solas, su jefe reanudó su intercambio de miradas con la puerta. «Raptado por unos extraterrestres... la verdad, sería una suerte».

Dos

DOS

Conn Feeney estaba contando a los parroquianos. Tardó poco. En sus buenos tiempos su pub, el Parlour, había sido un local muy concurrido: los astilleros estaban en pl

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