Muerte nómada (Yeruldelgger 3)

Ian Manook

Fragmento

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Contenido

Portada

Dedicatoria

1. «...Jamukha»

2. «...cuatro meses sin hacer el amor»

3. ... Pequeño gran hombre!

4. «Un agujero lleno de cadáveres»

5. ...y el depósito explotó

6. «Bueno, ¿vamos a ver ese osario?»

7. ...en la cuerda y la carne desgarrada

8. «¡Recoged por lo menos los brazos!»

9. ...los primeros ninjas

10. «Con un agujero justo en medio de la frente»

11. «...con unos calzoncillos ajustados rojosy unas chaquetillas rosas»

12. «...si lo haces, ¡no tengas miedo!»

13. De repente, una sombra le atravesó el corazón

14. «...a quienes pueden destruirlo todo»

15. ...lo cegaba con sus luces largas

16. Con la cara de Yeruldelgger recortada

17. «...en la garganta de un muerto!»

18. «...en los burdeles de Shanghái o de Macao»

19. «¡¿También a ella te la quieres tirara la manera nómada?!»

20. «Sobre todo para ser una placa intracontinental»

21. ...por dentro y por fuera

22. «...y encuéntrala!»

23. «¿Al menos está muerto ese puto chino?»

24. «Una huella de lobo»

25. ...¡aquello se le daba bien!

26. «...¡incluso para un dingo!»

27. ...la huella de lobo en la frente?

28. «¿Qué hago? ¡Se está despertando!»

29. «El forense, ¿de verdad es gay?»

30. «¡Póngase a ello!»

31. «Sí, se puede decir así»

32. «...en que no lo sepa»

33. «...el abuelo de Hitler»

34. «¡Ha vuelto!»

35. Salvar Mongolia

36. «Un juego, supongo, o una advertencia...»

37. «...Delgger Kan!»

38. ...como para que unos cuantos crímenesla inflamaran?

39. ¡Vivo!

40. «...te devuelvo a tu burdel»

41. ...gritaba en la cama

42. «...Chagdarsüren Djügderdemidiin Bilegt»

43. ...la mirada tranquila del asesino

44. «¿Qué quieres decir con eso?»

45. «...soñar con el aparato del australiano?»

46. «¡Por supuesto que quiero!»

47. ...en medio del olor de su orina

48. «Yo allí no vuelvo»

49. Su hermana de la estepa

50. «Una tontería de las grandes»

51. «...manosean a las chicas aunque ellas no quieran...»

52. «Deben de estar viendo la tele»

53. «¡Y pon Fox News!»

54. ...de un crepitar de flashes

55. «...el Africano os tiene en el punto de mira»

56. De golpe

57. ...de un puñetazo

58. ...un centenar de chicas y treinta milicianos

59. «¡No me extraña que seas un cornudo!»

60. «Ocúpate tú de ella. Si puedes»

61. ...el rostro de la asesina. La auténtica

62. «¿Incluso para eliminar a Yeruldelgger?»

63. «Yo también tengo cosas que decirle»

64. «...el que sacaron de la cama de Solongo»

65. ...no le gustó en absoluto lo que vio en ellos

66. «Ir a presionar a De Vilgruy»

67. ...no lo resistiría

68. ...se hundió en un sueño sin imágenes

69. «Eh, ¿estás muerto, o qué?»

70. «A cambio quieren los tangas y los sujetadores»

71. ...quizá perdido él también

72. ...una duna lejana, que lloraba

73. ...ocho metros al día?»

74. ...deshacerse de Bekter cuanto antes

75. ...él lloraba también

76. ...aprendía también a ser un hombre fogoso...

77. ...olvidar todo recuerdo del camino

78. ...ahora que estaban en paz

Créditos

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A Bus, de nuevo y siempre.
A los míos y a quienes me han hecho.
¡A mí!

Un «bec» a Chrystine, Norbert y Ben,
por haber cuidado mi argot de Quebec.
Un «kush» a Évelyne y Natalia,
por haber soltado las riendas de mi yidis.
Un «beso» a mi DEUP, por haber corregido
mis tics y mis tropiezos a la hora de escribir

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«...Jamukha»

La pequeña furgoneta todoterreno azul rusa avanzaba tratando de mantenerse estable hacia la cima de la colina. La carrocería pintarrajeada se bamboleaba muy peligrosamente mientras los neumáticos medio desinflados aplastaban y disparaban guijarros contra los bajos del chasis. La pendiente y los desniveles determinaban la trayectoria al margen de los esfuerzos del conductor, que aferraba con sus manos de ogro el volante fino de baquelita de color marfil.

—Si sigues así terminaremos por volcar y bajar rodando hasta el valle. Y yo soy el que va en el asiento del muerto.

Con cada chirrido que lanzaban los resortes de la suspensión ante semejante maltrato, Al iba salpicándose de cerveza Chinggis tibia la camiseta con el lema «Yes We Khan».

—Si volcamos, moriremos todos —vaticinó Zorig, con las rodillas a los lados del volante y la cabeza contra el parabrisas; había encogido su cuerpo de gigante para caber en el habitáculo—. Pero eso es algo que no va a suceder. Estos cacharros son como las garrapatas. Se agarran al camino y ya no lo sueltan.

—Pues hubo una vez que nos hiciste caer al lago Airag, al sur de Khyargas —le recordó Naaran, que iba agarrado a la tapicería de escay del asiento trasero y golpeándose la cabeza contra el techo de metal visto.

—Aquel día fueron los frenos.

—¿Y en el barranco del Khangai Nuruu? —insistió Erwan, zarandeado por los botes sin ton ni son que daba la furgoneta—. ¿También fueron los frenos entonces?

—¡Ese día fueron los neumáticos! —exclamó Zorig, enfurruñado.

—Y cuando te saliste de la pista, camino de Tchor, ¿te acuerdas? Aquella pista larga, totalmente recta y llana. ¿Aquello qué fue?

—...

—¿No serían elefantes, por casualidad?

Todos rompieron a reír. Todos menos Zorig, que estaba molesto e iba concentrado en su conducción errática.

—Ese día bien que nos echaste a la cuneta para evitar a un elefante, ¿verdad?

—Y qué, me equivoqué, le puede pasar a cualquiera, ¿no? Sé perfectamente que no hay elefantes en la estepa. No soy tan imbécil... Debió de ser otra cosa, un yak o un camello, yo qué sé. Estaba cansado.

—¿Cansado? No, ¡borracho! ¡Pedo, rojo como un cuenco de grosellas, a rebosar como una vejiga de yak! Deberías dejarme conducir —dijo, preocupado, Naaran.

—No mientras viva. Ésta es mi todoterreno. Y soy yo quien la conduce.

—Zorig, si no hay camino practicable al otro lado de la colina, no podremos dar media vuelta, ni siquiera ir marcha atrás.

—Sí que pod

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