Laila (En un bosque de flores 2)

Avril Vives

Fragmento

laila-3

Capítulo 1

Pasado

Observó la cola de la heladería de lejos. Llevaba puesto un vestido que le venía grande y lamía un helado de fresa. Se subió las gafas de sol y sus ojos se deslizaron por la curva de la cadera de Janine. La mano de Phillip le acariciaba la espalda hasta la cintura y un poco más abajo.

No era que Janine le cayera mal, había sido su vecina desde que llegó al barrio con cinco años e hicieron buenas migas, pero con distancias. Laila no le hacía mucho caso y a veces le agobiaba que ella insistiera tanto en que fueran amigas. No le empezó a molestar heredar algunas de sus prendas de ropa hasta que cumplieron los trece. Hacía tres años de eso, pero no podía dejar de usar lo que se le regalaba porque nadie iba a comprarle nada nuevo y ella no tenía dinero.

Phil y Janine avanzaron en la cola y Laila se apartó de donde estaba escondida. Como si notara su presencia de alguna forma, Phillip se giró y la vio. Ella no se movió durante un momento, lamiendo su helado con deliberada lentitud. Él la miró con lo que parecía una mueca de desagrado, apretando los labios en una fina línea. Laila sabía que el simple hecho de verla cerca le irritaba. Cuando estaban con Alex y Alie, la toleraba porque los cuatro eran una piña, pero no precisamente porque ellos dos fueran lo que se diría mejores amigos.

Apartó los ojos de los de Phil y echó a andar calle abajo. Volvería a casa andando. Su padre estaría tan borracho que ni se daría cuenta de que ella entraba en la casa y se escabullía en su habitación. Lo sabía porque era uno de esos días. Esa mañana había estallado contra ella, malhumorado, culpándola porque no había encontrado cervezas en la nevera. Minutos después, había empezado a beber de alguna de las botellas que tenía en el salón y ella se había marchado en silencio, buscando paz en el bosque.

No estaba lejos, pensó, y era una suerte. Ese bosque, donde los padres de Phil tenían una casa cerca del lago, era su refugio. Sus amigos no sabían que no solo iba allí con ellos, sino que pasaba horas entre esos árboles, en soledad. Le gustaba perderse en sus pensamientos, imaginando que su vida era distinta.

Se terminó el helado justo cuando enfilaba el camino de arena. Otra vez entre las hojas y el canto de algunos pájaros. Sus pies la llevaban ahí sin darse cuenta.

Cuando llegó al lago, se quitó las sandalias y caminó hasta que el agua le llegó a las rodillas. Cogió el dobladillo del vestido para subírselo un poco y poder mojarse más arriba. El agua estaba helada, pero dejó escapar un gemido de placer al notar que le acariciaba la piel y sonrió.

Cerró los ojos y los recuerdos de la noche anterior se enredaron en su mente.

Una fiesta en casa de Alex, mucha gente y un Phil aturdido. No le gustaban las multitudes, pero hacía lo posible por disimular. A ella no podía engañarla. Observó su rostro, la frente perlada de sudor mientras agarraba su bebida con extrema fuerza. Los nudillos casi blancos y un músculo moviéndose en su mandíbula. Tenía que levantar la vista cuando estaba muy cerca de él. Era muy alto.

Aprovechó su desazón para acercarse hasta que casi se tocaban. Sus ojos recorriendo las líneas tensas de su hermoso rostro. Porque era hermoso, pensó, tanto que la tenía fascinada. Su cuerpo se había hecho más fuerte y grande en el transcurso de los últimos dos años, algo que ella había notado especialmente en su voz, más grave, y en la forma en la que sus cuerpos encajaban cuando conseguía robarle algo de cercanía.

—¿Quieres que salgamos?

Phil la miró, girando la cabeza hacia ella con expresión de sorpresa cuando la sintió tan cerca. Tragó saliva, y Laila mantuvo su mirada seria clavada en sus pupilas dilatadas. Él respiraba más deprisa y casi podía sentir los latidos de su corazón en su propia piel.

Cuando Laila lo agarró del brazo, él dio un respingo, pero no se apartó. Luego, sintiendo su contacto en forma de caricia tranquilizadora, se relajó y la siguió fuera.

La noche los saludó con el cielo repleto de estrellas. Laila pensó que al día siguiente el sol sería resplandeciente. Observó a Phil caminar delante de ella, marcando todavía más distancia entre la casa llena de gente y él. Lo siguió de cerca, admirando su ancha espalda. Llevaba unos pantalones cortos y una camisa negra. Sus brazos fuertes y largos al descubierto. Deseó poder tocarlo otra vez, tener derecho a hacerlo. Respiró hondo y dejó de andar cuando Phil se quedó quieto. Se oía el jaleo de la fiesta, pero ella intuyó que ya estaban suficientemente lejos como para que él se sintiera mejor.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó Phil en voz baja.

Desde siempre. ¿Debería decirle eso y esperar que no se diera cuenta de que estaba tan obsesionada que lo sabía todo de él?

Phil se giró para enfrentarla con una mirada extraña que no supo descifrar. Paseó la vista por sus piernas desnudas y luego volvió a sus ojos.

—Cada vez que me invitan a una fiesta y pienso en estar encerrado con un montón de gente me agobio.

—No deberías avergonzarte.

—No lo hago, pero tampoco quiero que lo sepan.

—Si no quieres que lo sepa nadie es porque te avergüenzas de ello.

Lo vio respirar hondo y llevarse las manos a los bolsillos con gesto incómodo. Laila sintió que los nervios se le enredaban en el pecho cuando la mirada de Phil se volvió más intensa. Se acercó un poco a ella y pareció dudar un momento, desviando la mirada de su rostro para fijarla en algún punto por encima de su cabeza.

—¡Phil!

La voz alegre de Janine interrumpió el momento y Laila se sintió entre decepcionada y aliviada. Su vecina llegó hasta ellos con una sonrisa de oreja a oreja y se abrazó a Phillip. Él esbozó una sonrisa íntima al mirar a la chica que tenía colgada del cuello y le susurró algo al oído que Laila no pudo oír.

—Vuelvo dentro.

Empezó a caminar de vuelta a la casa mientras los oía reír y susurrarse algo con voz baja y suave. Le hirvió la sangre. Se maldijo a sí misma porque era ridículo. Le había parecido ver algo en sus ojos, algo que había despertado miles de mariposas en su estómago. El miedo la había paralizado, así que la interrupción de Janine había sido una suerte.

Su amiga Alie la interceptó cuando se dirigía a la mesa de las bebidas, dispuesta a emborracharse y quizás ligar con alguno de los capullos que había en esa aburrida fiesta.

—¿Qué hacías fuera? —le preguntó Alie con los ojos como platos al verla beber—. No deberías ingerir... eso.

—Es alcohol, Alie, no matarratas.

—Pero no deberías.

—¿Por qué crees que la gente organiza fiestas? —Su voz sonó más brusca esa vez—. Dime.

—Para pasárselo bien...

—Bebiendo alcohol —sentenció Laila dando un buen trago.

A Alie no le entusiasmaba beber, y ella lo tenía normalizado porque vivía con un borracho. El alcohol, prohibido para su amiga en su casa, era un elemento más en la de Laila, su día a día. Algo contra lo que intentaba luchar pero que, algunas noches como aquella, le servía de excusa para huir de toda la mierda que tenía en la cabeza.

Su amiga concentró su atención en la puerta de entrada y luego volvió a mirarla con expresión tensa. Había visto entrar a Phil con Janine y estaba ligand

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