En la arena de Gijón

Gabriela Exilart

Fragmento

Corporativa

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Penguin Random House

A papá, de quien recibí el ejemplo de la lectura.

A la memoria de mi abuela, Marciana Exilart.

INTRODUCCIÓN

Puerto de Buenos Aires, Argentina, 1902

—Lamento no poder acompañarte. —Una mujer envuelta en un chal oscuro abrazó a otra que cargaba una valija.

—No te preocupes, Prudencia, sé que no puedes viajar ahora, con los niños tan pequeños.

—Escríbeme ni bien llegues, y abraza a papá de mi parte.

Purita asintió y se dieron el último beso.

El resto de los pasajeros ya había abordado el barco, que oscilaba en las aguas oscuras.

Un viento frío secó las lágrimas y repartió la esperanza entre las hermanas.

Miguel Fierro Rodríguez, su padre, no había retornado a la Argentina pese a su promesa. Los negocios que había heredado en España luego del fallecimiento de su amigo Mateo lo habían retenido más de lo deseable, y ahora, diez años después, enfermo de muerte, le era imposible regresar. Ni siquiera había conocido a sus nietos, los hijos de Prudencia y Diego Alcorta.

—¡Prométeme que tú sí vas a volver! —gritó Prudencia en el último momento; su voz fue devorada por una ráfaga y se perdió en el aire.

CAPÍTULO 1

Los milicianos de acero

salvarán al mundo entero

usando el plomo certero.

Gritan al mundo, si muero:

¡Mis hijos se salvarán!

¡Mis hijos se salvarán!

“Compañías de acero”, del cancionero socialista y comunista

Gijón, Asturias, España, julio de 1936

—No te vayas —pidió Marcia con lágrimas en los ojos—. No puedes dejarnos.

Marco le dio la espalda y se vistió. Tenía una misión que cumplir, no iba a quedarse de brazos cruzados mientras sus compañeros entregaban su vida.

—¿Es que acaso no te importamos? —insistió la joven, pasando de la tristeza al enojo—. En unos meses nacerá tu hijo.

—Por eso mismo me voy, porque mi hijo merece un mundo donde no haya diferencias sociales, donde todos tengamos derecho a lo mismo.

España estaba en llamas. En febrero había ganado las elecciones el Frente Popular, una coalición conformada por los principales partidos de izquierda, incluido el Partido Comunista para reforzar la fracción obrera de la alianza.

Con el afán de continuar con la reforma legislativa y bregar por los derechos de los trabajadores y la autonomía de las regiones, el Frente Popular se lanzó contra los distintos estamentos: la Iglesia, el ejército, la aristocracia y los terratenientes.

La violencia se dio cita en las calles; hubo huelgas, desórdenes y enfrentamientos armados entre izquierda y derecha, con fusilamientos de ambos lados. Así comenzó la guerra civil.

Marco se había visto seducido por las ideas comunistas y había terminado comprometido con la causa.

—Marco, no tienes que ir. —Marcia se levantó y se abrazó a su espalda. El vientre abultado se apoyó contra él—. Siente a nuestro hijo —pidió, en un último intento de retenerlo—. Quiero que tenga un padre.

—Lo tendrá. —Marco giró y la miró a los ojos, donde el gris brillaba por las lágrimas. Se compadeció de ella y le dio un beso en la frente—. Cuídate.

Él no permitiría que ocurriera de nuevo una masacre como la de 1934. Dos años atrás la nación se debatía peligrosamente entre la izquierda y la derecha. La tensión había explotado tras el levantamiento de los mineros de Asturias contra el gobierno. Al haber una coalición conservadora en el poder se le había encomendado a Francisco Franco que aplacara la revolución, cosa que hizo con extrema dureza. Más de dos mil obreros habían resultado muertos y heridos, lo cual hizo que fuera llamado por los izquierdistas “el carnicero de Asturias”.

A partir de esa revuelta, los patrones pasaron a la ofensiva, amparados por el gobierno derechista. Se produjeron despidos masivos, reducción de salarios, restricción de la libertad de prensa, desconocimiento de derechos adquiridos por los trabajadores y anulación de los contratos de trabajo. Marco había sido despedido de la fábrica de aceros Exilart y Fierro de Gijón. A Aitor no le había temblado la mano, máxime frente a la sospecha de que su hija andaba perdida en suspiros por Noriega.

Todo ello había ocasionado que amplios sectores de las clases medias que no habían simpatizado con las huelgas revolucionarias se identifi

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