Todos mis amigos

Susana Rubio

Fragmento

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1

Sábado, Noa en el Mistic

Luces, música, flashes, risas, cuerpos tocándose y yo cerca de ese tipo disfrazado de Zorro.

—¿Eres... tú?

Había reconocido su perfume sin problemas, pero me quedé bloqueada al darme cuenta de que había estado bailando con él pensando que era un absoluto desconocido.

—Quién iba a ser si no...

Sin esperarlo estampó sus labios en los míos y durante unos segundos sentí la suavidad de su piel. Jamás hubiera pensado que era capaz de besar con esa delicadeza. En cuanto reaccioné me separé de él con brusquedad.

—Te ha encantado —susurró en mi oído con rapidez.

—¿Cómo te...?

—¿Que cómo me atrevo? —preguntó abrazando mi cintura de nuevo.

—Suéltame —le exigí con el tono más formal que pude.

No debía caer en sus provocaciones.

—Joder, Noa, me pones a mil con ese tono de doctora...

Su mano recorrió mi espalda sin permiso hasta que me retiré dando un paso atrás.

Clavé mis ojos en los suyos y él sonrió.

—Kaney, te estás pasando.

—¿Tú crees?

Se quitó la máscara y se la colocó bajo el brazo.

—Pues yo pienso que hacemos muy buena pareja. ¿O es que no soy suficientemente guapo para ti?

No le iba a responder, por supuesto. Él era mi paciente y no dejaría que se tomara esas confianzas conmigo.

Kaney era atractivo, aunque no guapo, o no para mí. Era alto, tenía los ojos rasgados y bonitos, una nariz un pelín grande y unos labios finos que escondían unos dientes perfectos. En general era resultón, pero no era mi tipo ni tampoco era el típico guaperas de turno. No era Enzo, vamos.

—Kaney, ya sabes en qué se basa nuestra relación —le dije intentando retomar aquella conversación—. Necesitas mi ayuda.

Kaney rio como si hubiera contado el chiste del año.

—Estás muy segura de eso.

—Lo estoy —repliqué con rapidez.

—Noa, llevo años bebiendo. ¿Qué te hace pensar que podrás ayudarme?

Nos miramos fijamente unos segundos. Debía pensar bien la respuesta y debía decir algo que estuviera a la altura. Kaney no era tonto ni ingenuo.

—Porque yo no soy como todas, Kaney.

Juntó los labios y se mordió el interior de las mejillas. Aquello significaba que había dado en el clavo.

—Y los dos lo sabemos —le dije con prepotencia, la misma que solía usar él para hablar con el resto de los mortales.

—No lo negaré —comentó sonriendo de forma canalla—. ¿Una copa?

Lo miré frunciendo el ceño.

—Kaney... no la necesitas —repuse con sinceridad.

—¿Y eso quién me lo dice? ¿Tú, que tienes una cerveza esperándote en la barra?

Sí, era cierto, pero yo no tenía un problema de alcoholismo.

—Vale. Espérate un segundo.

Me dirigí hacia la barra, donde estaban mis amigos parloteando. Cogí la cerveza y le indiqué al camarero que se la llevara. Me volví hacia Kaney y alcé las cejas indicándole así que yo también podía estar sin beber alcohol.

Justo en ese momento me pareció ver a alguien conocido... ¿Era Enzo? Giré sobre mis pies y lo vi brindando con sus amigos mientras reía y charlaba con ellos. Feliz, estaba feliz.

¿Y por qué no iba a estarlo? Lo nuestro había sido algo bastante efímero.

Me di la vuelta antes de que me pillara mirándolo, pero Kaney acaparó mi atención al ver que se dirigía hacia Enzo y los demás. ¿Los conocía? ¿Sería amigo de Enzo? ¿De Martín? ¿De...?

Se acercó a Martín y le dijo algo. El bombero lo miró sorprendido y Kaney siguió con su verborrea. ¿Qué le estaría diciendo? Hubiera dado medio brazo por saberlo, aunque las dudas se me disiparon en pocos segundos al observar cómo Martín llamaba al camarero para pedirle algo.

Una copa.

Una copa para Kaney.

Genial. Me había prometido en la última sesión que si salía por la noche evitaría el alcohol.

En el mismo instante en que Martín le dio la copa a Kaney, este me miró directamente, con aire triunfante.

Me quedé demasiado sorprendida para responder. ¿Conocía a Martín? Podría ser, pero apenas habían charlado entre ellos mientras el camarero preparaba el gin-tonic.

Kaney lograba dejarme fuera de juego en demasiadas ocasiones porque en mi cabeza se agolpaban muchas preguntas y no tenía respuesta para ninguna: ¿por qué se dañaba de ese modo? Lo tenía todo, joder, todo y más.

¿Por qué Kaney me buscaba las cosquillas? Sabía por mis compañeros e incluso por mi superior que quería que yo fuese su psicóloga... ¿entonces? ¿No quería curarse? ¿Qué pretendía actuando de ese modo? ¿Llamar la atención? ¿Qué buscaba realmente?

—¿Noa? —Edith se puso a mi lado mirando hacia ellos—. Han llegado hace un rato, no sabía si los habías visto.

—La verdad es que no.

¿Sabían ellos que estábamos allí? Era muy probable que no. Mistic era la discoteca reina del Carnaval y todo el mundo quería asistir a esa fiesta.

—Parece que se han hecho amigos.

Miré a Edith porque sabía que seguía muy pillada por Martín, aunque había intentado olvidarlo por todos los medios.

—Eso parece —afirmé, segura.

Sabía por Penélope que Enzo y Martín habían salido juntos a tomarse unas cervezas en más de una ocasión. No dejaba de ser curioso, pero a veces la vida estaba llena de casualidades.

Kaney me sacó de mis pensamientos al ver que se separaba de ellos con una copa en la mano. Lo seguí con la mirada hasta que chocó con una chica pelirroja. Rieron ambos, se saludaron y él se acercó a ella diciéndole cosas al oído.

Hubiera ido hacia él para arrancarle aquella copa de las manos, pero no estaba en el centro de desintoxicación y tampoco tenía ningún derecho sobre él.

Nuestros ojos volvieron a cruzarse y Kaney me sonrió antes de besar a aquella chica. Puse los ojos en blanco y desvié la mirada para encontrarme con los ojos de Enzo. Nos contemplamos sin pestañear unos segundos antes de retirar ambos la mirada casi al mismo tiempo. Estaba claro que él seguía en sus trece y que no había puesto en duda la palabra de su amiga.

—¿Vamos a bailar? —propuso Edith intentando sacarme de aquel letargo.

—¡Por supuesto!

Aquellas personas humanas masculinas no iban a fastidiarme la noche.

Nos reunimos con Luna, Sergio, Penélope y Hugo.

—¿A mover el culo? —preguntó Luna al ver nuestras intenciones.

Afirmamos con la cabeza y nuestras amigas se unieron a nosotras haciendo la conga y riendo como descosidas.

Estuvimos un buen rato bailando y haciendo comentarios varios del personal que se nos acercaba con ganas de guerra.

—Oye, Noa. —Luna se colocó a mi lado—. ¿Y el Zorro?

La miré de soslayo intentando leer en sus ojos.

—Nadie, un descarado que quería montárselo conmigo.

—Pero ¿lo conocías?

No quería mentir a Luna y tampoco decir que Kaney era paciente del centro. Había que respetar su intimidad y yo no podía ir pregonando por ahí que estaba enfermo.

—Sí, sí, es amigo de una amiga y...

—Y esta rubia preciosa ¿quién es?

Kaney apareci

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