En el último minuto (Saga King y Maxwell 6)

David Baldacci

Fragmento

Creditos

Título original: King and Maxwell

Traducción: Mercè Diago y Abel Debritto

1.ª edición: octubre 2015

 

© Ediciones B, S. A., 2015

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-187-8

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contents
Contenido
Dedicatoria
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
Agradecimientos
guia-1

Para Shane, Jon, Rebecca,

y todo el reparto y equipo de rodaje

de la serie de televisión

Gracias por dar tanta vida a mis personajes.

minuto-1

1

Dos mil cien kilos.

Ese era el peso aproximado del contenido de la caja. Una carretilla elevadora la descargó del camión articulado y la colocó en la trasera de un camión más pequeño. La puerta posterior se cerró con llave y luego mediante una combinación. Se suponía que eran cerraduras inviolables. Lo cierto es que, si se disponía del tiempo necesario, no existían cerraduras inviolables ni puertas infranqueables.

El hombre se puso al volante y cerró la puerta con el sistema de seguridad, le dio al contacto y revolucionó el motor, encendió el aire acondicionado y ajustó el asiento. Tenía un largo trayecto por delante y no demasiado tiempo. Además, hacía un calor infernal. El brillo trémulo del calor resultaba visible en el ambiente y rielaba el paisaje. No le dio demasiadas vueltas a la situación por temor a que le entraran ganas de vomitar.

Habría preferido escolta armada. Incluso un tanque Abrams para ir sobre seguro, pero no estaba contemplado ni en el presupuesto ni en el plan de la misión. El terreno era rocoso y se veía montañoso a lo lejos. Las carreteras tenían más baches que asfalto. Llevaba armas y munición a mansalva. Pero no era más que un hombre con un solo dedo para apretar el gatillo.

Ya no vestía el uniforme. Se lo había quitado por última vez hacía aproximadamente una hora. Se palpó la ropa «nueva», usada y no demasiado limpia. Sacó el mapa y lo desplegó en el asiento delantero mientras el camión articulado se alejaba.

Se encontraba en medio de ninguna parte en un país que seguía anclado en su mayor parte en el siglo IX.

Mientras contemplaba el imponente terreno por el parabrisas, recordó cómo había acabado allí. En aquel entonces le había parecido valiente, heroico incluso. Ahora se sentía como el mayor idiota del mundo por aceptar una misión en la que tenía escasas posibilidades de sobrevivir.

La realidad era que ahí estaba, solo. Tenía un trabajo por hacer y mejor que pusiera manos a la obra. Y si moría, pues bueno, sus preocupaciones acabarían y por lo menos habría una persona que lloraría su muerte.

Aparte del mapa, tenía un GPS. Sin embargo, ahí no era muy fiable, como si los satélites no supieran que ahí abajo había un país por el que la gente necesitaba desplazarse. Por eso llevaba la versión en papel al estilo antiguo en el asiento delantero.

Puso la primera y pensó en lo que llevaba en la caja: más de dos toneladas de una carga muy especial. Sin ella podía considerarse hombre muerto. Incluso con ella podía acabar muerto, si bien estaría en una situación más ventajosa.

Mientras circulaba por la accidentada carretera calculó que tenía unas veinte horas de conducción por delante. Allí no había autopistas. Iría a paso de tortuga. Incluso podía haber alguien que le disparara.

También habría gente esperándole al

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos