Mucho mas que un club de chicas (El Club de los Corazones Solitarios 2)

Elizabeth Eulberg

Fragmento

libro-1

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Introducción

If I Fell

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis

Siete

Carry That Weight

Ocho

Nueve

Diez

Once

Doce

Something

Trece

Catorce

Quince

Dieciséis

Diecisiete

Dieciocho

Let It Be

Diecinueve

Veinte

Veintiuno

Veintidós

Veintitrés

Veinticuatro

Veinticinco

Veintiséis

Veintisiete

Veintiocho

Veintinueve

Get Back

Treinta

Treinta y uno

In My Life

Treinta y dos

The End

With Love from Me to…

Sobre la autora

Créditos

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A los lectores que deseaban esta historia tanto como yo deseaba escribirla.

Este libro (o su autora, Elizabeth) no habría sido posible sin vosotros.

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Yo, Penny Lane Bloom, tengo novio.

Exacto. La chica que fundó el Club de los Corazones Solitarios y juró no volver a quedar con chicos durante el resto de su vida escolar tiene novio.

Y, no, las ranas no han criado pelo.

Ahora tengo el novio que me merezco. Es amable, inteligente y divertido. ¡Ah! Se me olvidaba comentar que es un pibón.

Aunque, claro, tiene que haber un “pero…”.

Pero existe un pequeño, pequeñísimo problema.

Soy una sola persona. Créeme, mucha gente considera que con una Penny Lane Bloom basta y sobra; pero en este momento no me vendrían mal otras tres, por lo menos.

Soy la presidenta del Club de los Corazones Solitarios y quiero pasar todo el tiempo posible con mis amigas, que son fabulosas.

Pero también está Ryan. (Ya he mencionado que es amable, divertido, inteligente y, además, un pibón, ¿verdad?)

De ninguna manera quiero convertirme en una chica de esas. Ya sabes a cuáles me refiero: esas chicas que dejan tiradas a sus amigas en el instante mismo que consiguen un novio.

He hecho un juramento: jamás seré así.

Puedo sacar todo adelante.

Puedo tomar las decisiones oportunas. O al menos, lo intento.

Lo tengo controlado, totalmente.

¿Acaso es tan difícil?

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Uno

Era increíble lo rápido que las cosas podían cambiar.

Solo habían pasado seis meses desde que creía que estaba enamorada de uno de mis mejores amigos desde que nací.

Cinco meses desde que ese canalla mentiroso y estafador me había destrozado el corazón.

Cuatro meses desde que fundé el Club de los Corazones Solitarios como socia única.

Es decir, cuatro meses desde que todo cambió.

Pasé de tener un puñado de buenos amigos a contar con cerca de treinta chicas que me apoyaban siempre que las necesitaba (lo que ocurría con frecuencia). Había gente que me admiraba por defender a mis amigas y a mí misma. Aunque, por descontado, también suponía que otras personas me ridiculizaban en público por ir a contracorriente.

Pero merecía la pena, totalmente.

Y ahora había pasado un mes desde que empecé a salir con Ryan. Bueno, en sentido estricto, veintidós días desde nuestra primera cita. No es que me dedicara a calcular el tiempo ni nada parecido. (Vale, un poco sí.)

Si bien era consciente de que no existen dos relaciones idénticas, en un primer momento no había caído en la cuenta de lo diferente que era Ryan de todos los chicos con los que había salido. Aunque, en retrospectiva, lo que había tenido con aquellos chicos (más bien críos inmaduros) no podía llamarse exactamente «relación». Íbamos al cine y a tomar pizza, poco más. Se trataba más bien de tener a alguien con quien recorrer los pasillos, alguien con quien comer al mediodía, alguien con quien matar el tiempo después de clase. Pero solo me aportaban inseguridad. Nunca lo sentí como algo real.

Estar con él era otra historia. Quería estar con Ryan por él mismo, y no porque necesitara un novio. Y Ryan quería estar conmigo por mí, no porque hubiera una vacante para el puesto de Novia de Ryan Bauer. Nos gustaba pasar tiempo juntos. Era mutuo.

Bueno, tal vez no todo era completamente mutuo…

—Venga, Penny, no es para tanto —Ryan, impaciente, alargó la mano—. Todas las parejas lo hacen.

Aunque yo no tenía tanta experiencia como Ryan en cuanto a las relaciones, sabía que mi reacción no era desproporcionada.

Ryan estaba equivocado.

Era un paso importante.

Un paso para el que no estaba segura de estar preparada.

Quizá otras parejas lo hacían sin parar, pero yo no estaba lista para adquirir semejante compromiso tan pronto. Solo llevábamos saliendo unas semanas. No quería precipitarme en ningún sentido.

Existen ciertas cosas para las que no hay marcha atrás.

Una sonrisa se le extendió lentamente por el rostro, sus ojos azules lanzaban chispas traviesas.

—Vale, sé cómo convencerte.

Se apartó unos centímetros de mí, como si necesitara montones de espacio para lo que se disponía a hacer, fuera lo que fuese. Se aclaró la garganta, me dedicó otra sonrisa y empezó a dar palmas siguiendo el ritmo. Clap, clap. Clap. Clap, clap. Clap.

Entonces, en mitad del patio de restaurantes del centro comercial, se puso a cantar a pleno pulmón: Oh, yeah, I’ll tell you something, I think you’ll understand… La gente empezó a mirar en nuestra dirección, pero él no se dejó intimidar. Siguió cantando, aunque en más de una ocasión había demostrado que no sabía cantar sin desafinar. Ryan tenía todo lo que una chica puede desear de un chic

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