Título original: Hart’s War
Traducción: Camila Batlles
1.ª edición: julio 2007
© 1999 by John Katzenbach
© Ediciones B, S. A., 2015
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
Publicado por acuerdo con John Hawkins & Associates, Inc., New York.
Fotografía de portada: Album
Diseño de cubierta: Estudio Ediciones B
Diseño de colección: Ignacio Ballesteros
Depósito Legal: B.8238-2012
ISBN DIGITAL: 978-84-15389-93-4
Maquetación ebook: Caurina.com
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Este libro es para
Nick, Justine, Cotty,
Phoebe, Hugh y Avery
Contenido
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Prólogo
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Epílogo
Nota del autor
Prólogo
El cielo nocturno
En esos momentos era un anciano a quien le gustaba correr riesgos.
A lo lejos, vio tres trombas que ocupaban el espacio entre la superficie acuática azul y lisa del borde de la corriente del Golfo y la falange gris negruzca de las nubes tormentosas del crepúsculo que avanzaban a un ritmo constante desde el oeste. Las trombas formaban estrechos conos de oscuridad que giraban con toda la fuerza de sus parientes terrestres, los tornados. Pero eran menos sutiles; no se presentaban con la terrorífica rapidez con que estallan las tormentas terrestres, sino que surgían de la inexorable acumulación de calor, viento y agua, para acabar alzándose formando un arco entre las nubes y el océano. Al anciano se le antojaban imponentes, al contemplar cómo se deslizaban pesadamente sobre las olas. Eran visibles a muchos kilómetros de distancia, y por consiguiente más fáciles de evitar, que es lo que todos los barcos que navegaban por el borde del inmenso caudal de agua que fluye hacia el norte desde las cálidas profundidades del Caribe ya habían hecho. El anciano se había quedado solo en el mar, meciéndose al ritmo lento de las olas, con el motor de su embarcación apagado, mientras que los dos señuelos que había lanzado hacía un rato flotaban inmóviles sobre la oscura superficie del agua.
Contempló las tres espirales y pensó que las trombas se hallaban a unas cinco millas, una distancia muy pequeña teniendo en cuenta los vientos de más de trescientos kilómetros por hora que las empujaban. Mientras observaba la escena, se le ocurrió que las trombas marinas habían adquirido paulatinamente velocidad, como si se