Canción de Navidad (Saga Ghostgirl 4)

Tonya Hurley

Fragmento

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Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Cita

1. Navidades tristes

2. Abrumadora Navidad en casa

3. Milagro en Hawthorne Street

4. Errantes invernales

5. El fantasma de la Navidad

6. Cascabeleo infernal

7. Ningún regalo que aportar

8. Navidad macabra

9. Te deseo una terrorífica Navidad

10. Últimas Navidades

11. Sobre la lápida

12. Un paseo de muerte

13. Caballero silencioso

14. Tú eres lo único que quiero por Navidad

15. Una maravillosa vida después de la muerte

Epílogo

Nota de la traductora

Notas

Sobre la autora

Créditos

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De vuelta a casa por Navidad

Las fiestas navideñas no son solo una época de diversión, sino también el momento de cumplir con las visitas de compromiso. Al igual que el salmón que nada desesperadamente corriente arriba, nos sentimos impelidos —empujados por la culpabilidad o por las buenas intenciones— a realizar ese viaje, sabiendo perfectamente cómo puede acabar. Aunque preferiríamos estar en una playa, en una pista de esquí o posiblemente en cualquier otro lugar, ya que una visita al hogar familiar puede convertir incluso la reunión más sagrada en un absoluto infierno.

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Las lejanas estrellas titilaban en el frío cielo nocturno. La música inundaba el ambiente. Todo el mundo se apresuraba y trajinaba afanosamente, preparándose para el momento más mágico del año. El complejo de apartamentos, con miles de diminutas velas parpadeantes, se asemejaba a un antiguo cementerio cubierto de nieve. Estaba tan hermoso… Tan lleno de paz… Era casi Nochebuena en el Más Allá.

Charlotte Usher estaba sentada en su escritorio, con un montón de trabajos de fin de semestre esperando pacientemente a ser corregidos, cuando por la rendija de su ventana apenas abierta se coló un sonido que la distrajo, empujándola a abandonar la silla por primera vez en todo el día.

—¡Qué es ese ruido! —refunfuñó Charlotte.

Cerró la ventana de un golpe y escudriñó a través de la escarcha del cristal para descubrir el origen de los molestos tonos.

Regresó a su asiento justo cuando otro irritante sonido procedente de la puerta se fundía con el azucarado sonsonete que seguía entrando por la ventana. Era una voz que reconocía. Dejó caer la cabeza sobre las manos y la sacudió.

—¿Es que nadie se da cuenta de que estoy trabajando? —vociferó.

—¡Abre!

Aparentemente no, concluyó al tiempo que surgía un golpeteo desconcertante pero rítmico que venía a añadir un compás de 3 por 4 al barullo circundante.

A regañadientes, Charlotte se levantó de nuevo de la silla y se encaminó con lentitud hacia la puerta, sin mostrar especial interés por qué o a quién encontraría al otro lado. Agarró el pomo y abrió.

—Es Nochebuena, ¿vas a trabajar todo el día? —preguntó Eric, ataviado con una chaqueta de cuero tachonada, vaqueros, botas altas negras, el pelo engominado hacia atrás y un gorro de Papá Noel negro.

—¡Oh, mira! —rezongó Charlotte con sorpresa fingida—. Es Elvis Noel.

—I’ll have a blue Christmas without you[1]… —cantó Eric con su mejor voz de Elvis, meneando las caderas y burlándose de Charlotte.

—¿No es un crimen contra la humanidad imitar al Rey en Navidades? —preguntó Charlotte.

Eric sonrió afectuosamente y entró pavoneándose. Se arrellanó en la silla de Charlotte y con actitud despreocupada apoyó las botas sobre el escritorio, tirando algunos ejercicios al suelo.

—Vamos, Charlotte. Hemos trabajado realmente duro para llegar hasta aquí. Es normal que todos queramos divertirnos un poco.

—Todos, excepto yo.

—Oye, solo he venido a ver si querías tomarte un descanso y ayudarnos con la decoración. Tal vez a traerte un poco de alegría navideña. No tenía ni idea de que iba a encontrarme con Ebenezer Usher.

—Tengo

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